Espérame donde ganan los buenos

La periodista Ana Sharife

Ana Sharife

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He caído en las profundidades de un largo sueño mientras leía unas páginas de En Düsseldorf no hay ni puede haber leones (2020), de Ignacio Abad. Caí dormida con la luz encendida y el libro y un lápiz como compañeros de cama, pero al despertar he vuelto al Alto Karabaj, donde me dejó la novela, un conflicto que resucitó en 2016 como resucitan todas las guerras, con informaciones lanzadas ad hoc desde los medios de comunicación. “Las manos manchadas de sangre y los dedos de iniquidad” (Isaías 59:3).

La nueva obra del escritor leonés, residente en Japón, editada por Mr Griffin en la Colección Mrs Danvers, narra la visión de la mentira en todos los contextos de la vida. El narrador es un periodista freelance que vive entre dos ciudades: Madrid y Tokio. Un observador desengañado y distante cuyo monólogo interior se va sobreponiendo en varios tiempos hasta actuar como hilo conductor de toda la novela.

Abad ha armado una sólida novela sobre el reverso mezquino del cuarto poder. “No hay que tratar a los lectores como si fueran inteligentes”, dicta el director del medio para el que trabaja el protagonista. “Hay que hacerles sentir que los son”. Es el drama de un reportero asistiendo desde dentro al ocaso del periodismo comprometido con la libertad y la búsqueda de la verdad. Es también la manipulación del lenguaje por gusto, por cálculo político e incluso por desesperación. “Todo lo que esté bien escrito debe hacernos sospechar”.

El escritor presenta una trama múltiple pero precisa y brillante que se lee con fluidez, con la que nos asoma al destino de aquel grupo de milicianos armenios abandonados a su suerte, al episodio vivido en Berlín Este por el señor Nakamori, un inspector de policía jubilado al que las palabras le abandonan definitivamente, o a las actividades del grupo paramilitar ultranacionalista serbia Tigres de Arkan, “parte responsable del mayor genocidio en Europa después de la Segunda Guerra Mundial: el exterminio de miles de bosnios musulmanes”. Es el mundo construyendo sus pesadas formas e identidades sobre las hogueras y los autos de fe, sobre enormes extensiones de sufrientes.

Como escribió Sánchez Ferlosio, en 1982, “la perfecta aeronave de la historia no puede, por lo visto, equivocarse, siempre está en su hora en punto, en su altitud exacta, en la velocidad de crucero prefijada. La aparición de un león en Düsseldorf es un error del león, nunca un error del principio que establece que en Düsseldorf no hay ni puede haber leones” (La mentalidad expiatoria).

Poeta premiado, guionista y columnista, Nacho Abad es un novelista imprescindible para los amantes de la literatura. El escritor se desliza en caída por las páginas del libro, de una dimensión a otra, como en la columna que publica cada domingo en el Diario de León. En Düsseldorf no hay ni puede haber leones es su tercera novela después de El Empleo (2009) y Talita Cumi (2014) y se encuentra en las librerías desde hace escasas semanas.

Este libro, cuya lectura nos deja soliviantados, se parece a una carta postal desde el frente, un telegrama con un final sin geografía y sin tiempo, inesperado. Con personajes que no se sabe sin son espectros o los concibe el novelista para arrastrarlos al mundo de los vivos. Como advirtió Ferlosio en Mientras los dioses no cambien, nada habrá cambiado, sustituir a Dios por el hombre no era en realidad cambiar nada. Mientras no cambien los dioses no ganarán los buenos.

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