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Aquí sí hay playa

Cristóbal D. Peñate

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Las teles nacionales han vuelto a meter la pata y han confundido San Mateo con una playa grancanaria. Esos errores son bastante habituales en los medios de comunicación de Madrid y de España en general, pero lo cierto es que nosotros tampoco distinguiríamos los nombres de muchos pueblos peninsulares, confundiríamos localidades y localizaciones y seguro que la mayoría no pasaría un examen de geografía fuera del archipiélago.

Los medios de comunicación, y los audiovisuales en particular, trabajan muy deprisa cada día, a contrarreloj, y por eso es normal que se equivoquen una y mil veces. Nosotros nos quejamos cuando se equivocan con los lugares y municipios de las islas, pero cada día marran muchas más veces con otros sitios del resto del país, aunque nosotros no nos enteremos porque lo desconocemos.

Solo sabemos cuando yerran cuando ponen en un rótulo que en San Mateo hay una playa. Vaya, vaya. Eso, al fin y al cabo, es un error humano. Todos nos equivocamos, y más cuando andamos o informamos con prisas. Sin embargo, hay otros errores que no son involuntarios ni inocentes. Como cuando una agencia de viajes coloca un cartel de Tenerife incluyendo truculentamente una fotografía de la playa de Las Canteras o las dunas de Maspalomas. Eso es mucho más grave porque no es candoroso ni ingenuo.

También nos cabreamos vehementemente cuando una cadena nacional emite un reportaje de investigación sobre los vertidos de plásticos en el mar que afectan notablemente a la costa canaria, y más aún cuando los autores no pronuncian correctamente el nombre de La Graciosa, llamándola insistentemente Isla Graciosa. Nos parece que la cosa no tiene ninguna gracia, tanto en la forma como en el fondo.

El primer exabrupto lo lanzamos por el nuevo nombre de la isla, pero el que más nos duele es el contenido porque rápidamente pensamos que no puede ser una buena promoción turística del Archipiélago. Aquí anteponemos los beneficios turísticos a las nefastas consecuencias al medio ambiente, como si una cosa no tuviera estrecha relación con la otra.

En esto no somos diferentes a los gaditanos, que prefieren seguir construyendo corbetas para una abyecta dictadura como Arabia Saudí porque antes que nada están los puestos de trabajo, los sueldos y las ingentes ganancias empresariales. Como cuando nos alegramos con las guerrasy revueltas en países competidores en turismo porque así se desvía el flujo a las islas. Son beneficios espurios.

Haríamos bien en preocuparnos de lo primordial y no de los anecdóticos fallos de las televisiones. La triste realidad es que mientras haya empleos para todos, los derechos humanos pueden esperar. ¿Qué nos importa que los saudíes masacren a indefensos escolares yemeníes si cada mes podemos pagar la letra del coche?

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