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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal
Sobre este blog

Empecé a leer cómics a la misma vez que aprendí  a leer y, desde entonces, no he parado de hacerlo. En todas estas décadas he leído cómics buenos, regulares y no tan buenos, pero siempre he creído que el lenguaje secuencial es la mejor -y más idónea- puerta de entrada para leer tanto letras como imágenes. Ahora leo más cómics digitales que físicos, pero el formato me sigue pareciendo igualmente válido y sigo considerando el cómic un arte.

SPIDER-MAN: MONSTRUOS DE HOLLYWOOD.

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Hollywood, en su origen, una polvorienta localidad en el estado norteamericano de Los Ángeles, la cual -gracias a la visión de un pionero del séptimo arte como lo fue David Wark Griffith- se convirtió en el símbolo del cine contemporáneo, de la noche a la mañana.

Hollywood, un imán para aspirantes a dirigir, actuar, escribir, construir, coser, iluminar y/o todos aquellos trabajos que tengan que ver con la producción y el rodaje de una película, ha sido, desde su misma fundación, la ciénaga en la que han chapoteado una legión de degenerados y oportunistas, delincuentes de primera, segunda y tercera categoría que vieron en el negocio del cine una forma rápida y fácil de ganar dinero.

Hollywood, el trampolín o la tumba para muchos de aquellos aspirantes a quién sabe qué, la cual se asemeja más a un escenario de pesadilla que al luminoso paseo de las estrellas que se ha querido exportar desde que Nestor Motion Picture Company abriera el primer estudio cinematográfico en el lugar, el 27 de octubre del año 1911.

Hollywood, el actual, un siglo después de sus comienzos, se ha desvelado como lo que siempre fue; es decir, el lugar perfecto para que todos aquellos magnates del celuloide usaran y abusaran de quienes se ponían en sus manos para convertirse en estrellas cinematográficas. La cabeza visible y responsable de que se hayan empezado a levantar las alfombras forma parte del cuerpo de un obeso y prepotente productor, dotado de un innegable talento para ver qué películas podían llegar a triunfar en la taquilla, pero, al mismo tiempo, poseedor de un irrefrenable e insaciable apetito por cualquier mujer que se cruzara en su camino. El movimiento #MeToo es una consecuencia lógica, casi diría que necesaria, antes tanto desatino, el cual ha sido permitido, silenciado y apadrinado por una industria caduca, insensible y, en muchos casos, tan corrupta y torticera como todos aquellos que cimentaron el éxito de sus estudios aprovechándose de la vulnerabilidad de sus estrellas.

Al igual que lo sucedió cuando se destapó el encubrimiento del estamento eclesiástico para con los abusos a menores, por parte del rotativo Boston Glove (2001-2003), todo el mundo en Hollywood estaba al tanto de lo que pasaba, pero nadie quería enemistarse con quienes manejaban los hilos de un organigrama que había adoptado el abuso, en todas sus formas, como un elemento más del mercado laboral.

En realidad, si Hollywood y quienes los sustentan fueran coherentes y aceptaran todo lo que ha pasado, deberían poner en su sitio; es decir, en el banquillo de los acusados -aunque sea de manera figurada- a los grandes magnates de los estudios más clásicos y laureados, aquéllos que tenían entre sus empleados a “más estrellas que en el cielo” y catalogarlos de lo que en realidad fueron, unos degenerados abusadores, sin ninguna cortapisa ética y moral, salvo muy gloriosas excepciones.

Por ello, no deja de sorprender que, ante el gusto por esconder los problemas debajo de la ya mencionada “alfombra”, Marvel Comics, editorial con sus luces y sus sombras, publicara entre el año 2002 y 2003 una serie limitada de seis números titulada Spider-man: Get Kraven. Los seis números estuvieron escritos por Ron Zimmerman y el apartado artístico -dibujo, tinta y color- corrió a cargo de Al Rio, John McCrea, James Hodgkins, Garry Leach y Lee Loughridge. La trama gira alrededor de los abusos cometidos por la industria cinematográfica y, en especial, por los sucios y depravados manejos de dos degenerados productores, los hermanos Joseph y Harold Rothstein.

© 2018 Marvel Entertainment, LCC

Los productores en cuestión luego se verán las caras con Alyosha Kravinoff, hijo de Sergei Kravinoff “Kraven el cazador”, quien, tras tratar de emular a su padre -sin demasiado éxito, todo sea dicho- decide abandonar la fijación heredada de su progenitor para con el vecino arácnido y se muda con su pareja, Timber Hughs, al soleado Hollywood, buscando el calor de los focos, la creación artística y el dinero de la taquilla.

En teoría esto no debería acarrearle ningún problema al rico heredero de la fortuna de los Kravinoff, pero, como muy pronto comprobará “Al” y su pareja “Timby”, en Hollywood abunda una fauna mucho más letal que cualquier animal que pudiera cazar su padre, y ni siquiera la más exhaustiva medicación puede hacer nada para combatir los efectos secundarios generados por tal cantidad de alimañas.

A medida que los días vayan pasando, los excesos no sólo de los dos hermanos Rothstein, sino del resto de parásitos e indecentes que pululan por aquellos parajes, terminarán por demostrarle a la pareja que la fábrica de sueños no es para ellos y que lo mejor que pueden hacer es marcharse por donde han venido, aunque aún les quedará tiempo para patear unos cuantos traseros.

Spider-man: Monstruos de Hollywood (Spider-man: Get Kraven)Spider-man: Monstruos de Hollywood es una lúcida, directa y políticamente incorrecta aproximación al corazón de una industria que, el día que entone un “mea culpa” real, deberá demoler buena parte de los cimientos sobre los que se sustenta. No es una serie gráfica fácil de leer ahora, ni cuando se publicó y nadie le hizo ningún caso, ni ahora, cuando cada día se conoce un nuevo caso de abusos. Ni siquiera su dibujo es especialmente atractivo, algo que tampoco podría embellecer la bajeza moral y la degradación de muchos de los personajes que aparecen en ella.

© 2018 Marvel Entertainment, LCC

Spider-man: Monstruos de Hollywood (Spider-man: Get Kraven) NO es una aventura del vecino arácnido -aunque el personaje se deje ver de tanto en tanto-, sino un duro alegato contra una industria en particular y un mundo, en general, que todavía sigue ciego y sordo ante los abusos de quienes manejan las riendas de este mundo contra el resto de los ciudadanos de pie, tan indefensos como aquéllos que deben enfrentarse a los nauseabundos hermanos Rothstein… ¿O, en realidad, se llamaban de otra forma?

© Eduardo Serradilla Sanchis, Helsinki, 2018.

© 2018 Marvel Entertainment, LCC. All Right Reserved. Spider-man es una creación de Stan Lee y Steve Ditko

Para más información sobre la serie gráfica que se cita en este artículo, por favor consulte el siguiente link: www.leprechaun.es/

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Empecé a leer cómics a la misma vez que aprendí  a leer y, desde entonces, no he parado de hacerlo. En todas estas décadas he leído cómics buenos, regulares y no tan buenos, pero siempre he creído que el lenguaje secuencial es la mejor -y más idónea- puerta de entrada para leer tanto letras como imágenes. Ahora leo más cómics digitales que físicos, pero el formato me sigue pareciendo igualmente válido y sigo considerando el cómic un arte.

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