Imposible sustraerse a un comportamiento tan desvergonzado: el ministro de Industria, Energía y Turismo asistió este lunes en el muelle de Arinaga al arranque de un prometedor proyecto experimental de energía eólica implantado por Gamesa que puede suponer un hito en la historia de las renovables en España y la salvación para esta compañía. Es el ministro, José Manuel Soria, que se ha ocupado personalmente y en nombre de los lobbys de la energía convencional de descerrajar un tiro en la cabeza al sector de las renovables; y el mismo ministro que, siendo presidente del Cabildo de Gran Canaria, desarboló un proyecto experimental similar, pero entonces en manos de una empresa pública, Megaturbinas de Arinaga, para entregar esa concesión privilegiada en el espigón del muelle de Arinaga al empresario Javier Esquivel, a la sazón su casero en versión gratuita durante al menos 21 meses. Es imposible, insistimos, pasar por alto el relato de la cara dura que adorna al presidente del Partido Popular de Canarias que se constituye en el acto de este lunes como si él fuera el valedor del sector de las renovables o como si todos los ciudadanos de Gran Canaria fuéramos unos desmemoriados que no recordamos cómo fueron de cochinas aquellas gestiones suyas, de su hermano Luis Soria, del ex presidente portuario José Manuel Arnaiz? para ponerle a Esquivel el negocio llave en mano sin concurrir a concurso público alguno y en el mejor campo de vientos de Europa. Es imposible, además, evitar recordar cómo reaccionaron los Soria y los Esquivel cuando este periódico descubrió el caso Chalet, cuando con la contabilidad de la empresa Atlantic Building en la mano, demostramos a nuestros lectores y a un juez de instrucción que no habíamos mentido cuando decíamos que el hoy ministro vivió de okupa en un chalet satauteño del empresario portuario mientras le tramitaba el fabuloso pelotazo eólico de Arinaga. Aquel libro mayor de la empresa de alquiler de inmuebles de Esquivel reflejaba un apunte contable revelador: que la renta de la familia Soria pasaba a la cuenta del empresario. Para contrarrestar aquella evidencia, los Soria y los Esquivel se presentaron ante el juez (que se los admitió sin miramientos) con unos recibos falsos, sin membrete, sin sello y con errores en las fechas, que pretendían fueran más válidos que una contabilidad oficial. Y no lo hacían para defenderse de una querella por tráfico de influencias, prevaricación o cohecho, no, que aquí nadie denuncia ni actúa de oficio contra poderosos así. Lo hacían para tratar de acusar a dos periodistas de esta casa de injurias y calumnias y pedirles 700.000 euros de indemnización y dos años de cárcel. Pues sí, ese ministro desvergonzado se presentó este lunes en Arinaga a sacar pecho y a fotografiarse ante una megaturbina que no hubiera sido posible de haber prosperado el pelotazo de su compadre el casero. (Por cierto, los dos periodistas fueron absueltos en una sentencia en la que se propinaba un tirón de orejas a su excelencia y se le condenaba a las costas, luego perdonadas de modo servil por la Audiencia Provincial).