Salen a la luz los poemas inéditos de Leopoldo María Panero

Ianus Pravo, Leopoldo María Panero y Michela Scalia en una terraza de Las Palmas de Gran Canaria

Canarias Ahora

Las Palmas de Gran Canaria —

La poesía inédita de Leopoldo María Panero ha florecido este año después de que la editorial El Ángel Caído haya publicado en España el libro El ciervo aplaudido, una obra que vio la luz en Italia en 2012 y que todavía no había llegado a España.

Este libro fue publicada en edición bilingüe en el país trasandino de la mano de su traductor al italiano, el poeta Ianus Pravo. Se publica por primera vez en España acompañado de una serie de fotografías de Michela Scalia, fotoreportera y filóloga italiana que realizó su tesis de licenciatura sobre el poeta español y la poeta italiana Alda Merini.

Los versos de El ciervo aplaudido fueron dictados a Ianus Pravo en terrazas de bares de Las Palmas de Gran Canaria, cuyo Ayuntamiento ha distinguido recientemente a Panero como Hijo Adoptivo de la Ciudad. Con Pravo escribió y publicó conjuntamente el poemario Estantigüa, que vio la luz en España en 2015.

En el prólogo de El ciervo aplaudido escribe Ianus Pravo: “En estos últimos años, después que un loco, en el manicomio de Las Palmas, le destruyera la máquina de escribir, Panero solo dicta sus textos a sus pocos amigos. La lucha con la memoria literaria -las repetidas citas de Eliot, de Pound, de Lacan, de Kiekegaard, de Gimferrer, de Virgilio, de Ovidio, hasta de Lou Reed- se convierte en lucha con el recuerdo de sí mismo. Como Dino Campana en el manicomio de Castel Pulci, Panero, dictando sus nuevos textos, somete su obra a una vibración, a un temblor: ”y con la risa blanca y muda que eyaculo / imito al pus / que aúlla desde el vientre del cadáver“. Las largas y exuberantes composiciones del primer Panero se han hecho descarnadas en estos extremos textos de su ”poesía última“.

Me dicta sus poemas, estamos sentados a una mesa en la terraza del Pub Mc Carthy, en la Calle de Triana. La mesa pronto se llena de botellas vacías de coca cola light, pañuelos de papel, ceniceros rebosantes de colillas de cigarrillos aplastadas con placer de destrucción -“las aplasto como si fueran niños”-. Panero es un productor de basura, “in stercore invenitur” decían los alquimistas. Es la desnudez como hez del despojamiento: “Buscando una ruina más perfecta que la ruina”“.

Por su parte, Michella Scalia relata la impresión que le produjo conocer a Leopoldo María Panero: “Encontré al poeta español una tarde sofocante de septiembre, en un bar del centro, me senté a su mesa y poco a poco, tímidamente entré en su vida. Nos veíamos siempre por la tarde, cada vez en un lugar diferente, rodeados por la repugnancia de los clientes de los bares o por el recelo de los camareros. Escuché mucho durante aquellas tardes y tomé fotos del poeta que hasta solo unos días antes, desde la pantalla de mi PC, sonreía a la cámara en el documental El desencanto. Escuché los versos que dictaba a Ianus, los versos del libro El ciervo aplaudido. A menudo su mirada se perdía en las calles, entre la gente que se cruzaba con su aborrecida figura sin darse cuenta del espíritu que se escondía en aquel hombre encorvado, franco, rechazado. ”Hombre normal“, pensaba yo, te es invisible el secreto de la grandeza que habita en estos ojos húmedos de humo”.

Scalia también expresa que intentó imprimir con la luz, en sus fotografías, cada detalle, cada surco. “Me he sumergido en el ritmo de su pensamiento, la sístole del delicado y sinuoso recorrido a través de una mente clara de loco esplendor”, recalca.

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