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El periodismo y wikileaks

Juan García Luján / Juan García Luján

Me vino a la mente esta definición tras leer el domingo en El País la entrevista a Julian Assange, editor del portal Wikileaks. Cuenta Assange que dado el estado de “impotencia” que vive la profesión, hoy le ofenden que lo llamen “periodista”. Como caso extremo pone el ejemplo de los periodistas que cuentan las guerras usando las fuentes gubernamentales, implicándose en algún bando: “El mayor abuso es la guerra contada por los periodistas. Periodistas que participan en la creación de guerras a través de su falta de cuestionamiento, su falta de integridad y su cobarde peloteo a las fuentes gubernamentales.”

Lo curioso es que Wikileaks nos está contando la guerra de Irak usando fuentes oficiales. Lo que lleva haciendo hace meses el portal de Assange es difundir cientos de miles de informes oficiales, de documentos secretos de los ejércitos que invadieron Irak y Afganistán, de vídeos grabados desde los helicópteros militares. Es el auténtico periodismo de investigación, la visita a las entrañas del poder sin pedir permiso, la luz donde querían oscuridad, la información frente a la propaganda.

El editor de Wikileaks no puede llevar una vida normal. Los servicios de inteligencia de Estados Unidos y Gran Bretaña lo persiguen, sus pasos, su vida, sus entrevistas son objetivo prioritario para el poder militar, político y económico que domina el mundo. El precio de afrontar las grandes guerras desde el periodismo de investigación le puede costar muy caro. En la entrevista a El País dice que sus dos enemigos principales en estos momentos son el ejército de Estados Unidos y los bancos, el poder económico y el militar unidos en una misma causa contra wikileaks. En la entrevista cuenta como algunos colaboradores de Wikileaks ya murieron en circunstancias extrañas. A Julian Assange le llueven denuncias por acoso sexual en Suecia, le interceptan las comunicaciones en Australia, hay periódicos que lo acusan de llevar una vida de lujo en Sudáfrica, un país que nunca ha pisado.

El trabajo de Wikileaks es una referencia muy estimulante en estos malos tiempos que vive el periodismo en el mundo. El mismo día que las portadas de los periódicos de unas islas con 300.000 desempleados tienen un espacio importante para el cordero de cinco patas y seis pezuñas de Agüimes, para la muerte del pulpo Paul y para la serie de televisión sobre los príncipes de Asturias, ese mismo día tenemos que volver a las noticias que nos da wikileaks para sentir que esta profesión vale la pena. También hay otros ejemplos. La periodista Laura Gallego entró en el campamento de Gdeim Izik en las afueras de el Aaiún antes que nadie, en Guinguinbali.com vieron que 20.000 personas protestando en el desierto era noticia, un pueblo luchador tenía algo que contarnos aunque no hubiera muertos todavía.

Podríamos poner muchos ejemplos en estas islas de propagandistas disfrazados de periodistas, de páginas que no llegaron a la rotativa por la llamada de un consejero que ofrecía una campaña publicitaria a cambio del silencio, de documentos que se quedaron en el cajón de un redactor porque el dinero público da más satisfacciones que el periodismo de investigación. Podríamos recordar cómo desde las cloacas de un gobierno se montó una operación contra quienes (desde los despachos de la policía y la redacción de este periódico) estaban investigando un caso de corrupción política que camina en los tribunales de justicia. Podríamos recordar cómo se usó dinero público para difundir los resultados de esa guerra sucia, cómo hizo de coro el cantamañanas habitual que vomita siempre hacia abajo porque el dinero llega desde arriba.

Podríamos contar tantas cosas pero no tenemos ganas. Hoy nos levantamos optimistas y felicitamos a wikileaks por recordarnos que esta profesión es posible, y también a Laura Gallego, Txema Santana y Pepe Naranjo por haberse atrevido a mirar a África para escucharla y hacer periodismo, cuando todo el mundo les vaticinaba el fracaso porque no se debe abandonar la redacción de un periódico si antes no se ha cerrado bien algún negocio levantado al amparo de las agradecidas subvenciones del poder.

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