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Casado-Rivera, Borrell, Adolfito, Manso y Garrigues Walke

Pablo Casado participará este jueves en Santander en una reunión de diputados del PP de Cantabria

José A. Alemán

Está la derecha repartiéndose ya la piel del oso. Lo digo porque a Pablo Casado le dio el pronto de seguro ganador y señaló a Albert Rivera como su ministro de Asuntos Exteriores cuando él sea presidente del Gobierno; pero el aludido, picado en lo vivo, replicó que, llegado el caso a la inversa, daría a su socio la cartera de Universidades“En política, como en el ruedo, lo importante es cortar orejas”, dijo el torero dibujado por El Roto hace unos días. Imagino, en fin, que ambos dos aspirantes a la presidencia con posibilidades de serlo ya han elegido la marca y el modelo del nuevo colchón para la alcoba presidencial.

Son mucho demasiado estos peperos. Como saben, Casado fichó a Adolfo Suárez Illana, hijo del que fuera presidente del Gobierno, el que sacó adelante la difícil Transición, esa que trajo esta democracia aguada que los actuales partidos están ahora destruyendo. Puso, Casado a este Suárez menor de número dos de la lista de Madrid, para aprovechar el recuerdo del padre. Pero la genética tiene sus cosas y si Adolfo padre se ganó un lugar destacado en la historia española, el hijo, qué quieren, salió mayormente atoletado. Le faltan unos hervores o se los dieron con el agua que no era y le encharcó a Casado la embestida que había planeado para aplastar a Miquel Iceta, líder de los socialistas catalanes por decir algo tan lógico como que “si el 65% de los catalanes quiere la independencia, la democracia deberá encontrar un mecanismo para encauzar esto”. Esto y las llamadas al diálogo de Pedro Sánchez han soliviantado al PP y creo que si hacemos el análisis de las dos últimas décadas, veremos que el trato duro a los catalanes por parte del PP, su insistencia en hacer campañas contra ellos cargada de mentiras sectarias levó al separatismo catatlán de la irrelevancia con que acabó el siglo XX a ser hoy una fuerza significativa y determinante más allá de las ocurrencias y desafíos de sujetos tan lamentables como Quim Torra.

Insisto en la obviedad de que el trato a Cataluña ha hecho crecer el separatismo y no parece lógico que ante la evidencia sigan PP y Ciudadanos pidiendo más dureza, incluso la suspensión de la autonomía. Lo que lleva a la negra sospecha de que se quiere acabar con el Estado de las Autonomías para volver al feroz centralismo que conviene a los grandes negocios y a intereses de sectores de la burocracia, de profesionales liberales que prosperan en la cercanía del poder centralizado y lo que ustedes quieran. Aprietan Casado y Rivera a los catalanes hasta calificar de traidores a quienes aconsejan diálogo y entendimiento y piden más dureza, llevar el 155 a sus últimas consecuencias, o sea, al uso de los tanques para imponer sus sinrazones. Las consecuencias de los rencores ya acumulados y por acumular, unidas a la mediocridad de los políticos pueden llevar el conflicto demasiado lejos.

El empeño de Casado y Rivera de seguir en la misma comienza, pues, a apestar. Inés Arrimadas, dirigente de Ciudadanos, no para de repetir su discurso contra los malvados catalanes. Con su pesadez trata Arrimadas, supongo, de consolidar el discurso recentralizador de Rivera que vería bien el fin de las autonomías. La tremenda corrupción que hemos padecido y la que nos queda por padecer es buena muestra de por donde anda la política que ni siquiera en periodo electoral es capaz de plantearse los problemas de la gente. La derecha porque está siempre en lo suyo y la izquierda porque sigue con el eterno folklorismo ideológico que con tanto tino satirizaron los Monty Python en La vida de Bryan.

Pero a lo que iba: Adolfito, dicho sea para diferenciarlo de su ilustre padre, le fastidió a Casado su plan de embestir a Miquel Iceta, líder de los socialistas, por sus consideraciones acerca de negociar con los independentistas si los resultados electorales les dan el 65% de los votos. Casado se relamía cuando Adolfito pegó a largar en Onda Cero con unas declaraciones que coparon los titulares de los periódicos, justo donde Casado planeaba colgar a Iceta. Uno, comprenderán, no le niega a este Suárez el derecho a pensar del aborto lo que le pida el cuerpo pero no a largar por esa boca tamañas barbaridades. Según él, el aborto siega cada año 100.000 vidas y ya en plan informado aseguró a la Audiencia que en Nueva York acaban de aprobar una ley “que permite el aborto después del nacimiento” (¿?); y para acabar de asombrarnos con su sabia ignorancia va el hombre y se remonta nada menos que a los neandertales quienes, según él, aguardaban a que naciera la criatura para cortarle la cabeza (¿?). Para mí que abortar y matar a un recién nacido no es lo mismo.

