Los Barrera, una familia con siete hijos: las medidas sobre los paseos “están pensadas para quienes tienen dos niños y viven en la ciudad”

La familia de los Barrera posa con sus siete hijos en una imagen tomada en diciembre de 2019 en el pinar de Betancuria (Fuerteventura)

Efe / Eloy Vera

Puerto del Rosario —

0

Los Barrera y sus siete hijos viven el confinamiento sin electricidad, con el vecino más cerca a 700 metros y con la duda de cómo organizar los paseos que ha empezado a permitir el Gobierno, en una medida que ellos consideran pensada para “familias modernas y de ciudad”.

Ergual Barrera, de 36 años, majorero, y Diana, de 33, austriaca, se casaron hace 14 años con la idea de formar una familia, y lo consiguieron con creces con siete hijos: Elisabeth (12), Miguel (11), Natalia (9), Sebastián (8), Alicia (6), Javier (5) y Christian (19 meses). Max, el perro, completa su hogar.

En conversación telefónica, Diana aclara la primera duda, por qué tantos hijos: “Queríamos que ninguno de los niños estuviera solo, si hay una niña, que hubiera otra acompañándola y con los niños igual; así llegamos a cuatro, luego sentimos que nos hacían falta unos cuantos más”. Entonces, decidieron que la cigüeña siguiera teniendo trabajo en el hogar de los Barrera.

La segunda pregunta es cómo llegan a fin de mes. La solución, asegura Ergual, está en cocinar la dieta tradicional, con potajes y “sin mucho lujo”, una compra mensual de productos no perecederos y visitas al supermercado semanales para adquirir fruta y carne. Para vestir y calzar a los siete pequeños, recurren a una especie de trueque entre conocidos y compañeros de clase.

“Se ahorra mucho así, vivimos en una sociedad con mucho materialismo y esta situación nos está poniendo los pies en la tierra”, cuenta el padre, que añade: “Lo importante es la familia y poca cosa más, con eso se vive feliz”.

Cree que la situación derivada de la pandemia por la COVID-19 ha supuesto “una lección muy grande” para la sociedad. “Antes vivíamos en una burbuja, una fantasía y te olvidabas de la familia y de todo, ahora parece que esto nos ha puesto a pensar”.

La escuela en casa 

Para evitar el caos, Ergual y su mujer, que profesan la religión mormona, han planificado una rutina diaria durante estos años que les ha servido ahora para organizarse durante el confinamiento.

Se levantan a las siete de la mañana, desayunan y sobre las ocho y media los niños empiezan los deberes que, desde la distancia, les marcan los profesores.

Es entonces cuando el salón de los Barrera se convierte en una escuela y Diana adquiere el rol de maestra. Sonríe asegurando que, después de que pase el confinamiento, tendrá el grado de Magisterio. “Seré ya una maestra de escuela unitaria”.

Luego llega el almuerzo y los juegos. Los siete pequeños han tenido la suerte de vivir a las afueras del pueblo de Antigua, en una parcela de 10.000 metros cuadrados donde cualquier otro rastro humano está a unos 700 metros de distancia.

Esa parcela de libertad, la envidia de cualquier niño de ciudad, les permite jugar al escondite, correr o ser agricultores plantando calabazas, aunque echan de menos la playa, los paseos al pinar de Betancuria o cualquier otro espacio que los saque de la rutina y del trozo de cercado que tienen más que visto y recorrido.

La propuesta del Gobierno, tras seis semanas de confinamiento, permite desde este domingo a los menores de 14 años salir a dar paseos con un tiempo máximo de una hora y a menos de un kilómetro.

Medidas de ciudad

Ergual asegura que esta medida es “un poco absurda, pensada para familias modernas y de ciudad”. Entiende que la situación es complicada, pero cree que lo que pasa es que “quienes se reúnen para tomar estas decisiones son personas que tienen un par de niños y viven en ciudades”.

El cabeza de familia ha tenido la suerte de mantener su empleo como informático en una empresa de electrodomésticos, en Puerto del Rosario. Entra al trabajo a las nueve y regresa a casa cerca de las seis de la tarde por lo que se pregunta qué puede hacer su mujer. “¿Ir con tres a caminar y a los otros dejarlos en casa solos?, los podría sacar cuando llegue yo, pero para nosotros esta medida no tiene sentido ni vamos a ver una mejoría”.

Tampoco verán una mejoría en el paseo, solo se permite un trayecto menor a un kilómetro. “En nuestro caso, como mucho, llegaremos a la carretera, no se pueden aplicar las mismas normas en Madrid que en Fuerteventura, aquí hay muchos terrenos distantes y diseminados” y, añade su mujer, “al final es salir a caminar por un camino de tierra, ellos dentro del terreno ya hacen los mismos kilómetros”.

El matrimonio no entiende cómo no se les permite ir a la playa, ahora vacía por la falta de turistas, aunque sea para pasear y sin bañarse, o al pinar de Betancuria, a unos cuantos kilómetros.

Para hacerlo tendrían que ir en coche, algo prohibido hasta ahora. “Si padres e hijos viven en la misma casa podían haber permitido meter a los niños en el coche y dar un paseo”, opina Diana.

Sin electricidad

El confinamiento lo llevan a cabo sin luz, pues a la zona donde viven no llega la electricidad. El Ayuntamiento de Antigua tenía previsto buscar una solución, pero el virus dejó en el aire cualquier opción.

Tienen unas placas solares que no siempre funcionan y gracias a la wifi rural consiguen conectarse a las plataformas de internet donde se depositan las tareas escolares. Los viajes de Ergual a Puerto del Rosario sirven para que recargue los ordenadores, eso les permite a los críos ver alguna película en el ordenador.

“Al final, viene bien porque no están todo el día delante de ordenadores, sino lo que dura la batería y ya está”, comenta Ergual que cree que si viviéramos sin luz “aprenderíamos todos mucho, porque al final se quita la tecnología, que es un arma de doble filo”. Lo dice un informático, y remata: “Se desarrollan otras actividades como juegos de mesa o tocar el piano”.

El trabajo de Ergual lo compagina con la de socio de Ecocolor, una empresa de impresión que, antes de mandar a sus empleados a un expediente de regulación temporal de Empleo (ERTE), decidió romper la brecha social y poner a la plantilla a imprimir fichas a color y llevarlas gratuitamente a las familias sin internet o que no pueden imprimir el material escolar.

“Se trata de responder a todo lo que, hasta ahora, nos habían dado los clientes”, confiesa Ergual. En su casa son las nueve de la mañana y ya hace tiempo que se oye vida.

Etiquetas
stats