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El rollo de la deuda pública

José A. Alemán / José A. Alemán

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Pero hay que cubrir los meses que faltan y no conozco otra forma que la contumaz incorrección política de no aceptar el dogma BERLINÉS-monclovita de que los recortes y la leña a los de abajo son la única solución; por más que, probablemente, no serán ni siquiera solución. Pero no entraré en tan espesa discusión. Prefiero bucear en los análisis de expertos ahogados por el fragor mediático de la derechona, que, sin embargo, han producido ya una notable literatura que desmiente los dogmas: quizá sea el rigor de esas críticas las que provoquen incomparecencias y la sustitución de las explicaciones por la mera afirmación de que se está haciendo lo que se tiene que hacer. O la de los brotes verdes psocialistas por el menos poético rayo de sol.

De entre los dogmas negados figura que la causa principal de la crisis es la deuda pública. El excesivo gasto de los gobiernos en servicios públicos ha disparado esa deuda y son necesarias las durísimas políticas de austeridad a las que se ha sumado el PP con furor de converso. Una interpretación de la discrepa Juan Torres, catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla: dejando a un lado que el problema más grave es el de la deuda privada, que esa es otra, asegura Torres que el origen de la deuda pública no es el gasto de las administraciones sino la prohibición a los gobiernos de financiarse a través de los bancos centrales y obligarlos a recurrir a la banca privada que presta el dinero a precios de mercado, lo que ha provocado el tremendo encarecimiento de la deuda y enormes beneficios a la banca privada; que es, no nos engañemos, en lo que están.

Cita Torres a estos efectos un trabajo de los economistas franceses Jacques Holbecq y Philippe Derudder (1) quienes afirman que en toda la UE se pagan anualmente unos 350.000 millones de euros a la banca privada por estos préstamos La conclusión es que si el Banco Central Europeo hubiera funcionado como tal, en lugar de ceder la financiación a la banca privada para que hiciera un negocio descomunal, no estaríamos padeciendo la que nos han echado encima.

En el caso español, se sabe que el Estado ha pagado tres veces la deuda que tenía en 2000 y el hacendista leonés Agustín Turiel ha demostrado que solo en 2008, 2009 y 2010 España tuvo que pagar 120.842 millones de euros para hacer frente a la deuda en las condiciones impuestas por el mercado. En los Presupuestos de 2012 se consignan más 28.000 millones solo de intereses. Hagan números y verán quien se lleva lo que nos quitan.

Junto a la procura del mejor negocio bancario (a nuestra costa, claro) menciona Torres como otras causas del disparo de la deuda pública la política de moderación salarial y de fomento del trabajo precario, las reformas fiscales regresivas y el estímulo a la especulación que ha fortalecido el poder oligárquico y disminuido la generación de ingresos privados que nutran las arcas públicas. Se ha tratado, insisto, de favorecer a los bancos y a los grandes grupos empresariales, que apenas pagan impuestos, aunque no por eso renuncian a redondear ganancias con el fraude: de abonarlos, afirma Torres, quizá no hubiera sido necesario recortar el gasto público.

Son varias las causas que aparecen como verdadero origen de que la deuda pública se desorbitara. Pero las citadas bastan para poner de manifiesto la infamia de unas medidas de austeridad que recortan derechos sociales y recursos para el bienestar y que se perciben como el intento de facilitar la continuidad del negocio y los privilegios de la banca privada y de las grandes empresas, política agravada en España por los claros intentos de llevarse por delante el Estado de bienestar que se había conseguido (inferior, por cierto, a la media europea) y forzar el retroceso de los derechos ciudadanos puestos bajo vigilancia en lo que se afinan los argumentos para reprimirlos.

*Holbecq, Derudder, La dette publique, une affaire rentable: A qui profire le système? (Ed. Yves Michel 2009). Dicho queda para los más noveleros.

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