Detrás de esa sonrisa Profident y ese pelo Pantene que de manera tan gloriosa luce la delegada del Gobierno en Canarias, María del Carmen Hernández Bento, debe esconderse una mujer dura. Muy dura. Vamos a dejarlo en dura, ¿vale? No podemos hablar por propia experiencia porque no tenemos el placer de conocer en profundidad a la señora delegada más allá de unos escuetos saludos que intercambiamos por la debida cortesía, pero los hechos la sitúan como una persona de trato complicado con su más cercano equipo de colaboradores. Que tengamos contabilizadas ya van tres bajas voluntarias de personal de confianza que la acompañó a la Delegación del Gobierno cuando fue designada para esa tarea por Su Excelencia, de la que es persona de la máxima confianza. Primero cayó el responsable de prensa, que continua a día de hoy guardando un sepulcral silencio acerca de los atropellos personales y profesionales que sufrió. Luego la jefa de Gabinete, una profesional que quiso poner tanta tierra de por medio que hasta marchóse de Canarias. Esta semana le ha tocado el turno al jefe de la Secretaría Particular, Fidel Rodríguez García, que no sabemos si se marchó porque estaba hasta los mismísimos cataplines o si se marchó porque estaba hasta los mismísimos cojones. La diferencia, como comprenderán, es muy sutil, por lo que les rogamos que la analicen con detenimiento. El resultado, no obstante, es el mismo, que a la señora Bento no la aguantan mucho. Y eso a pesar de la reforma laboral.