El deterioro de la Charca de Maspalomas, un conflicto entre la naturaleza y el desarrollo turístico de Gran Canaria

Charca de Maspalomas con el Faro y varios hoteles al fondo.

Adrián Suárez

Las Palmas de Gran Canaria —

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Los malos olores y los mosquitos en la Charca de Maspalomas no son nada nuevo. La laguna, un histórico paraje natural junto a las emblemáticas Dunas de Maspalomas, se encuentra rodeada por hoteles y apartamentos que forman el motor económico de Gran Canaria, cuyos intereses a menudo no encajan con sus ciclos naturales. La muerte de peces y la putrefacción se dan naturalmente en este ecosistema dependiendo de las condiciones climáticas, pero esta vez están agravadas por la introducción de una agresiva especie exótica. El Cabildo de Gran Canaria aboga por esperar a que el ecosistema se recupere naturalmente, evitando las intervenciones más agresivas de otros tiempos. Mientras, continúa el conflicto entre la preservación ecológica y la explotación turística sin soluciones sencillas a la vista.

Estos días hay un leve olor a putrefacción en los alrededores de la Charca, en cuyas orillas se pueden ver muchos peces muertos. El olor es desagradable, aunque no sofocante, y viene en rachas dependiendo de la zona y del viento. Además del mal olor, el actual estado de la laguna disminuye su esplendor paisajístico y ecológico, y puede producir también un incremento de los mosquitos en la zona que son molestos para los vecinos y visitantes de la zona.

Todo esto se debe a que la Charca está en eutrofización, un proceso de contaminación del agua muy común que se da cuando hay un exceso de nutrientes que produce una proliferación descontrolada de las algas y bacterias.

“Se está pudriendo todo”, dice Luis Hernández, geógrafo del Instituto de Oceanografía y Cambio Global (IOCAG) de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC). “Se están pudriendo las algas y los peces que se van muriendo, y al final es una cadena, ya que cuanto más se pudre, más difícil es el entorno para la vida, haciendo que se mueran más y se pudran más”.

Todos los expertos consultados coinciden en que este es un proceso natural y que es normal que produzca malos olores. Hernández dice que un par de años secos consecutivos pueden ser suficientes para causar la eutrofización. Javier Arístegui, catedrático de Ecología de la ULPGC, añade que la Charca es un sistema naturalmente eutrofizado porque es muy somero y tiene poca renovación del agua de lluvia procedente de las cumbres de la isla a través del barranco de Fataga y las entradas del mar cuando las mareas fuertes rompen la barrera de arena que dividen los dos cuerpos de agua.

La eutrofización se puede producir por causas artificiales o naturales. La acción humana puede desencadenar el proceso a través de los vertidos orgánicos que desequilibran la cantidad de nutrientes en el agua y producen una proliferación descontrolada de algas. La eutrofización por vertidos se ha dado en la Charca en el pasado, pero ahora el control de los vertidos y la depuración de las aguas residuales previene que causen problemas de este tipo. Por otro lado, las condiciones climatológicas, como los cambios en las mareas, las lluvias, las temperaturas y el viento, también pueden desencadenar este proceso de manera natural.

En este caso, hay muchos factores, tanto artificiales como naturales, que probablemente han influido en el actual estado del ecosistema. El mayor desencadenante ha sido la multiplicación descontrolada de los peces en la Charca, que han consumido todos los recursos de la laguna y han acabado por quedarse sin oxígeno y morir en masa. La descomposición de sus cuerpos en el agua incrementa la concentración de materia orgánica y desencadena todo el proceso de eutrofización. Según Antonio Cordero, investigador del IOCAG, “la eutrofización es un control natural de la población que reequilibra la población animal a los recursos disponibles”.

Una especie invasora que se puede volver caníbal

Los peces en la Charca no son las lisas, los lebranchos y los sargos que solían habitar la laguna, sino tilapias de Mozambique, una especie exótica invasora que ha arrasado con el resto de peces. Miguel Ángel Peña, el director de la Reserva Natural Especial de las Dunas de Maspalomas, ha asegurado que, sin lugar a dudas, las tilapias llegaron a la Charca introducidas directamente por alguien que las tenía en cautividad. Se trata de una especie usada en piscifactorías por su rápido crecimiento, tolerancia a altas densidades poblacionales y pocas restricciones alimentarias. Es omnívoro, y, además de comer algas, peces y pequeñas aves, se puede volver caníbal si la disponibilidad de alimento se vuelve un problema.

Hay otros factores que reducen el oxígeno disponible en el agua, como la falta de viento y las altas temperaturas, que hacen que el exceso de tilapias acabe desequilibrando todo el ecosistema. El viento es necesario para mover y mezclar el agua de la laguna, facilitando que absorba oxígeno de la atmósfera. Por su parte, el calor, además de acelerar la evaporación, reduce la capacidad de disolución de oxígeno. Por lo tanto, con las altas temperaturas hay menos volumen de agua y menor concentración de oxígeno en ella. El geólogo Luis Hernández señala que el cambio climático podría estar agravando los problemas causados por el calor, y es que este mayo ha sido uno de los más calurosos desde que hay registros.

