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Una reivindicación reflexiva

Salvador García Llanos

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Reivindica la Asociación Europea de Televisiones Regionales (CIRCOM) un periodismo local fuerte. Es más, lo sitúa como primera prioridad. La Asociación cree que la información regional fomenta el debate y la participación democrática, además de haber contraído un compromiso especial con la información cultural que aboga por la representatividad y la diversidad.

Pues ahí tenemos algunos factores determinantes para entender la razón de ser de las televisiones más próximas, es decir, las autonómicas y las locales. Nacidas para tratar el hecho informativo o noticioso y la realidad social y cultural que los canales generalistas, por distintas razones, no podían o no querían abarcar, se pensó que no solo iban a enriquecer la oferta mediática sino a generar empleo en un sector creciente cuya importancia estaba más que demostrada a medida que evolucionaba la sociedad de la información.

Demasiadas ilusiones y demasiado optimismo en aquellos principios. Con el paso del tiempo, las expectativas fueron disminuyendo. En España, distintas circunstancias que van desde la manipulación política a las dificultades de financiación, pasando por descontrol y derroches, acabaron cuestionando la credibilidad del propio medio. El producto fue mermando calidad progresivamente. Y el manto de servicio público con el que supuestamente habían nacido, salvo en contadas excepciones, fue difuminándose hasta su evidente postergación.

En primera etapa, las televisiones locales arrancaron con fuerza, descubrieron nichos de mercado publicitario y cubrieron con cierta dignidad acontecimientos de su ámbito más cercano. En la mayoría de los casos, se trataba de pequeñas y medianas empresas cuyos titulares incursionaron en el mundo audiovisual creyendo que podrían llegar más vacas gordas. Algunas emisoras llegaron a disponer de interesantes parrillas de programación, en las que no faltaban espacios de producción propia e incluso informativos emitidos diariamente con cierta puntualidad.

Es verdad que surgieron buenos profesionales pero otros desistirían a medida que decrecían los niveles de popularidad y de audiencia. Cuando cuajó la crisis, muchos proyectos se irían desvaneciendo, por falta de viabilidad práctica. Carencia de ideas originales, de vías de financiación y de capacidad de riesgo dejaron bajo mínimos la producción y su calidad e hicieron insostenibles las parrillas, a la espera de que las administraciones públicas encontrasen más recursos y más subterfugios destinados ayudar para recuperarse. Aunque también se pueda decir para subsistir o prolongar la agonía, o sea, una pescadilla. Profesionales que no cobran o cobran poco, bagaje tecnológico cada vez más menguado, inserción publicitaria cuasi regalada y presencia reducida a los compromisos de la propiedad o a las peticiones expresas de promotores de cualquier cosa. Que la crisis causó mella, no hay quien dude. Pero también dentro del sector se han cometido errores y se ha incurrido en desidia y vulgarismos, un sindiós para remontar.

De modo que la apelación de CIRCOM es significativa y debe hacer reflexionar a los responsables de canales televisivos locales, algunos de los cuales emiten, por cierto, en la más flagrante ilegalidad. Precisamente, la satisfacción de las reivindicaciones de esta organización contribuiría a recuperar crédito y a dignificar su propio producto mediante una revisión de contenidos que se hace absolutamente indispensable. Si se habla de debate y de participación democrática, hay que ser consecuentes. Si se quiere robustecer el hecho cultural para hacer efectivos los principios de la representatividad, el pluralismo y la diversidad, hay que moverse a partir de ahora con otros esquemas.

Imposible hablar de competitividad, de profesionalidad, de comunicación seria o de industria audiovisual si se prosigue por la misma senda.

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