Rajoy se da un baño de 'selfies' en Triana

Mariano Rajoy en Triana

Efe

Las Palmas de Gran Canaria —

El turista que consulta Google Maps para planificar un paseo por la principal calle comercial de Las Palmas de Gran Canaria averigua fácilmente que para ir de la escultura de Chirino a la esquina con Arena son solo 290 metros, apenas cuatro minutos... Siempre que no seas Mariano Rajoy.

El presidente del Gobierno se ha dado esta tarde su habitual paseo diario por el centro de las ciudades que visita en su caravana electoral, con un recorrido que, en el caso de Las Palmas de Gran Canaria, no podía ser más concurrido: la calle Triana, el corazón comercial de la ciudad, en plena campaña de ventas navideñas y en hora punta de paseantes de toda condición, las 18.00 horas.

Los responsables de la seguridad del presidente, acostumbrados ya a todo tipo de situaciones a lo largo de estas semanas, miraban la calle, veían su amplitud y se aventuraban a hacer una arriesgada conjetura con los reporteros: “Igual tenemos suerte y se puede hacer una toma larga, pero a partir del décimo selfi... Claro”.

Pues no hubo suerte. Rajoy se dio otro atracón de retratos y autorretratos con el móvil de todo aquel que se le acercó a pedírselo, con el ministro José Manuel Soria oficiando como improvisado fotógrafo, con cara de estar en su salsa en una ciudad de la que ha sido alcalde y a la que regresa cada fin de semana.

El paseo de Rajoy comenzó a las 18.00 horas casi exactas desde la espectacular espiral de Martín Chirino que preside la entrada a Triana desde el parque de San Telmo y terminó a las 18.35, con el tiempo justo para llegar al mitin, en la calle Arena: 290 metros.

Es decir, a un ritmo de ocho metros por minuto y un desbordante número de fotos con el móvil casi a cada baldosa que pisaba.

Todo valía para acercarse a Rajoy entre la multitud: desde gritarle “¡Rajoy, que soy de Pontevedra!”, hasta intentar venderle un décimo de lotería de una administración de Telde, la ciudad natal de Soria, que en esta isla tiene fama de afortunada en el juego.

Pero entre tanto agasajo, el presidente y su séquito también tuvieron que encajar algún reproche, como el de una señora que al comienzo de su recorrido le reprochó a él y a Soria las prospecciones petrolíferas y le exigió más atención a las renovables o el de otra que se atrevió a darle consejos para sus discursos.

Por no citar el de otro paseante, bastante despistado, que le aconsejaba a un presidente recién llegado de otro baño de multitudes en Santa Cruz: “Rajoy, tiene que ir usted a Tenerife”.

El paseo, tan trabado como lento, terminó a toda prisa en cuanto la comitiva alcanzó la calle Arena, donde le esperaba la guagua de la campaña. Entonces Rajoy y los suyos aceleraron el paso entre los parroquianos que disfrutaban de una cerveza o un refresco en las terrazas de algunos de los bodegones más populares de la zona.

“¿Oiga, quién viene por ahí?” Preguntaba todavía algún vecino a los periodistas. El presidente, caballero. Pues nada, un selfi.

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