Preparar las fronteras para las mujeres: ''La guerra en Ucrania pasará factura y tenemos que garantizar su dignidad''

Christie Nelson habla con un niño y una mujer de Ucrania en su puesto instalado en la frontera de Medyka (Polonia)

Natalia G. Vargas

Medyka (Polonia) —

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La psicóloga Christie Nelson abre su caseta en la frontera entre Polonia y Ucrania, enciende la estufa y, como cada mañana desde que empezó la guerra, empieza a colocar paquetes de compresas y de toallitas. Una voluntaria del puesto de al lado entra cabizbaja y le da la mala noticia: “La mujer embarazada que atendimos ayer ha perdido el bebé”. Christie viajó desde Londres hasta Médyka para prestar asistencia a mujeres y niños, ofreciéndoles productos de higiene íntima o un espacio en el que poder dar el pecho a los niños o cambiarles el pañal. Además, es psicóloga especializada en catástrofes. “Todo esto va a pasar mucha factura, por eso tenemos que garantizar su dignidad”.

En un mes, 3,6 millones de personas han huido de Ucrania, según las cifras de Acnur (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados). La delegada internacional de Cruz Roja en Polonia, Sara Escudero, explica que este es el país que ha recibido a más personas desplazadas. En concreto, a 2.144.244. Le siguen Rumanía (555.021), Moldavia (371.104), Hungría (324.397), Rusia (271.254) y Eslovaquia (256.838). 

La mayoría de las personas que han escapado de la invasión rusa son mujeres y niños, ante la obligación de los hombres de entre 16 y 60 años en buen estado de salud de quedarse en el territorio para luchar contra las tropas rusas. A pesar de esto, solo el puesto de Christie está preparado en exclusiva para ellas. Además, la psicóloga ha tenido que “pelear” con los organizadores de este campamento de primera atención para mantenerse como el segundo stand con el que los refugiados se encuentran al cruzar la frontera. “Quieren que me aleje más de la puerta de entrada, pero he dicho que no. Tengo que estar aquí para atender a las mujeres”. 

Christie nació en Londres y trabaja entre Reino Unido y Los Ángeles. Ver a una familia que recogía ropa en la iglesia para enviarla a las personas ucranianas fue lo que la empujó a desplazarse hasta la frontera. El goteo de llegadas es constante, por lo que se ha puesto en contacto con voluntarias que hablan ucraniano para montar una segunda caseta. “El impacto en las personas será muy fuerte y podrá derivar en casos de depresión”, cuenta.

“Los niños son resilientes. Llegan jugando y riéndose. Es una bendición que actúen como si nada, porque ayudan a sus madres con sonrisas”. En el caso de los menores, la estabilidad que encuentren en sus puntos de destino determinará su estado de salud mental. Si las familias consiguen ubicarse en un lugar seguro con las necesidades básicas cubiertas y donde sentirse arropados, el trauma no será tan fuerte como los que tengan que vivir en una situación “caótica”, apunta la experta. 

En el caso de las mujeres, el escenario es menos esperanzador. “En todos los casos y en todo el mundo las mujeres tenemos que sonreír y continuar, pero esto puede desembocar en ansiedad, depresión y traumas”, cuenta Christie. En la frontera, tanto en el lado ucraniano como en el polaco, una de las imágenes que más se repiten es la de las madres intentando contener el llanto o llorando tratando de no ser vistas por los niños. 

“Es importante que las mamás se cuiden, que hablen unas con otras o con psicólogas sobre lo que están pasando. Que se cuiden también con pequeños detalles, peinándose o pintándose las uñas”, recomienda Christie. 

Para las mujeres y los niños, el infierno no termina en la guerra. En cuanto se disponen a salir del país, decenas de voluntarios les hacen llegar un folleto de prevención sobre la trata de mujeres. Anastasia, una de las ucranianas que ha logrado salir desde la ciudad de Chernígov, reconoce que su hermana, que vive en Berlín, también le ha advertido. “Me ha dicho que hay hombres que pueden quitarme el pasaporte y retenerme para utilizarme en redes de explotación sexual”. 

Personas de diferentes partes del mundo están presentes en todos los puntos por los que pasan los refugiados ucranianos en Polonia. Allí, se ofrecen a transportar familias a distintos países de Europa, y en muchos casos no pasan por ningún control o registro. Escudero, la delegada de Cruz Roja Española instalada en Varsovia, sostiene que es necesario centralizar estas acciones a través de las autoridades y de las organizaciones. 

En esta línea, y con el objetivo de centralizar la atención, el Ministerio de Migraciones del Gobierno de España ha anunciado un programa de acogimiento familiar  que identificará a las familias españolas interesadas en acoger refugiados procedentes de Ucrania. Después, conectará a las más idóneas para la acogida con las familias que vivirán en sus hogares. Asimismo, se pondrá en marcha un plan de seguimiento y prestación de servicio para las familias acogidas. 

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