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Sobre este blog

Empecé a leer cómics a la misma vez que aprendí  a leer y, desde entonces, no he parado de hacerlo. En todas estas décadas he leído cómics buenos, regulares y no tan buenos, pero siempre he creído que el lenguaje secuencial es la mejor -y más idónea- puerta de entrada para leer tanto letras como imágenes. Ahora leo más cómics digitales que físicos, pero el formato me sigue pareciendo igualmente válido y sigo considerando el cómic un arte.

ALGUNAS RECOMENDACIONES SI DESEAS REGALAR UN COMIC EL DIA DE REYES

El primero de los títulos de esta lista es el tomo integral que recoge los dos álbumes de historia A la sombra del convoy (Le Poids du passé, y L’Espoir d’un lendemain) obra de Kid Toussaint, José María Beroy, Íñigo Moxo y Javi Chaler (Norma Editorial)

Tal y como están las cosas, donde negar los hechos históricos o readaptarlos según las necesidades del mandarín y/o gobierno de turno se ha convertido en pesadilla continua, la obra, basada en los recuerdos de Simon Gronowski -superviviente de la barbarie cometida por el nacionalsocialismo alemán durante más de una década- se me antoja una lectura obligada para quien no quiera ser engullido por los continuos “cantos de sirena” que martillean sobre la psique del ser humano contemporáneo.

Este tomo, de una lucidez y una crudeza que no deja lugar a dobles interpretaciones -aunque ya se sabe que un fanático es un ser desprovisto de cualquier tipo de raciocinio- se resume, muy bien, en dos párrafos escritos por Simon Gronowski recogidos, ambos, en la introducción del tomo español

Rompí el silencio muy tarde. Para delatar a los que afirman que aquello no existió, que no hubo cámaras de gas, ni crematorios, ni asesinatos en masa. Ojalá tuvieran razón: mi familia estaría viva. Estas personas son peligrosas: niegan los crímenes de ayer para cometer otros mañana. Debo contar mi testimonio y quien oye a un testigo se convierte en testigo a su vez.

Hablo en nombre de todas las víctimas de todas las barbaries. Hablo especialmente para los niños de hoy en día, hombres y mujeres del mañana, y para todos los pueblos de la tierra a los que dedico este prólogo. Deben conocer la barbarie de ayer para defender la democracia de hoy. La democracia es una batalla diaria.

El siguiente título, Diarios de guerra de Enrique V. Vegas (Panini Comics), no es un cómic sobre la guerra de Afganistán. Es la guerra de Afganistán, protagonizada por todos los que han tenido la poca fortuna de estar en aquel lugar.

Sus personajes son como siempre, cabezoncitos, pero la historia es dura, áspera, real y a ratos trágica, porque solo así se puede contar una guerra y las tragedias que ocurren en ella.

Olviden lo que han visto del autor hasta ahora, porque Diarios de Guerra es todo menos una parodia. Más bien, es el esperpento que queda cuando el ser humano se ve en cualquiera de los espejos del callejón del gato y se da cuenta qué fácil se pierde la cordura llegado el momento.

La guerra en las trincheras (C'était la guerre des tranchées, 1993) y ¡Puta guerra!,¡Puta guerra! (Putain de guerre !, 2014) ambas publicadas por Norma Editorial en nuestro país, reflejan como ninguna otra obra la realidad de los soldados franceses –conocidos como “Poilus”- los “peludos” y “machotes” soldados franceses que, durante cerca de cuatro años, fueron masacrados entre la podredumbre, las ratas y los cadáveres de quienes tuvieron la fortuna de morir antes de tener que sufrir aquellas condiciones tan mortíferas como lo eran los obuses disparados por las tropas alemanas.

Tardi nos cuenta las pequeñas historias que, día tras día, se iban sucediendo sin dejarse ningún detalle atrás, por muy políticamente incorrecto que éste pudiera llegar a ser. Por ello, nada ni nadie escapa al ojo crítico y mordaz del dibujante, quien, solo o secundado por el guionista Jean-Pierre Verney, responsable del guión de ¡Puta guerra!, nos muestra la guerra tal cual fue, sin rebajas ni edulcorantes que nos ayuden a digerirla.

Es más, las páginas finales de ¡Puta guerra!, recuerdan mucho a las palabras escritas por Dalton Trumbo en su novela Johnny cogió su fusil, obra que puede ser considerada como la mejor novela escrita contra la insensatez de la guerra. La galería de mutilados con la que nos obsequia el dibujante francés es tal que te agita y te revuelve la conciencia, si aún la posees, y te hace replantearte hasta dónde puede llegar la demencia y la insensatez del ser humano con tal de salirse con la suya.

Ambas obras, dignas de figurar en la biblioteca de cualquier universidad –sección historia contemporánea- deberían ser de obligada lectura para quienes quieran entender qué fue lo que de verdad pasó en aquella guerra que iba a terminar con todas las contiendas, tal cual las conocíamos hasta entonces.

Dejando la vertiente bélica y desquiciada del ser humano, hay otros títulos igualmente válidos e igualmente recomendables.

Dani futuro, obra de Víctor Mora y Carlos Giménez (Panini Comics, 2013) es, a día de hoy, y con el estreno del Episodio VIII de la saga creada por George Lucas, una lectura obligada para todos aquellos que no conocieron en el momento de su llegada al mercado al joven Daniel Blancor, quien debutó siete años antes de la llegada del joven Luke Skywalker a la gran pantalla.

