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No me nombres los garbanzos

Juan García Luján / Juan García Luján

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En realidad anoche no hubo debate entre cuatro visiones diferentes del cabildo de Gran Canaria, de lo que debe ser el gobierno de una isla, del papel que debe jugar la institución pública canaria por excelencia. Hubo una sucesión de propuestas y balances, de promesas de un futuro sostenible, de empleo, de paisaje maravilloso, de movilidad ciudadana, de tren sí que guay o tren que no llega a mi pueblo. Román hizo de portavoz de la oposición al gobierno canario, Bañolas culpó a los últimos cuatro años del cabildo de todos los males de Gran Canaria (por darle competencias, el candidato de CC les endilgó incluso las de educación, vamos que el sueldo de Milagros Luis Brito debe ser honorífico), Bravo de Laguna reivindicó la circunvalación de Aznar y fue un excelente portavoz de la oposición a Zapatero y Carolina Darias reivindicó la política y el fair play, y nos dibujó una isla con tanto futuro que da la impresión de que hemos vivido cuatro años de los que no hay mucho que contar.

Los formatos de los debates pactados por los grandes partidos convierten lo que debería ser un intercambio de propuestas, un coloquio de exposiciones y réplicas espontáneas, en una sucesión de monólogos que combinan la autopromoción con la crítica etérea. Estos partidos están tan acostumbrados a monopolizar las vallas publicitarias, los anuncios en televisión, los carteles callejeros, que no buscan el cara a cara porque han perdido las mañas, se mueven mejor en la propaganda. Si además es abierto al público sabes que al final de tu intervención tienes garantizado un aplauso para retroalimentar la autoestima. El presunto debate de anoche, conducido con discreción y buen humor por Angel Tristán Pimienta, sirvió para conocer unos programas que tienen más parecidos que diferencias. El propio Bravo de Laguna llegó a decir “nuestros programas no se diferencian en mucho, lo que pasa es que ahora nos toca a nosotros, porque así funciona la democracia”.

Este afán por diferencias programas parecidos se vio cuando llegó el bloque de transporte y movilidad. Román Rodríguez nadó a gusto defendiendo el trenecito de su alma. Carolina lo defendió con menos entusiasmo. Bravo de Laguna y Fernando Bañolas dijeron que sí, pero que se trataba de un sueño (Bravo dixit), el pero de Bañolas fue maravilloso: es a largo plazo, pero, además, solo va al sur y hasta Agaete, ¿pero y las medianías? Ay, mi cabeza, veo al tren llegando al Roque Nublo si a esta gente le llega el prespupuesto y siguen descatalogando aulagas y sebadales.

Sólo hubo un momento de reivindicación de competencias para los cabildos. Román defendió las competencias en energías. Acusó al gobierno de obsesionarse con imponer el gas, en lugar de apostar por las alternativas. Hizo un discurso cargado de los argumentos habituales de Antonio Morales (al que no citó, faltaría más). El resto de candidatos no entraron al trapo, una cosa es plegarse a los intereses de los emprarios de gascán y otra defender el gas y hablar de desarrollo sostenible.

Si nos fijamos en la respuesta de la afición, el debate entre cuatro cabezas de lista al cabildo en el Club La Provincia lo ganó el PP, fue el candidato más aplaudido y reconocido, las ovaciones siempre iban acompañadas de un “Bravo, Bravo”, para que quedara claro a quién aplaudían. Pero también si nos fijamos en la afición el PP perdió el debate, porque los abucheos que recibió Carolina Darias durante su intervención final vinieron exactamente de las mismas sillas que habían gritado “Bravo” durante la noche. No gustó a la bancada de la gaviota que Darias dijera que había que hablar de ideología y garbanzos, que hay que reivindicar la política y las ideologías, porque nos jugamos los garbanzos, porque la derecha no quiere repartir los garbanzos. Esto dolió mucho a los respondieron desde el público con un largo “u u u u , fuera, fuera”. Perdieron las formas, algún trauma relacionado con una ropa vieja mal digerida debió regresar al inconsciente de la afición pepera.

Al final un servidor salió de la sala con la sensación de que cualquier cosa es posible tras el 22 de mayo. Román y Bravo no se criticaron ni el color de la corbata. Bañolas y Bravo tampoco. Carolina sólo criticó el reparto de los garbanzos para disgusto de los que se sienten dueños de la despensa. La cosa tiene toda la pinta de que el pacto del cabildo (si nadie llega a los 15 consejeros, que con las ganas que le echaron anoche no llegarán) dependerá de lo que ofrezcan al maquinista de la locomotora.

Juan García Luján

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