El 'miniWOMAD' salva los muebles

Pobre Pepe Benavente. El telonero favorito del Partido Popular no estaba, desde luego, llamado a participar en la Fiesta WOMAD, pero se llevó un par de buenas pullas por parte de los artistas canarios en cartel, sobre todo Arístides Moreno, quien comentó: “Dicen que si pones un disco de Black Sabbath al revés se escucha la voz de diablo, si haces eso con uno mío suena Pepe Benavente”.

Fue una de las anécdotas de la jornada del sábado, en la que esta edición del WOMAD demostró que sigue siendo una cita esencial para la cultura en Las Palmas de Gran Canaria, pese al formato reducido (reflejado en el cambio de denominación de Festival a Fiesta) y algunos graves problemas de sonido.

Los conciertos se iniciaron en Escenario Santa Catalina a las 17.00 horas de la mano del grupo canario The Monos. Estos chicos sitúan el timple en primer plano y lo mismo le dan al reggae que a las rancheras, siempre con el propósito de hacer saltar y enardecer, que por algo acabaron coreando el himno de las siete estrellas verdes.

La representación isleña en el WOMAD se completó a continuación con Arístides, quien presentó en solitario en el Escenario Boulevard alguna nueva canción como El navegante del cosmos. El cantautor más simpático del Archipiélago demostró una vez más que el humor es la mejor manera de hacer crítica social, además de que resulta reconfortante comprobar que todavía no se ha cansado de tocar Horcon Boys.

Luego le llegó el turno a los 17 Hippies de Berlín, que no eran 17 pero sí 13 sobre el escenario, armados con instrumentos acústicos que iban desde el violín al acordeón. Pese a la falta de batería, fue más que suficiente para trasladar su ecléctica propuesta, que asimila diversos elementos del folclore europeo y les lleva por ejemplo a fusionar en una misma canción dos melodías populares, una británica y otra rumana. Añádanse un par de guiños a la chanson francesa y otros temas más moviditos (precedidos si hace falta por aquello del Are you ready to rock?), y listo.

Saldando la ausencia de última hora del australiano CW Stoneking, los londinenses Tankus The Henge fueron ganando enteros poco a poco, gracias a un rock bailable de aires cabareteros, y con el foco de atención centrado en su cantante y teclista, que está hecho todo un saltimbanqui.

Empiezan los problemas

Con toda la programación comprimida en un solo día, no hubo tiempo para grandes revelaciones, pero también es cierto que la mayoría de artistas mantuvieron un buen nivel. Del congoleño Baloji podemos decir que no todas las ediciones del WOMAD incluyen a un rapero africano. Tuvo más éxito al mezclar el hip-hop con las raíces musicales de su país que en otras canciones puede que modernas pero un tanto repetitivas, y lidió bien con el espontáneo que saltó al escenario. Eso sí, durante la actuación de Baloji quedó oscurecida la labor del guitarrista y la corista de su banda a causa de los defectos de sonido que empezaron a notarse en el escenario principal, y que más tarde pasarían factura.

Pero no adelantemos acontecimientos. Antes tuvo lugar en el Boulevard la actuación, 100% lúdica y sin más pretensiones, del conjunto de viento Brassroots. Se metieron al público en el bolsillo ya desde el principio versionando Crazy de Danger Mouse y All The Single Ladies de Beyoncé, y a partir de ahí su repertorio incluyó alguna composición original pero siguió apostando por la revisión de grandes éxitos como Misirlou (parece que pocos se acuerdan de que fue Dick Dale quien popularizó esa melodía, y no los Black Eyed Peas). Tampoco faltó Hey Ya! de Outkast, y la traca final la pusieron con Sweet Dreams de los Eurythmics.

Habiendo sacudido convenientemente el esqueleto, los asistentes se disponían después a paladear el flamenco elegante y sutil de Las Migas, pero entonces reaparecieron los problemas técnicos, con unos acoples demasiado marcados como para no incidir en ellos, y que incluso obligaban al percusionista a taparse los oídos. Por los pelos no logró eso arruinar el concierto de la banda catalana, que supo sobreponerse con buen humor y profesionalidad.

Tampoco fueron óptimas las condiciones de sonido en el concierto del francés Chapelieur Fou (que se alternaba a los teclados y la guitarra para conjurar toda una masa de sugerentes sonidos electrónicos). No obstante, lo peor había pasado, y pudimos tener un buen final de fiesta con el regreso del argelino Khaled, que no decepcionó en su segunda aparición en el WOMAD capitalino pese a que las expectativas eran elevadas tras la que protagonizó en los años noventa.

Las últimas horas de música corrieron a cargo del Alma Afrobeat Ensemble y DJ Floro, y ya llegaba el momento de despedirse. No estuvo mal, por tanto, pero tal y como planteó Arístides Moreno y se podía leer en una pancarta reivindicativa que circuló entre el público, ojalá el año que viene podamos volver al WOMAD de los cuatro días.

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