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Otras dos sugerencias turísticas más (y 2)

José Francisco Fernández Belda / José Fco. Fernández Belda

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Como los historiadores enseñan y los ciudadanos del mundo con un mínimo de culturilla universal saben, la ubicación geográfica del archipiélago canario fue fundamental para el descubrimiento de América y las navegaciones posteriores hacia esas tierras. Pero un par de siglos antes de que Cristóbal Colón apareciera por aquí, ya algunos aventureros, cartógrafos y frailes mallorquines habían arribado a nuestras costas. Estas y otras cosas históricas debieran ser conocidas por casi cualquier político canario medio culto. En sentido contrario cabe recordar aquella hilarante y famosa anécdota de cuando unos concejales votaron si Cristóbal Colón había o no recalado en Gran Canaria. No importa lo que la historia dijera, ellos decidieron, eso sí muy democráticamente, que el Almirante no había pasado por esa isla. Tal vez estaba obsesionado y sólo tenía gran prisa por tirarle los tejos a la Condesa de La Gomera. Si Colón viviera hoy, habría llamado antes al teléfono de la Ministra Biniana Aído y hubiera dejado de estar tan “confundido” con su papel masculino. La historia ya no sería la misma, no se sabe si para bien o para mal, pero distinta sin lugar a duda. En vez de ir a la conquista de las apetecibles Indias por las bravas, las hubiera invitado a cenar previamente.

Con estos antecedentes, es inconcebible que en Canarias no se haya desarrollado toda una importante industria cultural y económica basada en la figura de Cristóbal Colón y orientada al turista, tanto al que sólo aspira a divertirse como el que, además de pasarlo bien, quiere añadirle un toque cultural a su estancia. Por supuesto que merece aplauso y reconocimiento la más que meritoria labor desarrollada por las Casas Museo de Cristóbal Colón en Vegueta y en San Sebastián de la Gomera, pero esta propuesta es de otra naturaleza y es complementaria a esas otras ya existentes.

Sirva un ejemplo, entre muchos, para ilustrar la propuesta. En el parque grancanario del Castillo de la Luz, se depositó en su día la réplica de la carabela “La Niña”, colofón de un triste peregrinar tras un largo y penoso olvido. Era la tercera que construía el capitán Carlos Etayo y en ella navegó hasta América “tras la estela de Colón”, como tituló su viaje y su libro. Desde hace años las obras de restauración del Castillo de La Luz están como dormidas. En ese marco se pensó, aunque no sé si la idea sigue en pié, montar un museo naval, al que yo añadiría un taller didáctico de las técnicas de navegación y cartografía desde el ayer hasta el hoy. Creo que sería de gran interés turístico y educativo transformar ese entorno en una especie de mini parque temático basado en la figura del Almirante de las Mares Océanas. Siendo el alcalde de la ciudad, Jerónimo Saavedra, una persona de reconocida cultura y sensibilidad y siendo historiador el Presidente del Cabildo, José Miguel Pérez, creo que no habría que explicarles mucho más el fondo del asunto.

Palos de la Frontera, conocida también por Palos de Moguer, ha montado una industria de ocio, artesanía y cultura basada en el hecho histórico de que Colón durmió un par de noches allí, ¿somos los canarios menos espabilados que los onubenses? Pues va a ser que sí? como se dice ahora.

La segunda sugerencia que le propongo al Sr. Moreno, don Roberto Jr., es de otra naturaleza, pero también tiene que ver con el área museística. Hay gentes, no sé muy bien si mucha o poca, que se pasa la vida coleccionando cosas y que, cuando llega a mayor o le falta espacio en su casa, le gustaría disponer de una solución para que el fruto de sus ansias y desvelos no se pierdan y su colección pueda ser vista y admirada por otras personas. No se trata de un lugar donde ocasionalmente alguien puede exponer su colección, que de esos sitios ya hay muchos, sino un espacio público permanente, visitable y ampliable. Sería el “Museo de las Colecciones”, cuyos fondos se nutrirían de donaciones de particulares. Allí podría haber desde las clásicas colecciones filatélicas, numismáticas, vitolas de puros, llaveros, mini botellas de vino o licores, hasta casas de muñecas pasando por el maquetismo aéreo, náutico, ferroviario y de cuantas otras cosas la gente haya gustado coleccionar y no sean el objeto de otros espacios específicos, como pudiera ser el Museo del Carnaval o las salas de arte. Formarían parte de un curioso y atípico patrimonio cultural al servicio de todos.

Este par de sugerencias aquí expuestas, las otras dos anteriores y cuantas otras se pudieran implementar, podrían constituir el catálogo para implementar rutas de interés cultural y turístico que haga atractiva las visitas y paseos por nuestras ciudades. Los diversos recorridos deberían también incluir una sabrosa oferta gastronómica, elaborada con productos de la tierra, para terminar disfrutando de un espectáculo folclórico diario, porque diariamente se renuevan los visitantes. ¿Puede comprenderse fácilmente que teniendo un riquísimo acervo musical y de bailes, tantos grupos, tantos visitantes y tanto que mostrar, no haya una exhibición permanente y sistemática de esa riqueza artística y cultural? ¿Qué nos ocurre a los canarios en lo más íntimo del alma para que parezca que siempre queremos ocultar lo nuestro?

José Fco. Fernández Belda

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