Mogán, siempre Mogán y los estilos de gobernar que allí imperan y que terminan contagiando lo que no deben contagiar. Allí donde los grancanarios deberían crear riqueza y bienestar parece que lo que está creciendo es un perro flaco. Y ya saben ustedes lo que le pasa a este tipo de chuchos con las pulgas. La sombra del alcalde, cuya baja no le impide ser socio de unas cuantas sociedades, algunas de alquiler de coches, otras de radiotelevisión y otras de juegos, se suma a la falta de cuerpos nacionales que den cordura y estabilidad a ese Ayuntamiento, donde por haber fantasmas, son de tal calibre que ni las iniciativas positivas prosperan. Por si era poco ese marasmo en el que todos van remando en la dirección que pueden, ahora vamos y descubrirmos que aspectos tales como la agenda de asuntos a abordar y las decisiones a tomar no están en manos de los políticos en los que delegan los ciudadanos, sino en algunos funcionarios con cierto grado de estiramiento. Eso se llama déficit democrático, y la democracia, mientras no se demuestre lo contrario, no es solamente moralmente positiva, sino una ventaja para la misma democracia. Menos mal que están a punto de abrirse las ventanas.