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El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora

Alaya toca las teclas del Cabildo de Soria

José Manuel Soria y Miguel Jorge Blanco, en una imagen de archivo.

Se veía venir y ha llegado. La jueza Mercedes Alaya, de Sevilla (y olé), instructora del caso Enredadera, ya ha entrado a saco en el Cabildo de Gran Canaria, y más concretamente en la era soriana al frente de esa Corporación (2003-2007). Fueron cuatro años de furia y trapisondas que se fraguaban en varios despachos, algunos de los cuales de mucho lustre, a los que se convocaba a los empresarios para que escucharan las peticiones con un aparato de sonido emitiendo música para evitar grabaciones indiscretas. Fueron los tiempos del viaje del salmón (2005), cuando Soria veraneaba en versión ventajosa en el complejo de Anfi del Mar, viajaba con su dueño a Salzburgo y a Trondheim, y le arreglaba de paso una urbanización turística de 5.000 camas en el barranco de El Lechugal, Anfi Tauro. Eran los tiempos de la bandera de 360.000 euros de instalación y 30.000 al año de mantenimiento, los tiempos de seis millones de euros al año en gastos de publicidad solamente para la presidencia. Los tiempos en que Soria ordenó que se registrara un periódico digital para que, dos de sus periodistas lacayos, pagados con dinero público, ejecutaran una campaña de descrédito contra Canarias Ahora con el éxito que se puede observar en estos precisos momentos. Fueron los más gloriosos momentos de Larry Álvarez, Larry el ejecutor de las mayores atrocidades de Soria, luego caído en desgracia –vaya usted a saber por qué- para terminar convertido en maldito. La juez Alaya ha dado con una pieza secundaria de aquellos años de caciquismo, el ingeniero Ulises Pérez, por entonces mano derecha del consejero de Obras Públicas, Miguel Jorge Blanco, elevado a la categoría de presidente del PP en Gran Canaria para suceder a Soria al frente de la marca en esa Isla. A Ulises Pérez y a Miguel Jorge Blanco nos lo encontramos dos periodistas en el restaurante Madrás, desgraciadamente desaparecido por la mala cabeza de uno de sus socios –Javier Artiles- tropezándose torpemente con una butaca de la barra y dejando que se le cayeran al suelo del interior de una bolsa de Movistar decenas y decenas de billetes de 50 euros. Los acababa de recoger de esa misma butaca de manos de un empresario al que luego no pudieron adjudicarle nada por haber quedado marcado para siempre. Cuando le preguntamos de dónde había salido tanto dinero en billetes tan nuevecitos que llenaron por completo el suelo de la pequeña zona de bar del restaurante, la respuesta fue que Ulises acababa de cobrar una herencia en el despacho de un abogado y con el dinero a cuestas había acudido a aquella cita.

Ahora, en el Granca

Fue una explicación absurda que, desde luego, puso en la picota al ingeniero, a su mentor, Miguel Jorge Blanco, y al empresario allí presente, que no había tocado la bolsa con el dinero y que seguramente ni siquiera sabía que alguien en su nombre lo acababa de entregar. Desde entonces, Jorge Blanco cayó en desgracia y optó por una retirada a la segunda fila, sin exposición periodística y, desde luego, evitando cualquier contacto con la gestión pública. Ahora es parlamentario regional del PP, con un perfil político tirando a plano. Su largo tiempo al frente de Obras Públicas del Cabildo, consejería que continuó asumiendo cuando llegó Soria, le contaminó demasiado. Como le contaminó seguramente su estrecha y viaje amistad con Adolfo de la Torre, delegado de Fitonovo en Canarias y uno de los imputados por Alaya dentro de la operación Enredadera. Su relación les ha llevado incluso, mira tú qué cosas tiene el destino, a estar muy cerca del punto caliente de los juzgados sevillanos, porque alguna vez fueron juntos incluso a la Feria de Abril. A Ulises Pérez, el funcionario al que se encamina Alaya, nos lo hemos encontrado ahora ejerciendo no se sabe muy bien de qué en las dependencias del Club Baloncesto Gran Canaria, propiedad como saben del Cabildo de la Isla. Allí no ha perdido el contacto con Adolfo de la Torre, como evidencian algunas relaciones que más pronto que tarde alguien hará aflorar desde el mismo Cabildo. De aperitivo, sepan que una de las propiedades embargadas por Alaya a De la Torre, un espléndido chalé localizado en la carretera de Los Hoyos, ha gozado de dos beneficios imposibles para el resto de los ciudadanos: una canalización de 200 metros de aguas residuales a costa del erario público y el soterramiento de las líneas de baja tensión que pasan por delante de su fachada, también por la remanguillé.

Funcionarios sospechosos

Otro personaje en apariencia secundario que se ha visto salpicado por los presuntos sobornos de Fitonovo es el ex jefe de Carreteras del Gobierno de Canarias, el veterano –ya jubilado- José María Maya. Empezó a tener poder en ese negociado desde la etapa del desaparecido Ildefonso Chacón y del ineludible (y recientemente fallecido) Martín Paredes. Alaya está convencida de que Maya también ha recibido sobornos de Fitonovo vía Adolfo de la Torre, pero sin embargo, aún no lo ha imputado ni lo ha llamado a declarar. Fueron demasiadas décadas de ver pasar muchas adjudicaciones por delante, y en algunos momentos, de poder casi absoluto, como aquella etapa de Paco Cascos al frente de Fomento, colocando en las rotondas de toda España –incluidas las canarias- esculturas de artistas relacionadas con la actividad de la que por entonces era su esposa. En defensa de Maya han salido algunos que lo conocen bien, como el actual consejero de Obras Públicas, Domingo Berriel, olvidando que todavía pueden salir más cosas. Y olvidando que ya siendo un feliz jubilado, su departamento le siguió dando trabajo, como un negociado sin publicidad por más de 50.000 euros para un proyecto de carreteras en Fuerteventura.

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