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El valor de la lealtad

Eduardo Serradilla Sanchis / Eduardo Serradilla Sanchis

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No obstante, alguna veces sí que me arriesgo a leer algún artículo con un marcado contenido cinematográfico y eso que mi salud mental me lo desaconseja constantemente.

El último desastre que tuve la poca fortuna de leer, se publicó en un periódico de tirada nacional y, como suele ser habitual, tropezaba en las mismas piedras de siempre. Para empezar, anticipaba detalles de películas que no venían a cuento, en franca discrepancia con los avances de muchas de esas películas, los cuales no contaban tanto como la persona responsable del artículo que leí.

Después incidía en unos títulos, evitando otros, sin que hubiera una razón lógica para hacerlo. Si su interés era el de hacer un repaso por los próximos estrenos del nuevo año, el 2011, mejor le hubiera ido el hacer un listado lo más completo posible y dejar a un lado los chismes de rigor, pero...

Y para terminar, relegaba al furgón de cola todas la producciones de cine fantástico, las pocas de las que hablaba, dado que se dejaba en el tintero a la gran mayoría de títulos que llegarán a las pantallas en los próximos meses, tachándolas de “cine de palomitas” y ya está.

Imagino que, por eso, son dichas producciones las que llevan “salvando los muebles” a la industria durante los últimos años y, por la misma razón, los multimillonarios avances que se proyectaron en la pasada edición de la Superbowl tenían todos que ver con producciones de este tipo. Claro que si tu interés, como escribiente cinematográfico, es solamente ver las producciones más tristes, oscuras y deprimentes que se pongan a tu alcance, pues genial, como dice el refrán, “cada loco con su tema”.

Sin embargo, creo que se puede lograr un término medio mucho más saludable, disfrutando de muchas de las películas que llegan a las pantallas, a lo largo del año.

Además, lo mejor del caso es que, entre los “profundos análisis” del mencionado escribiente cinematográfico, se había pasado por alto algunos detalles que considero muy importantes.

Uno de estos detalles olvidados tiene mucho que ver con las dos películas que marchan con paso firme hacia la próxima entrega de los Oscar, The Social Network (David Fincher) y The King´s Speech (Tom Hooper). Ambas tratan de un mismo tema, aunque desde posiciones bien distintas. Ambas hablan de la lealtad, bien o mal entendida, y cómo ésta define la trayectoria vital de los personajes protagonistas de ambas producciones.

En la primera, The Social Network, sensacional adaptación cinematográfica del libro de Ben Mezrich The Accidental Billionaires: The Founding of Facebook, A Tale of Sex, Money, Genius, and Betrayal (2009) el protagonista del historia, Mark Zuckerberg ?uno de los cerebros responsables de Facebook- termina por traicionar a unos sus mejores amigos Eduardo Saverin, uno de los co.creadores de Facebook junto a Zuckerberg.

La sobresaliente película de Fincher deja claro que Zuckerberg cayó en las redes de otros genios emprendedores como él, especialmente Sean Parker, co-creador de Napster, quien le hizo ver que el futuro de su Red social pasaba por mudarse hasta la soleada California.

Zuckerberg se dejó seducir por la impronta del “sueño americano” y se olvidó de que la lealtad es algo que no se debe traicionar y menos de la forma en la que lo hizo.

Quizás el mejor resumen lo expresa una abogada que forma parte del bufete que lleva el caso contra Zuckerberg por mala praxis empresarial. Zuckbergerg le dice “Aunque piense lo contrario, no soy un mal tipo”. Ella le mira y le responde “Sí, lo sé. Lo que ocurre es que, para no serlo, está poniendo mucho de su parte para conseguirlo”.

En el extremo contrario se sitúa la no menos sobresaliente película The King´s Speech, dirigida por Tom Hooper, una historia que cuenta cómo un rey supo ver más allá de las imposiciones de su cargo y valoró en su justa medida el esfuerzo y la amista de una persona con la que tuvo la fortuna de convivir. The King´s Speech demuestra que, antes que rey, un soberano es una persona, con las mismas necesidades que cualquiera de nosotros. Además, la película demuestra que para encontrar una solución no siempre se puede ser “políticamente correcto”. Las soluciones y las reglas de protocolo casan difícilmente entre si y, por fortuna para los británicos, el rey Jorge VI y su esposa, la reina Isabel, supieron valorar el tesón y la entrega de un plebeyo como Lionel Loque, empeñado en lograr que su majestad dejara atrás su marcada tartamudez.

Loque, desde el principio de su relación profesional, marcó sus reglas, muy alejadas de los retrógrados y carcamales médicos de la corte y, para él, su paciente se llamada Bertie ?nombre coloquial utilizado por la familia real para referirse al soberano británico. A partir de entonces, Bertie y Lionel trabaron una relación que sobrepasó lo profesional para convertirse en una amistad que duró hasta el final de sus días.

La distinción concedida por el soberano, la Orden Real Victoriana, instaurada por la reina Victoria y que le fue concedida a Loque en 1937 ?primero como miembro- y luego en 1944, en la categoría de Comandante, es un regalo personal que otorgó el rey por los favores prestados hacia su persona y durante su mandato.

No obstante, lo que verdaderamente merece la pena destacar es que el soberano no traicionó la lealtad depositada por Logue a lo largo de todos los años en los que ambos estuvieron trabajando y colaborando juntos, algo que sí hizo Mark Zuckerberg con su amigo y compañero de universidad Eduardo Saverin.

Jorge VI consideró que la mejor forma que podía pagar a Lionel Loque fue su agradecimiento y su amistad, la cual duró dos décadas, hasta el momento en el que ambos abandonaron este mundo.

Ignoro si, tras lo sucedido, Mark Zuckerberg y Eduardo Saverin han vuelto a tener relaciones, pero ambos deberían aprender de la lección que todo un monarca británico le supo dar al mundo, prefiriendo mantener la relación con una persona, tan “políticamente” incorrecta, pero entregada y genial como Lionel Loque.

Y si no me creen, por favor, vayan al cine y vean ambas películas...que es en el cine donde se tienen que ver las películas y no en la pantalla del ordenador, tras habérsela bajado de Internet de manera ilegal.

Eduardo Serradilla Sanchis

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