Como les decíamos un poco más arriba, el auditorio no respondió entusiasta ni mayoritariamente los tres intentos consecutivos de la alcaldesa de La Oliva, Claudina Morales, de premiar a Paulino Rivero por el duro alegato que hizo contra las prospecciones petrolíferas cerca de las costas de Canarias. El presidente fue durísimo, lo que tiene su mérito si se valora la extracción política, económica y social de su auditorio, con la delegada del Gobierno escuchando atenta en la primera fila, y con unas huestes empresariales tan alejadas del epicentro extractivo que les incapacita para comprender el verdadero peligro que para sus propios negocios puede suponer una trágica consecuencia de esas explotaciones petrolíferas. Rivero fue durísimo: “No hagamos apuestas suicidas”, soltó como primer aviso a navegantes, “no ensuciemos nuestro futuro”, remató. La postura que escenificó el presidente del Gobierno en ese contexto, rodeado de empresarios de derechas, sin apenas arrope nacionalista, cuando se hablaba de promocionar Canarias, de una nueva estrategia de comunicación, sólo demuestra que no va a haber paños calientes ni pasos atrás en la oposición al empeño del ministro Soria de que Repsol extraiga petróleo en la zona por encima de cualquier consideración. Si unimos ese alegato de Rivero con las declaraciones de los últimos días en diferentes foros dándole al ministro de Industria directamente en el bebe por los estropicios que hace en Canarias, todo hace pensar que el presidente no se está plegando lo más mínimo a las tibiezas de algunos de sus compañeros de partido ?mayormente tinerfeños- que abogan por regresar a los pactos con el PP en cuanto se pueda.