‘El elegido':anatomía del asesinato de Trotsky

Imagen promocional del 'El elegido: anatomía del asesino de Trotsky'. (DP).

Gara Santana

Las Palmas de Gran Canaria —

Cuando la realidad te da una trama tan cinematográfica como la acontecida en los días próximos a la muerte de León Trotsky, uno solo tiene que rodearse de los actores adecuados y hacer una buena adaptación de la historia real al guion. Es precisamente lo que ha hecho el director catalán Antonio Chavarrías en El elegido, centrada en el personaje del asesino, Ramón Mercader, y no tanto en la figura del revolucionario ruso. Asistimos en la cinta a cómo se prepara mental y físicamente a una persona cuyo partido necesitará un día para una misión importante. El propio Stalin requerirá de los servicios de Mercader llegado el momento y él no podrá cuestionar ninguna decisión de su partido.

El asesino ya estaba dentro

Un joven oficial del bando republicano llamado Ramón Mercader (Alfonso Herrera) es reclutado durante la Guerra Civil Española por el servicio de espionaje soviético para participar en una misión de alto secreto ordenada por el propio Stalin: asesinar a León Trotsky, a quien considera un traidor. Tras prepararse en Rusia, Ramón deja su vida y viaja a París bajo una nueva identidad, la de un belga adinerado llamado Jacques Mornard. Allí conoce a Sylvia, una joven trotskista americana que asiste a la Cuarta Internacional de París, quien no tardará en ser seducida por Jacques. En 1940 se reencuentran en México, país en el que Trotsky vive exiliado. La excusa de Ramón es que huye de la Guerra que asola Europa mientras Sylvia, ajena al engaño, trabajará como secretaria de Trotsky. Es así como Sylvia le abre las puertas de su vida y le introduce en el círculo íntimo de su objetivo.

Exilio y muerte de Trotsky 

Es el pintor Diego Rivera, quien insta al entonces presidente de México, Lázaro Cárdenas a concederle el asilo político a Leon Trotsky en 1936 y es el propio matrimonio formado por Diego Rivera y Frida Kahlo quienes alojan al líder comunista en la Casa Azul de Coyoacán. Una serie de intentos de asesinatos fallidos sobre el líder fugitivo y algún lío de faldas con la pintora Frida Kalho hacen necesario que Trotsky y su esposa se trasladen de residencia sin moverse de Coyoacán. Es en esta nueva residencia donde se inserta Ramón Mercader quien tras el asesinato negó su crimen durante los veinte años que pasó en la cárcel para una vez puesto en libertad ser recibido con honores en la URSS.

El silencio de Sylvia Ageloff 

Ni la historiografía ni la prensa lograron que Sylvia Ageloff hablara de lo sucedido en México. Quedó devastada por la muerte de su líder y el engaño de su amante y se sentía responsable de lo ocurrido por no sospechar y haber dejado a alguien ajeno llegar tan cerca del corazón de la causa. Solo sabemos que murió en Estados Unidos en 1995.

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