Puértolas: ''Escribir es como un parto, cuando acabas hay desvalimiento''

La novelista Soledad Puértolas afirma que escribir es “como un parto” porque cuando termina un libro queda “en un estado de desvalimiento y casi de aturdimiento general, un período absoluto de vacío”, ya que el personaje “se lleva mucho de ti”.

Así lo comentó la escritora en una rueda de prensa que ofreció en la Feria del Libro de la capital tinerfeña con motivo de la presentación de su última obra, Historia de un abrigo, un conjunto de relatos sobre “fragmentos de vida que se van ligando no de una manera obvia, sino por la puerta trasera”.

Para la autora de El bandido doblemente armado, se trata de ofrecer “una armonía oculta” cuando la vida muchas veces da la impresión “de desorden y caos”, lo que plantea “como un reto para el lector”.

“Me dirijo a un lector que sé que se va a esforzar porque busco la complicidad”, señala Puértolas, quien opina que asumir el reto que propone el escritor es “la esencia de la literatura, que a veces olvidamos porque hemos perdido la inocencia”.

Opina que muchas obras literarias nacen con la pretensión de ser entendidas a fondo pero otras no, lo que no implica el menosprecio de Soledad Puértolas, ya que son “distintos retos”.

Además advierte de que “hay que decir la verdad, y es que cuesta mucho leer aunque el esfuerzo es tan gratificante...”.

Asegura que no sirve para escribir “otra cosa” y sería incapaz de hacer best-sellers “porque no tengo imaginación” para ello.

“Si fuera eficaz y fecunda escribiría un libro tras otro, pero tengo que esperar a que vengan los personajes y esto me cuesta, aunque estoy muy a gusto, no me quejo”, comenta.

Historia de un abrigo la ha dejado “mejor parada psicológicamente” porque se trata de una historia con muchos personajes, pero cuando hay uno sólo, como en La señora Berg, “se apodera de ti y te invade”.

Soledad Puértolas confiesa que tiene un problema “con las mujeres” y le cuesta crearlas con verosimilitud, ya que están “demasiado cerca de mi y soy más recelosa, tengo miedo a darles demasiado de mí”, mientras que con los personajes masculinos no tiene tanta distancia.

A su juicio, Historia de un abrigo tiene un punto en común con La Colmena, ambas novelas con muchos personajes, lo que no es frecuente en la literatura española, que es más de “novelas-río, de sagas”, frente a las historias colectivas “como un mosaico”.

Puértolas se siente más unida a la tradición del relato, de los fragmentos, propia de escritores americanos, y opina que “quizás la literatura española no es muy poética, sino épica o costumbrista” y a ella le interesa más “el aliento poético, que no es lo mismo que el lirismo”.

Explica que cuando está escribiendo sus lecturas son de autores “o muy en consonancia” con sus gustos o algo “completamente distinto”, como las novelas policíacas, que le apasionan como lectora.

Por ello evita “aventurarse” ya que prefiere “las afinidades, sentirme acompañada”, y detalla que ahora está leyendo los cuentos completos de la escritora estadounidense Katherine Ann Porter.

Panorama editorial actual

En cuanto al panorama editorial, afirma que los libros “se empujan unos a otros y no hay lugar al encuentro con el lector porque desaparecen en seguida de las estanterías”.

Ello resulta “angustioso” y para el autor es “tremendo”, pues antes de un año su libro ha desaparecido, por lo que quizás convendría replantar el negocio “con más calma”.

Respecto a la literatura española actual, precisa que no tiene perspectiva porque está “dentro del bosque” pero no es negativa, ya que hay “mucho y variado” aunque echa de menos una forma de escribir “menos solemne”, pues a su juicio en España se confunde “la formalidad con la solemnidad”.

“De lo que estoy convencida es de que la literatura no ha muerto”, apunta Soledad Puértolas, quien se pregunta “por qué funciona tan mal la crítica y por qué no hay buenos críticos”, y lamenta “el amiguismo y la falta de seriedad e independencia” en la crítica literaria.

Al respecto, precisa que hay “un entramado de intereses y compromisos” y los escritores se dan cuenta de que los críticos a veces ni se han leído el libro o formulan unos elogios que no vienen al caso.

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