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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

Rattle rechaza que el ''arte sea un lujo sólo accesible a las clases pudientes''

a idea de que “todo el mundo necesita el arte” es la que ha guiado proyectos como un reciente espectáculo en el que la Orquesta Filarmónica de Berlín cedió su protagonismo a dos centenares de jóvenes de barrios desfavorecidos convertidos en ocasionales bailarines, explicó en un encuentro con medios de comunicación enmarcado en el Festival de Música de Canarias el reputado director.

Un artista que, pese a estar al frente de una de las más veteranas y prestigiosas orquestas clásicas del mundo, caracterizada por una larga y tradicional trayectoria, consideró preciso que quienes, como él, tengan la oportunidad, hagan todo lo posible para que cualquiera pueda “darse cuenta de lo maravillosa que es la música”. Un arte que reivindicó como una expresión de creatividad de todos quienes participan de ella, no sólo de los compositores.

Esa filosofía es de hecho, a su entender, el elemento que más ha contribuido a otorgar un carácter propio y singular a las interpretaciones de la Filarmónica de Berlín, apreciada internacionalmente por su sonido único. Sonido que argumentó “tiene un sabor muy especial porque cada uno de los músicos pone algo muy personal” en cada concierto.

En esa línea, recalcó que una de las señas de identidad de su orquesta es que, desde su fundación dos siglos atrás, “siempre ha sido una democracia”, donde “cada músico tiene algo que expresar” y, como tal, aporta sus ideas propias al grupo. “Después, nos juntamos y tocamos como animales rabiosos”, apostilló gráficamente.

Sir Simon Rattle subrayó que lograr algo así sólo es posible porque, a la hora de incorporar nuevos miembros a la Filarmónica de Berlín, “siempre se escoge a gente que, en principio, no encaja en una orquesta”, tal y como ésta suele ser usualmente concebida, como una organización jerárquica. “Nosotros escogemos gente que tenga personalidad propia”, resumió el director.

De su paso por Canarias, donde este martes la Filarmónica de Berlín interpretara en el Auditorio Alfredo Kraus la Sinfonía Número 2, Resurrección, de Gustav Mahler, acompañada por la soprano Soile Isokoski, la mezzosoprano Bernarda Fink y el Orfeón Donostiarra, dijo haber “disfrutado mucho”. Tanto por el buen clima del Archipiélago como por el hecho de poder tocar en una sala como la sinfónica del Alfredo Kraus, cuyo escenario tiene como telón de fondo el océano, separado sólo del recinto por una cristalera, y en un festival que, en la que ha sido su XXIII edición, alabó por su carácter “innovador”.

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