La serie del tándem Mora y Giménez no sólo aportó al imaginario de la ciencia ficción española contemporánea un personaje realmente sobresaliente, sino que supuso todo un revulsivo para quienes no habíamos tenido la oportunidad de crecer junto a los grandes iconos de la ciencia ficción gráfica mundial. Además, el personaje y sus aventuras destilaban ese gusto por las aventuras sencillas, pero intensas, sin necesidad de los requiebros mentales de quienes han terminado por rechazar cualquier signo de entretenimiento dentro del noveno arte como si de algo malo se tratara. Entonces primaba entretener y sorprender al lector en cada página, y las abigarradas y atormentadas escalas de grises -que han terminado por copar buena parte de las series que se publican en el mercado actual- estaban solamente reservadas para los existencialistas más atormentados.

Sin quieren leer un cómic con el que disfrutarán con cada una de las páginas que lean y no tener pesadillas cuando se vayan a la cama, Dani Futuro es la mejor elección.

Súper oso y su amigo (Herobear and the kid) publicada por Dolmen Editorial es otra de esas entrañables historias de aventuras, amistad, lealtad y sueños que se convierten en realidad y que tanto se echan de menos en las estanterías de las librerías especializadas de nuestro país.

Dibujada por el animador y artista Mike Kunkel Kunkel, partiendo del blanco, negro, gris y algunas manchas de rojo, nos transporta a un mundo donde todo es posible, sobre todo la esperanza y la imaginación, en una historia dinámica y tremendamente divertida y amena.

Su estilo, muy influenciado por sus trabajos en el campo de la animación –Tarzán y Hércules, ambas de Walt Disney- es ideal para plasmar tanto las correrías del niño Tyler, un alumno cualquiera, de un colegio cualquiera, como el acompañante de un superhéroe grande, peludo y con capa.

El dinamismo ya comentado se ve muy potenciado por una maquetación de página puesta al servicio de la historia que no sigue los cauces normales de otras obras, lo cual se agradece dada la capacidad de Kunkel tanto para dibujar los interiores de la mansión en la que vive Tyler, como las muchas y variadas expresiones de los protagonistas –aunque los matones sean tan inexpresivos como inexistente es su coeficiente intelectual.

El resultado de todo es una obra muy recomendable, tanto por sus cualidades artísticas como por lo acertado y bien desarrollado que está el guión, sobre todo para quienes no hayan perdido la capacidad de soñar e ilusionarse. Aquellos cercanos a los matones de la historia, mejor absténganse de leerlo, y todos contentos.

Y, además, Súper Oso y su amigo, posee una doble lectura, la cual le permite llegar tanto a los más pequeños como a los mayores, ambos necesitados de tener un Súper Oso a su lado.

Por último y no por ello menos importante, les recomiendo, las aventuras clásicas y los tres últimos álbumes de Superlópez y el Súpergrupo, obra de Juan López Fernández “Jan” y Francisco Pérez Navarro, también conocido como “Efepé”.

El Súpergrupo contra los demoledores (Magos del humor# 168); El Súpergrupo contra los ejecutivos (Magos del humor# 175); y El Súpergrupo contra el Papa cósmico (Magos del humor# 183) todos publicados por Ediciones B, demuestran que se puede parodiar un género -el de los héroes empijamados-, tal y como lo hace el guionista Francisco Pérez Navarro, y hacerlo sin perder el respeto, la seriedad y una buena dosis de crítica social, en un país, el nuestro, que prefiere vivir en su propia realidad alternativa antes de aceptar cuál es la verdadera realidad. Si ello le suman las descacharrantes peripecias del desastroso… perdón, perdón, del aguerrido y resolutivo combinado de héroes, juntos, pero no revueltos, sino todo lo contrario, ¿qué más se puede pedir?

Pues por pedir, uno pide disfrutar con los magníficos lápices de un dibujante como Jan, con quien hemos crecido y disfrutado varias generaciones de lectores nacionales, año tras año y aventuras tras aventura. Al final, el resultado solamente se puede definir con un adjetivo: ¡brutal!

Por añadidura, y cuando ya suenan los vientos de una adaptación cinematográfica de Superlópez para las navidades del 2018, lo mejor es ponerse manos a la obra, en este caso, manos al cómic, y disfrutar con una de las mejores propuestas gráficas de cuantas se publican en el mercado nacional, cada año.

El resto pasa por el empeño personal de cada uno por ir a una librería especializada, y disfrutar con la experiencia de descubrir qué se esconde tras de cada una de las portadas que se agolpan en las estanterías.

Si lo hacen, no se sentirán defraudados.

Para más información sobre cualquiera de estas publicaciones, por favor, consulten la web de la librería especializada http://www.leprechaun.es/ o contacte en los siguientes teléfonos: +34928279471 o +34928363112

© Eduardo Serradilla Sanchis, 2018

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Empecé a leer cómics a la misma vez que aprendí  a leer y, desde entonces, no he parado de hacerlo. En todas estas décadas he leído cómics buenos, regulares y no tan buenos, pero siempre he creído que el lenguaje secuencial es la mejor -y más idónea- puerta de entrada para leer tanto letras como imágenes. Ahora leo más cómics digitales que físicos, pero el formato me sigue pareciendo igualmente válido y sigo considerando el cómic un arte.

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