Martín Caparrós: “El periodismo escrito está cada vez más tentado de publicar basura y estupideces”

Martín Caparrós.

Iván Alejandro Hernández

Las Palmas de Gran Canaria —

Martín Caparrós (Buenos Aires, 1957) habla despacio. Acude al silencio para pensar la respuesta a cada pregunta y contesta de la forma más precisa posible. Vestido de negro, como de costumbre, el escritor y periodista argentino aterrizó en Las Palmas de Gran Canaria este jueves para presentar en Casa África junto al fotoperiodista Samuel Aranda y el publicista y documentalista Jorge Martínez: Nómadas, un proyecto de la ONG Rescate, que quería documentar la vida de los pastores del Sahel, una región que comprende la zona entre Mauritania, Mali y Níger.

Con una treintena de libros a sus espaldas, y otros tantos premios (el Rey de España, la Beca Guggenheim o el Herralde), Caparrós, maestro de la crónica, usa el periodismo como excusa para “ver como viven los otros”, como confesará a lo largo de esta entrevista. Incansable viajero, “llevaba varios años sin ir al África y tenía un poco como el mono”: durante varios días acompañó a un grupo de nómadas para contar sus historias con esa mirada única que le caracteriza, con ese Aleph de Jorge Luis Borges, ese “pequeño prisma a través del cual se puede ver todo lo que sucede en el mundo”.

¿Te definirías como un nómada?

Cada vez más. Acabo de volver a mudarme de Madrid a Barcelona hace tres días. Quizás comparado con buena parte de las personas de nuestras sociedades que suelen vivir muchos años en una misma ciudad, o que hacen su vida en la misma ciudad, o que pasan la mayor parte del tiempo en esas ciudades se podría decir que soy nómada. He vivido en cinco o seis ciudades distintas, nunca estoy más de la mitad del tiempo en la ciudad donde vivo, en ese sentido sí. Pero claro, comparado con pastores nómadas del Sahel, pues no.

¿Vas a Barcelona cuando hay quienes están marchándose de la ciudad?

Eso es lo que lo hace interesante. Cuando las ratas dejan el barco, el barco se pone mucho más atractivo. Un barco sin ratas: ¿qué más quieres? (ríe).

¿Cómo te definirías ahora?

¿Cómo me definiría? Pero… ¿por qué tendría que definirme?

Hablando de Nómadas: ¿cómo llegaste al proyecto?Nómadas

Me llamó Jorge y me dijo que estaba preparando este trabajo porque había una ONG que se llama Rescate que trabaja con los pastores nómadas del Sahel y que quería mostrar un poco más esa realidad. La idea era ir con fotógrafo, al que no conocía: Samuel Aranda. Y pasar un par de semanas allí, caminando con ellos. Me pareció una buena historia. Me atrajo la posibilidad de hacerlo. No conocía Mali, había ido varias veces a Níger y a otros lugares del Sahel, y llevaba además un par de años sin ir al África, estaba un poco con el mono. Y me pareció una buen idea. No me lo pensé mucho.

¿Qué tal ha sido trabajar con Samuel Aranda?

Genial. De hecho hemos vuelto a trabajar juntos después y nos llevamos muy bien. Es un gran fotógrafo con quien además es muy fácil trabajar en el día a día. Es muy tranquilo, sabe lo que quiere, no jode, sino que te ayuda como a conectarte con la gente, porque conecta muy bien. Yo que soy un poco tímido a mí me facilitó las charlas y todas esas cosas.

¿Interesa conocer la vida de un grupo de personas “sin electricidad, sin internet, sin medios de prensa, sin casa, sin ciudades”?sin electricidad, sin internet, sin medios de prensa, sin casa, sin ciudades

Claro que interesa. Por dos razones básicas: una es porque todos fuimos en algún momento nómadas. Somos una especie básicamente nómada durante casi toda nuestra existencia, de los dos o tres millones de años que llevamos nos hemos establecido en los últimos ocho mil. Eso sobre dos millones es nada. Hemos estado un segundo, un instante establecidos, de toda nuestra historia. Hemos estado mucho tiempo detrás de fruta, de una raíz, de un animalito. La idea de ver a aquellos que siguen viviendo como aquellos que viven como siempre vivimos es muy atractiva. Pero además de esta cuestión más específica, yo creo que lo que más me gusta de seguir haciendo periodismo es salir de la burbuja, ver como viven otros. Estamos tan acostumbrados a vivir como vivimos que solemos pensar que es la única forma posible y hay muchas otras. Algunas estarán a miles de kilómetros y son visiblemente distintas, como los nómadas en el Sahel. Pero hay otras que están a diez cuadras de tu casa, de otras personas que viven muy distinto en la misma ciudad donde tú vives. Pero en general mira para otro lado, se hace el tonto, trata de olvidarlo. El periodismo es una de las mejores excusas para mirar para todos esos lugares. Creo que vale la pena mirar para esos lugares porque cuando uno no lo hace se convence más y más de que la forma en la que uno vive es la única posible y eso te vuelve excluyente, racista, nacionalista. Eso es horrible.

