Con unas cuantas horas de distancia nos atrevemos a contarles algunas cosas sabrosas que ocurrieron este jueves en la Junta General Ordinaria de la UD Las Palmas, más allá de los pactos germanosoviéticos a los que seguimos encontrándoles su gracia. Ya saben que el protagonismo principal fue para dos personas que han demostrado que la amistad no está hecha para adornar su relación. Manuel García Navarro acudió a la reunión con las espadas en alto, aún a sabiendas de que su representación no iba a ser decisiva para cambiar las cosas. Pero ya ha puesto en evidencia que la etapa que se avecina para el club y su consejo de administración será bastanbte convulsa. El otro protagonista, claro, fue Gonzalo Angulo, que recibió los más sonoros abucheos y palabras gruesas de la noche, a pesar de que iniciara cada una de sus intervenciones con frases tales como “no tengo mucho interés en hablar” o “sin ánimo de polemizar”. Pues menos mal, decimos a toro pasado y analizando el resultado de la junta, porque salvo la secretaria del consejo, Sonia Ferrera, allí no había muchas personas que prestaran especial crédito a sus intervenciones. Tanto que, cuando se vio en inferioridad de condiciones, recurrió a su manida apelación a la demagogia del adversario con claro olvido a la suya propia. Especialmente fue así cuando defendió lo “razonable” del coste del nuevo estadio, y la gestión del actual consejo. Pero le detectamos un momento de debilidad. Fue cuando un accionista, Ricardo Ríos, le reclamó el convenio para el traslado al Angulo Arena. La respuesta del consejero del Cabildo fue que el convenio en cuestión se puede consultar en un medio de comunicación que lo ha publicado. Se refería a nosotros, lo que explica que se haya puesto enfermo y el viernes no acudiera al pleno de la Corporación.