El Gobierno homenajeará este miércoles en El Día de las Letras Canarias al escritor lanzaroteño Ángel Guerra

El escritor lanzaroteño, Ángel Guerra.

EFE

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El Gobierno de Canarias homenajeará este miércoles al escritor conejero Ángel Guerra (1874-1950) con motivo del Día de las Letras Canarias, una efemérides que versará sobre la trayectoria del autor canario en la literatura y la cultura de la España del siglo XX y servirá para conmemorar el 150 aniversario de su nacimiento.

Los reconocimientos comenzarán el miércoles con un acto cultural de libre acceso en los Jameos del Agua, en Lanzarote, con el que se buscará acercar al público isleño su vida y obra a través de danza, música y teatro en un evento que dará paso a una amplia programación a lo largo del año.

Migdalia Machín, consejera de Universidades, Ciencia e Innovación y Cultura, indica en una nota de prensa que Ángel Guerra “es merecedor de colocarse con nombre propio entre los grandes referentes de la literatura canaria por su manifestación de la identidad canaria en su expresión escrita” y resalta su faceta literaria y política dentro del naturalismo y realismo de principios del siglo XX.

La obra de Ángel Guerra comprende una treintena de libros entre narrativa, ensayo y poesía, su experiencia en más de 200 periódicos nacionales e internacionales además de su papel en la traducción de obra extranjera de numerosas autoras.

Ángel Guerra, cuyo nombre de pila era José Betancort, nació en Teguise, en 1874, en el seno de una familia humilde de campesinos que se rompió en su juventud, cuando con siete año su padre emigra a Uruguay y jamás regresa.

Esta pérdida aboca a su madre a enviar a Guerra a Gran Canaria junto a unos familiares, para intentar darle una educación a través del Seminario y aunque no compartió la educación religiosa, su estancia le permitió ser profesor y mantenerse económicamente así como escribir columnas en diferentes periódicos canarios.

En 1891 publica su primera creación literaria, el poemario 'Una hoja de mi álbum', y en 1894, conoce a Benito Pérez Galdós, figura clave por su estrecha amistad para el salto de Guerra a Madrid en 1900 y por quien comenzó a firmar en 1896 como Ángel Guerra, en homenaje a la novela homónima de Galdós, en la que establece el retrato de un hombre en conflicto consigo mismo.

Con este respaldo logra un hueco como periodista en la mayoría de periódicos de la España de la Restauración como ABC o La Correspondencia y sorprende con artículos frescos y positivos en el apático contexto social español tras el Desastre del 98.

Tras comenzar sus estudios de Derecho y Filosofía y Letras en la Universidad Central, se introduce en los círculos literarios de la ciudad y entabla amistad con grandes figuras literarias como Emilia Pardo Bazán o Carmen de Burgos.

En estos años publica 'Al jallo' en 1907 o 'La lapa' en 1908, dos de sus novelas más icónicas y que consolidan su figura como escritor y periodista, un éxito que no desvía sus ojos de la vida campesina y marinera de Lanzarote, de la que denuncia sus malas condiciones a través del realismo.

En 1910 cubre como corresponsal de La Correspondencia de España en Lisboa la instauración de la Primera República Portuguesa, nación que le acoge durante unos años y en la que entabla lazos con Manuel de Falla, Luis Bonafoux, Zuloaga o Fernando León y Castillo.

Dos años después y tras la aprobación de los Cabildos Insulares en Canarias, pasa a ser diputado en el Congreso en la circunscripción de Lanzarote y donde ejerce durante once años hasta la dictadura de Primo de Rivera, un parón enmedado en 1930, ya con Dámaso Berenguer, que lo elige como director general de Prisiones, cargo en el que impulsará cambios históricos para el sistema penintenciario español en su idea de convertir las cárceles en un sistema de reinserción social y no un mero espacio punitivo.

Una vez instaurada la Segunda República Española, Manuel Azaña le propone ser ministro de Defensa, oferta que rechaza por sus cercanías a la monarquía parlamentaria y donde su pista se pierde durante la Guerra Civil Española hasta que se conoce su huida ayudado por Juan Negrín, último presidente de la República y exalumno suyo en Las Palmas de Gran Canaria.

Su regreso a España se traslada a años después ya alejado de los círculos culturales, literarios y políticos de la dictadura hasta su muerte en 1950.

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