¿Cómo fue la llegada?

Hacía calor y había como una leve amenaza de grupos de Al Qaeda que estaban dando vueltas. Entonces había zonas que no estaban muy claras a las que era mejor no ir. Los primeros días fueron un poco confusos.

¿Cómo fue ese contacto con el otro?

Fácil. Curiosamente fácil. Yo creo que en general, digo en mi experiencia, ese tipo de contactos resulta mucho más fácil de lo que uno imagina desde lejos. Básicamente porque hay muy poca gente a la que no le guste que alguien venga de lejos a interesarse por ellos. Imagínate: en medio del desierto del Sahel, que vengan tres blanquitos entusiastas a preguntar cosas: ¿ustedes cómo viven? ¿a dónde van? ¿qué comen? ¿qué piensan? Les gusta. A la gente le gusta. Estamos todos desesperados con que alguien nos escuche. Que alguien venga de lejos a escucharte, que demuestre que vale la pena hacer un gran esfuerzo para conseguirlo, al final te gusta. Ese tipo de contactos suelen ser mucho más fluidos y directos que lo que uno piensa. Lo difícil es que alguien que tiene poder y está encerrado detrás de su escritorio te hable, porque cree que lo que dice vale la pena y tiene algún peso o lo que sea. Pero la mayor parte de la gente habla, cuenta y le gusta.

¿Destacarías alguna historia en concreto?

(Un largo silencio). Me estaba acordando ahora, supongo que en otro momento me acordaría de otra cosa, de un muchacho joven de veintipocos años que me contaba cómo unos meses antes había muerto su esposa, que era una chica joven, de al menos 20 años. Había tenido un embarazo difícil y se había muerto. Me impresionó porque él estaba afectado y lo contaba con verdadera tristeza, pero además me impresionó porque yo nunca había pensado en una de las primeras formas en que los hombres empezaron a fijarse, creando lugares permanentes donde dejar a sus muertos: creando cuevas, enterramientos o lo que fuera. Para seguir cerca de tus muertos tienes que estar cerca de un solo lugar. Nosotros lo ponemos en un lugar apartado pero cercano, que llamamos cementerio, y uno puede ir de vez en cuando. Pero los nómadas cómo hacen. Recuerdo que hablé después de eso con una señora vieja, muy simpática, que me contaba que ella había enterrado a su marido en un lugar, y que a veces pasaba por ahí. Pero es una relación muy diferente con tus muertos.

¿Esta es una de esas historias que se cuenta contra el público?

Supongo. ¿A quién coño le importa lo que le pasa a unos pobres pastores en el Sahel? Sí, ciertamente no va a aparecer como las más leídas en la página web de un periódico. Claramente. Cada vez más. El periodismo escrito entró también en la lógica del rating y es capaz de ver segundo tras segundo quienes leen qué y cuánto, cuánta repercusión tiene tal o cual historia. Está cada vez más tentado de publicar basura para supuestamente responder a esa demanda so pretexto de que el público pide eso. Por eso suelo decir que me parece que vale la pena hacer periodismo contra el público, contra esa demanda, contra esa supuesta demanda del público que pide, que aparentemente favorece la publicación de estupideces.

Sin embargo este proyecto demuestra que a contracorriente también se puede publicar una historia de esa forma abstracta contra el público también con imágenes, no solo de forma escrita.

Sí, sí claro. Se puede contar con todo tipo de recursos. De hecho, el resultado original de este trabajo es una composición bastante distinta de lo habitual porque es esta especie de película que está hecha de fotos y texto hablado, yo lo voy leyendo. Son como 45 o 50 minutos de contar una historia con esos dos elementos que se van cruzando y potenciando. La cantidad de formas que podemos intentar para poder contar bien una historia se ha ampliado mucho. Vale la pena tener ganas de explorarla, de ver qué se puede hacer con ella.

¿Sirve también como excusa para contar otras problemáticas?

Sí. Es como el efecto Aleph, el cuento de Borges, que es este pequeño lugar que se ve todo el mundo, un pequeño prisma a través del cual se puede ver todo lo que sucede en el mundo. Cualquier historia si está bien contada puede funcionar como ese pequeño prisma o esa gota de agua que refleja cantidad de cosas que hay alrededor. Obviamente la historia de unos pastores nómadas no es solo la historia de esos señores que corren detrás de ovejas, puede ser también la historia del cambio climático, de los cambios en la forma de propiedad de la tierra y por lo tanto en la economía de muchos países de África, de la reorganización política de esos territorios, las fronteras ridículas impuestas por los colonizadores que esos pastores no respetan: pasan de Mauritania a Mali como siempre pasaron. A quién le importa que allí hayan puesto una frontera los franceses cuando llegaron hace 150 años. O qué hacemos con la educación de los chicos, o con el trabajo infantil, o con la poligamia, o con los matrimonios precoces. Obviamente, cada historia, cuando es buena, es un prisma por el cual se pueden ser infinitas cosas.

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