Dicen que Casado pidió a Adolfito que rectificara, cosa que hizo porque, eso sí, a obediente no le gana nadie. Y lo hizo diciendo que llamó a no sé qué despacho neoyorkino donde le aseguraron que no se había aprobado ninguna ley relacionada con el aborto. Una lástima que ese supuesto despacho no le explicara, de paso, que el aborto se practica, que yo sepa, sobre un embrión por lo que no es aborto sino asesinato, infanticidio, como debería saber este Suárez, de profesión abogado. Debió ir a la misma Universidad que Casado que le sirve de modelo. Al menos quedó claro que el talento no se hereda.

Casado, como digo, lo obligó a rectificar con olvido de que hace no tantos días él argumentó contra el aborto la necesidad de que nazcan muchos niños para que en el futuro haya quienes paguen, con su trabajo, las pensiones de jubilación. Genial.

El cabreo de Borrell

El cabreo de BorrellJosé Borrell, ministro español de Asuntos Exteriores no es, precisamente, la alegría de la casa. La que armó con las preguntas de un periodista alemán fue de las que nadie espera de un ministro de Exteriores todo discreción, mesura y saber estar. La bronca se debió a las preguntas del entrevistador que Borrell consideró capciosas y muy condicionadas por los independentistas catalanes empeñados en dar la peor imagen posible de la democracia española. Seguramente tenía razón Borrell, pero se equivocó al írsele el santo al cielo y no aprovechar la oportunidad de explicar las cosas y dar sus razones en lugar de lucir la tremenda capacidad colérica de la que, por cierto, tenemos alguna experiencia en las islas donde, según recuerda Lorenzo Olarte, amenazó en su día con aplicar a Canarias el artículo 155 dichoso.

No es un tipo contenido ni sabedor, por lo visto, de que los periodistas, en estos casos, se informan de los asuntos polémicos para preguntar al entrevistado a ver si larga alguna primicia o en busca de contradicciones, aclaraciones a determinados asuntos y qué sé yo. La reacción de Borrell fue, ya digo, la que fue y si el entrevistador estaba predispuesto en su contra, no hizo el ministro más que confirmar lo ajustado de su prejuicios y confirmarle la razón de Puigdemont que no para de rajar contra la democracia española. Ha demostrado Borrell no ser el ministro de Asuntos Exteriores más adecuado al momento. Además de ser bastante maleducado.

El gurú económico de Vox

El gurú económico de VoxSantiago Abascal tiene, por fin, gurú económico propio. Todo el mundo se lo aconsejaba: “Santiago, búscate alguien que sepa de estas cosas”, le aconsejaban a la vista de que sus socios, Casado y Rivera, ya los tenían. El elegido fue Rubén Manso, inspector del Banco de España en excedencia por lo que, para empezar, convendría que no se dejaran engañar por el apellido: de “manso” nada pues se trata de un neoliberal de pelo en pecho indignado por la discriminación fiscal de los ricos, pobrecitos míos. Considera, que la progresividad fiscal desincentiva el esfuerzo y debilita el ahorro. Según él, se esquilma el bolsillo de los ricos para pagar la Sanidad y la Educación dejándoles solo unas monedas en los bolsillos para ir al cine o a cenar. Para él, ganan más quienes hacen un mayor esfuerzo. Entre sus propuestas figura privatizar la Sanidad y la Educación, acabar con el sistema público de pensiones y con las autonomías para que España vuelva a ser Una, Grande y Libre sin excesos y ¡Arriba España! La labor del Estado, piensa, debería reducirse a Defensa, Seguridad interior y Justicia criminal. Y el Gobierno debería dejar de subvencionar el Ocio y la Cultura. Será por temor a que el tiempo libre que deja el primero permite pararse a pensar utilizando los instrumentos que proporciona la Cultura.

Manso va de número dos por Málaga en la próximas elecciones y no le vendría mal, ya que pasa por neoliberal, echarle una leída al “Manual para vivir en la era de la incertidumbre”, de Antonio Garrigues Walter, que es un liberal como Dios manda. No es es que a mí me vaya esa marcha sino que me da dentera que se denominen liberales determinados personajes. Si la derecha estuviera en la línea que propone Garrigues nos ahorraríamos más de un disgusto. Y el bochornoso cerrilismo de Casado y Rivera, por ese orden.

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