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Más mujeres 'fénix' en los medios (I)

Nanda Santana

Hace unos días, la directora de la Unidad de Igualdad de la ULPGC, Ángeles Mateo, me invitó a intervenir en una Jornada sobre el tratamiento informativo de la violencia de género. Por supuesto, acepté encantada, máxime cuando el acto tendría lugar en marzo y poco antes de un 8M que marcará un antes y un después en la reivindicación de los derechos de las mujeres en todo el mundo. El tema, amplio y complejo, daría para muchos artículos de investigación académica. Para una breve intervención en una mesa redonda me limité a dar unas pinceladas, una percepción global y un tanto epidérmica, que así y todo, da una idea gráfica de la situación.

¿Qué veo, qué he visto en los medios estos primeros meses del año, los últimos del anterior? Veo a Juana Rivas que sigue su lucha contra vientos, mareas e incluso posibles (pero devastadores) fallos del sistema judicial; veo a la primera mujer asesinada por maltrato machista -que en paz descanse- en Tenerife, a la que siguen otras; veo que las actrices de Hollywood inician una protesta que activa un efecto dominó que se ha extendido a otros ámbitos, laborales o no. Leo cómo el movimiento Me Too y el Time’s Up se expanden por todos los países en un unánime y firme clamor femenino: Hasta aquí hemos llegado. En España veo cómo la agresión sexual de una manada de trogloditas machistas abre un debate público donde lamentablemente un sector de la sociedad sigue poniendo el foco sobre la víctima en vez de sobre el agresor. Mis hijos -y tantos menores de edad como ellos- siguen viendo en la prensa impresa una página enterita con fotos de chicas desnudas o casi, en pose provocativa e insinuante, invitando-incitando al consumo de sexo: mujeres cosificadas, objeto de transacción comercial. Y negocio para la empresa editora, que ingresa por esos anuncios. (El PSOE canario propuso hace poco que no se contrate publicidad institucional en medios que publiquen este tipo de anuncios, a ver en qué queda). Veo, veo… Veo y sigo viendo víctimas. Así son representadas la mayor parte de las veces: pobres mujeres. Y aunque esto es así y hay que trabajar por cambiarlo, también es verdad que poco a poco va creciendo la presencia femenina relevante en los contenidos mediáticos. Profesionales o no, directivas o no, vemos a mujeres fuertes, seguras, luchadoras, con discursos interesantes.

Sin embargo, en lo tocante al tratamiento informativo del maltrato machista, queda mucho aún por mejorar. Para empezar, creo que los medios deberíamos visibilizar todas las formas de maltrato machista, más allá de la violencia física que acaba en muerte. Esa fue la idea con la que en 2012 comenzó el proyecto Hakawatis de hoyHakawatis. Sensibilizar sobre todas las expresiones del maltrato machista, y empezar a contar historias de mujeres supervivientes, aves fénix que renacen de su trauma y se convierten en supervivientes, en mujeres poderosas que ayudan a otras mujeres.

Afortunadamente, cada vez es más frecuente ver noticias relacionadas con la mutilación genital femenina, los matrimonios forzados, las agresiones sexuales, sean o no violaciones, los abortos selectivos, la prostitución, la trata. Y ya empezamos a identificarlas como lo que son: violencia contra niñas y mujeres. Pero aún seguimos sin considerar como tal el mobbing maternal (que te despidan o te releguen por haber tenido un hijo), la discriminación laboral, la brecha salarial, y, si me apuran y llevándolo al extremo, el desigual reparto de las tareas domésticas y los cuidados, por la relación causa-efecto que tiene en la carrera profesional de las mujeres y por ende, en sus futuras pensiones. Sin olvidar las secuelas de la triple jornada en la salud de tantas féminas. Sé que en el concepto mismo de violencia machista no hay unanimidad. Ocativio Salazar, autor de El hombre que no deberíamos ser, también va en esa línea cuando escribe que 'los asesinatos y las agresiones físicas son la expresión más extrema de ese poder violento masculino, pero eso no quiere decir que sean las únicas. Son mucho más difíciles de detectar las violencias psicológicas, las presiones de todo tipo que muchos hombres ejercen a diario sobre sus parejas, el acoso en el ámbito laboral o la humillación con que en muchos casos se trata a la mujer. La simple devaluación de su persona, de sus potencialidades y de su autonomía, y el control sobre sus movimientos son formas de violencia'.

Y es desolador cómo sigue estando oculta la violencia psicológica, emocional. Sí, ésa tan difícil de probar. O tan fácil si hubiera recursos y voluntad institucional. Pero los pocos que hay -recordemos que el dinero comprometido por el Gobierno nacional en el reciente Pacto de Estado aún no ha llegado– van a lo más visible, lo más urgente, que es la violencia física.

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