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La semana de 65 horas

José A. Alemán / José A. Alemán

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No hay que ir lejos para ver cómo trata la derecha del laissez faire a lo bestia de recortar las conquistas sociales. Sin salir de Gran Canaria, son notorias las reducciones presupuestarias de los servicios sociales o su directa eliminación por parte de Soria, por ejemplo, con fuertes enfrentamientos con diversos colectivos. Pedro Quevedo, consejero del ramo del actual gobierno insular, dice que los servicios sociales están al borde de la quiebra. Ayer supimos que el Juzgado de lo social ha condenado a Sanidad a dar gratuitamente fármacos, pañales y cobertura en general a los niños discapacitados. Y no les hablo de la escasez de plazas geriátricas públicas para no extenderme en este grave problema.

La idea que anima esas políticas, no nos engañemos, es que ni los discapacitados ni los ancianos son individuos productivos. Sólo suponen gastos y atenderlos equivale a tirar el dinero a la basura; considerar que tienen derecho a atención es disparatado. Si no suscribieron un seguro (privado, of course), que se jodan. Eso es lo que piensan y lo que hacen aunque lo edulcoren para no perder el voto de los perjudicados.

Mentiría si dijera que no esperaba este intento de prolongar la jornada laboral. Ya habían logrado que se vea normal la moderación salarial, sin contención de los beneficios empresariales y ya tocaba dar el pasito que tiene bastantes posibilidades de salir adelante en el Parlamento Europeo, vista la correlación de fuerzas.

En Canarias, el presidente de la CCE, Sebastián Sánchez Grisaleña, calificó la propuesta de “auténtico atropello” y de “retroceso”. Por el contrario, a Angel Luis Tadeo, presidente de la Cámara de Comercio de Gran Canaria, le parece “fabulosa” la idea, aunque no dijo para quién. Mientras Grisaleña pone el acento en la mejora de la productividad, lo que es hoy apostar por la inversión tecnológica y la mayor cualificación, Tadeo sueña con las jornadas agotadoras que imponían los constructores de las pirámides, que son, es verdad, el más fabuloso legado de la explotación de seres humanos. Sólo les falta ya liberalizar el trabajo infantil.

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