Esto se añade al problema de base de la falta de renovación del agua desde sus fuentes naturales: el barranco de Fataga y las entradas del mar con las mareas fuertes de orientación sur. Los últimos años han visto pocas lluvias en Gran Canaria, produciendo una seria caída en los niveles de las presas que almacenan el líquido elemento en la vertiente sur de la isla e incluso causando temor entre los agricultores respecto al acceso al agua. El bajo nivel en la Charca muestra el de todo el acuífero de la isla, que es único para toda el teritorio y en la Charca se asoma a la superficie. Además, recuerda Hernández, para que la lluvia llegue a la Charca, es necesario que lo haga en la zona baja del sur de la isla, ya que las de medianías y cumbres quedan retenidas por las presas. La canalización y el control del cauce del barranco conserva el agua como recurso y previene el riesgo de inundaciones en el fondo del barranco y en la llanura de inundación que es ahora el epicentro de la industria turística grancanaria, pero también reduce el flujo de agua que llega a la Charca. Según el geólogo, en la primera mitad del siglo pasado “siempre había un hilillo de agua” que llegaba a la laguna.

Los riesgos depredadores de abrir la Charca al mar

La entrada de agua desde el mar depende de que un temporal de sur rompa la barrera de arena que los separa. A falta de mareas fuertes que renueven el agua naturalmente, hay quienes piden que se abra la barrera artificialmente. Manolo Amador, director general de Medio Ambiente del Cabildo de Gran Canaria, organismo responsable de la gestión de la reserva natural, descarta esta opción y aboga por esperar a una recuperación “lo más natural posible”. El director de la Reserva Natural Especial de las Dunas de Maspalomas ha advertido que si llegan al mar cabría la posibilidad de que las tilapias se adaptaran al hábitat y amenazaran a especies marinas como los equinodermos, las pollas de agua y a los chorlitejos.

La apertura de la laguna al mar es un conflicto constante entre los ciclos naturales del ecosistema y los intereses del turismo. “Cada vez que llueve y se abre la Charca, van con tractores y la cierran prácticamente el mismo día para tener superficie de playa, poner hamacas y que todo vuelva a la normalidad”, critica Leví García, investigador predoctoral del IOCAG y máster en Gestión Costera. “En vez de dejar que el agua devuelva la arena progresivamente y se vuelva a cerrar la Charca a lo largo de un mes y que se limpie, le dejan solo un día para que el turista pueda caminar de Maspalomas hasta Playa del Inglés sin problemas”, añade.

Gran parte de los apartamentos, hoteles y centros comerciales construidos alrededor de la Charca y del Faro de Maspalomas están sobre lo que solía ser una marisma con varias charcas y posibilidad de inundación. Imágenes antiguas muestran que el área ocupada por el agua cambiaba de forma y tamaño dependiendo de los factores meteorológicos. “El problema es que la gente quiere vivir al lado de un cuerpo de agua y de todo un ecosistema sin tener que lidiar con lo que ello significa”, explican fuentes de Medio Ambiente cercanas a la gestión del espacio.

Históricamente, se ha intervenido de manera más agresiva para paliar las molestias que causa la Charca a los vecinos y turistas. Según Hernández, para limpiar los deshechos que llegaban desde el barranco, la laguna se dragaba y se creó una enorme duna de escombros en la zona que desde entonces ha sido limpiada. Además, cuando había un proceso de eutrofización se solía verter petróleo en la Charca para acabar con toda la vida y así prevenir los malos olores y los mosquitos. Se llegó incluso a considerar la impermeabilización artificial del fondo de la laguna, aunque luego se descartó la idea, como ha confirmado Medio Ambiente.

La gestión se concentra actualmente en la retirada de las tilapias muertas en colaboración con el Ayuntamiento de San Bartolomé de Tirajana y en la extracción de tilapias vivas con sistemas de trampeo. El Cabildo ha retirado ya más de 15.000 ejemplares con trampas a través del proyecto Masdunas. “Ojalá se murieran todas las tilapias y que luego hubiera una regeneración natural”, ha dicho el director general de Medio Ambiente.

Los expertos advierten, sin embargo, que se trata de una especie muy resistente a todo tipo de condiciones y que su eliminación total es extremadamente difícil si no imposible. Desde la dirección del proyecto Masdunas, Peña se lamenta de la falta de estudios especializados que indiquen cómo contrarrestar el aumento en su población, ya que lo que abundan son publicaciones para su crianza en piscifactoría o generar reproducción. Luis Hernández, del IOCAG, sugiere que se cree un comité de expertos para evaluar las medidas a tomar para recuperar el ecosistema.

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