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Un siglo después, Matisse vuelve a la Alhambra

GRANADA, 15 (EUROPA PRESS - María Teresa de Luis)

“La Alhambra es una maravilla. Sentí allí una inmensa emoción”. Con estas palabras de Henri Matisse se abre la exposición que acoge el Museo de Bellas Artes de Granada y en la que se ha reconstruido el viaje que hizo a España el pintor francés en diciembre de 1910 y su fascinación por el arte musulmán, por las formas decorativas y la luz filtrada a través de celosías.

Sólo otras dos muestras monográficas se han podido ver en España en torno al artista, una en el Museo Thyssen y la otra en el IVAM, en Valencia. Ahora, y después de un trabajo “complejo” que ha llevado tres años largos a sus responsables, la exposición 'Matisse y la Alhambra (1910-2010)', ha quedado inaugurada oficialmente por la infanta doña Elena.

Hasta ahora no se había abordado una muestra tan amplia de este pasaje de la vida del autor. Algo que han hecho posible 30 instituciones, como el Museo del Hermitage, el MOMA de Nueva York, el Metropolitan, el Louvre, Victoria and Albert o Pushkin de Moscú así como colecciones privadas, entre ellas la de la Baronesa Thyssen o los propios herederos del pintor francés, Claude y Bárbara Duthuit.

Un total de 35 obras de Matisse y más de un centenar de piezas conforman esta singular exposición, ubicada en el recinto de la Alhambra, comisariada por María del Mar Villafranca, directora del Patronato de la Alhambra y Generalife y por el catedrático de Filosofía de la Universidad de Murcia, Francisco Jarauta. Junto al Patronato, la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales (SECC) en colaboración con Fundación “la Caixa” han organizado esta muestra que estará abierta hasta el 28 de febrero de 2011.

Óleos, dibujos, litografías, una cerámica y una escultura, piezas de arte islámico de extraordinario valor (celosías tapices, miniaturas, cristal...) así como objetos personales del pintor (cartas, postales y fotografías procedentes de los archivos familiares --los Matisse en Issy-Les-Moulineaux--), además de otros objetos que coleccionó a lo largo de su vida, como manteles de Manila, telas hispanomusulmanas y tapices de la Alpujarra, demuestran la atracción que sintió el artista por el patrimonio artístico musulmán.

No faltó a la inauguración, llegado expresamente de Argentina, Jorge Helft, sobrino de Paul Rosenberg (marchante de Matisse) quien apuntó además “la enorme ligazón” del pintor francés con Picasso a quien “reconoció como a un genio”.

EL PINTOR “EMOCIONADO”

María del Mar Villafranca resalta la “necesidad” que tenía Matisse de “estar emocionado” para poder pintar. Por su parte, Jarauta explica que esta exposición “tiene la eficacia de dejar en evidencia los convencionalismos de otras muestras que han negado los contextos y que privilegian la autoría y la genialidad del artista”. “Aquí ocurre lo contrario. Queda claro que el autor vive de su mundo visual”, recalca añadiendo que ésta es una exposición “que aporta elementos críticos”.

La exposición está dividida en cinco secciones: Lección de Oriente; El viaje a España: Matisse y la Alhambra; De Marruecos a Niza; Odaliscas: paisaje interior; y Luz y armonía. A lo largo de este recorrido, que parte con la firma del pintor (descubierta hace algunos años) en el libro de visitas de la Alhambra, pueden contemplarse, por primera vez juntos, los tres cuadros que Matisse pintó en España ('Bodegón Sevilla I', 'Bodegón Sevilla II' y 'Joaquina', éste último cedido por el Museo de Praga) junto a los tres que realizó su amigo, el pintor Francisco Iturrino, en el estudio que ambos compartieron en Sevilla.

Jarauta, que lamenta no haber podido mostrar los cuadernos de viaje de Matisse, por ahora en paradero desconocido, resalta la presencia de un cuadro llegado hace apenas 48 horas procedente del Museo Estatal de Bellas Artes Pushkin de Moscú: 'Rincón del Estudio', pintado en 1912 y recién restaurado que, a su juicio, “es el más importante” de esta muestra. “La superposición de elementos forman un paño maravilloso”, asegura.

Según el comisario, Matisse se apropiaba de la esencia de otras obras, en el sentido de que reproducía en sus pinturas modelos de cerámicas o telas que compraba.

Asimismo, resalta la trascendencia de la sala dedicada a las odaliscas, “donde se concreta la tesis de la exposición” y que cubre un periodo que va desde 1920 a 1927. 'La esclava blanca', la 'Odalisca con pantalón rojo' o los cuadros 'Odalisca sentada' y 'Odalisca recostada', procedentes ambos del Metropolitan. se mezclan aquí con celosías del Museo de la Alhambra o yeserías del Palacio del Generalife que arropan este conjunto.

EL CUADRO MÁS BELLO

Los tejidos fueron otra de las fascinaciones de Matisse que tantos lienzos le inspiraron. “El cuadro más bello del mundo es un tapiz persa”, llegó a decir. A la composición y los colores de estas telas nazaríes, marroquíes o de inspiración islámica, se unen algunas de sus litografías que le permitieron “ejercitarse”. Todas ellas con un “poso oriental”, apunta el comisario.

La muestra finaliza con varias obras de sus últimos años, realizadas en la década de los 40, en las que la materia pictórica cada vez es más luminosa. 'Interior con barras de sol' (1942) y 'Naturaleza muerta con granadas' (1947), considerada una obra maestra de esta etapa, cierran la exposición junto a un enorme mural, 'Oceanía, el cielo' (1946-49) plagado de elementos iconográficos que representan libremente su viaje a Tahití en 1930.

“La revelación me llegó de Oriente”, “Oriente nos ha salvado”. Estas dos afirmaciones de Matisse cierran esta muestra única que rastrea la fascinación de su visita a la Alhambra.

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