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La derecha endemoniada

Albert Rivera, candidato de Ciudadanos a la Presidencia del Gobierno de España, y Pablo Casado, candidato por el PP, en una imagen de archivo.

José A. Alemán

Lo miren por donde lo miren, PP y Cs son los responsables principales de la actual situación española por frecuentar malas companías y someterse a los dictados del fascismo y las mentiras de Vox. No lo son menos, claro, el PSOE y Unidas Podemos con el añadido del papelón de los independentistas alejados de aquel catalanismo que tanto ayudara a la vuelta de la democracia a España al que no le hizo ningún favor el diputado de ERC Gabriel Rufián que, en uno de esos ¿debates?, largó al representante de Vox que “al fascismo no se le combate sino se le ignora”.

Tampoco tenían gracia las burlas de Pablo Iglesias en Bilbao, creo, a costa de Pedro Sánchez por atribuirle al Gobierno el mando de la Fiscalía del Estado, que es autónoma “como no podía ser de otra manera” que solía decir Fraga Iribarne para subrayar lo obvio. Sánchez cometió la indiscreción de confirmar lo que se sabía: hay un ´túnel´ secreto muy frecuentado que comunica a los dos órganos del Estado entre otras cosas porque no tiene sentido su inexistencia. La hipocresía de la derecha, que ha utilizado ese túnel cuando ha gobernado y las inoportunas chanzas de Iglesias, privado de su juicio por la metedura de pata presidencial y la indiscreción de Sánchez, con el añadido de que nos llamen a votar un día sí y el otro también hace que nos preguntemos en manos de quienes estamos.

Por si fuera poco desbarajuste, trincaron miembros de los CDR probando explosivos para celebrar, espero, la Navidad. Aunque, quien sabe. También dicen que planeaban ocupar el aeropuerto de Barcelona y forzar la intervención del Ejército para que el son del pim, pam, pum resuene en todas las cancillerías del mundo como prueba de que España no es una democracia ni de lejos. Toda una vuelta sin alegría a aquella juventud que de regreso a España podía ser empapelada en Fronteras si le intervenían en la maleta un libro de Ruedo Ibérico o un mechero con la efigie de Lenin..

Demonio de derecha

No debe uno creerse cuanto le cuenta sin más. Principio que no vale con Quim Torra al que escuché pedirle a los CDR apretar al “enemigo” hasta que hable inglés; además de anunciar su disposición a repetir cuanto han hecho hasta la fecha. Lo que lleva a sospechar que aguardan a que se reponga para volver a destrozarlo todo. Está, pues, el presidente, entre quienes no leyeron a Jaume Viçens Vives que predicó la necesidad de un Gobierno catalán fuerte, estable y capaz de negociar de igual a igual con el Estado, trinchera del agresivo nacionalismo español. Una negociación para el reconocimiento como nación de Cataluña, el que tiene Escocia sin que los ingleses se apunten a brutos ante el propósito de Nicola Sturgeon, ministra principal, de organizar un referéndum, que sería el segundo, a ver si sale a cuenta apuntarse al Brexit.

Siempre he pensado que una de las varias claves de lo que ocurre en Cataluña es el feroz centralismo españolista herencia de la forma de llegar España al Estado liberal en el XIX influenciado por el modelo francés, borbónico. Es verdad que si, a pesar de todo, en Francia se han ido descentralizando algunos aspectos y que en Italia intentan una reforma constitucional de corte federal, proceso que quizá determinó la caída del ultra Marreo Salvi al que no gustaba la idea.

En cuanto a España, ya vieron el apoyo de PP y Cs. en la Asamblea de Madrid a la ilegalización de los partidos independentistas propuesta por Vox que es quien comienza a marcar el camino. Siguen tratando el conflicto catalán como un problema jurídico a tratar por los tribunales y no ene. Campo político al que pertenece. Lo que no es, me temo, un error de apreciación sino el designio de la derecha obtusa contraria al desarrollo en la dirección federal que pueda mermarle capacidad para imponer sus intereses en “provincias”, como gusta decir. La derecha española que predomina, eso se nota, no es la moderna que mide sus limitaciones sino la que destaca por su egoísmo nada ciego pues va a lo que le interesa, sin contemplaciones. Una derecha que lleva sus engañifas al grado superlativo.

Como sería el caso, por ejemplo, de los 50.000 o 60.000 millones de euros del famoso rescate bancario que Rajoy, entonces presidente, anunció como un préstamo muy favorable, un regalo casi, que no afectaría para nada a los españoles pues los propios bancos beneficiarios del rescate devolverían los cuartos; lo que no han hecho, ni que fueran bobos siendo los que mandan. El día de la comparecencia de por TV para explicar la operación no debió leerse la letra chica debido a las prisas nada disimuladas, por coger el avión que le llevaría a presenciar un partido de fútbol de la Selección española: primero, lo importante, comprenderán. Y no entro en los asuntos de corrupción porque no me sienta bien al cutis y dice Pablo Casado que esos son asuntos viejos que pasan en las mejores familias.

Es falsa la idea de que la descentralización debilita Diría que sobrevuela todo el conflicto, la salida posible de él, la idea del historiador Jaume Viçens Vives acerca de la necesidad de que Cataluña cuente con un Gobierno fuerte y estable capaz de negociar, de igual a igual, con el Estado, trinchera del agresivo nacionalismo español. En esa línea la negociación debería culminar con el reconocimiento de Cataluña como nación. Ya lo es Escocia sin que los ingleses se lo tomen a mal y es hora de que los catalanes acepten que también España es una vieja nación aceptada por millones de persona, no un simple Estado constituido por varias naciones y nacionalidades. Como ya se ha indicado en varias ocasiones, la organización territorial y administrativa de España es el único problema sin resolver con que iniciamos el siglo XX y radica en la existencia de un nacionalismo español excluyente frente a los que se alzan los de la España real, entre los que figura el catalán.

Por su parte, Françesc Carreras, catedrático de Constitucional de la Autónoma de Barcelona, destaca del conflicto la paradoja de su persistencia a pesar del extenso reconocimiento de las especificidades culturales, del derecho de los pueblos a sus “nacionalidades históricas” y de modo más genérico, de la riqueza de la diversidad que desautoriza la idea españolista de que la descentralización debilita el Estado. No es menor la paradoja, indica también Carreras, de que florezcan los nacionalismos, algunos de edad venerable, en un mundo globalizado que tiende a la unión de los Estados en organismos supranacionales, a la desaparición de todo tipo de fronteras y al cosmopolitismo que difumina las nociones de Estado y de soberanía y cuestiona el mismo concepto de “nación”. Por no hablar de la contradicción del nacionalismo españolista que tanto vela por la unidad de España y la fuerza de su Estado pero acepta, sin rechistar, la entrega a instancias supranacionales de atributos clásicos de la soberanía, como la política económica y monetaria.

El mismo Carreras recuerda, en fin, que de forma natural se están introduciendo elementos que tienden a sustituir la dialéctica centro-periferia como serçia el caso de las “regiones económicas” integradas por territorios pertenecientes a dos o más Estados con características complementarias e intereses afines. En España ya se han dado pasos en esa dirección respecto a Portugal y Francia y la UE estimula estas iniciatrivas que hacen aún más patente el anacronismo españolista centralizador de la ya anacrónica derecha española que tiende a ser lo aún más con las propuestas de aplicación salvaje del 155. aplicación

Una vieja historia reciente

Y continúo con la catalanofobia dejando a Quevedo en su siglo XVII cuando calificó a los catalanes de “abortos monstruoso de la política” cuando la realidad es que como en todos sitios los hay feos y bonitos. Vamos, pues, a que durante la I República varios políticos catalanes, como Pi i Margall se situaron en el primer plano de la política española y la catalanofobia se lanzó a por ellos con imputaciones que el PP, prodigio de la memoria histórica que desdeña, trajo a nuestros días, como eso de que España se había convertido en patrimonio de una Cataluña que se alimenta “del sudor y la sangre del resto de los españoles”, mensaje transmitido, recuerden, por el ex macho Soria que apareció un día con que los socialistas iban a anularnos ni se sabe cuantas prestaciones para darle los cuartos a los catalanes. Después vinieron gentes como Martos O’Neale y Julio Amado juntaron sus talentos para promover la prohibición del “dialecto catalán”, la incompatibilidad de los catalanes para cargos de Estado en su propia tierra y la sustitución el clero catalán por curas traídos de otras zonas del país para que hablaran en cristiano, supongo.

Tras la muerte de Franco y la Transición en la que los políticos catalanes se prodigaron por el país en su propio interés democrático, parecía que, al fin, se había superado una etapa poco favorecedora de la convivencia. Pero el PP, la derecha, no estaba por la labor de que lo bajaran del machito y quienes en las filas de la socialdemocracia que le tienen miedo a la derecha iniciaron la tarea de volver las fichas a la casilla de salida. Reaparecieron , pues, los prejuicios y aunque el PSOE no deja de ser sensible al españolismo pudo controlar situaciones y que yo recuerde las únicas salidas ruidosas de pata de banco fueron del ex presidente extremeño Rodríguez Ibarra que es de los de echarle de comer aparte .

Por su parte la derecha españolista, primero como Alianza Popular (AP) y luego PP, sabedora de que poco iba a rascar en Cataluña, desenterró, ya digo,el tópico del catalán ávido y dispuesto a desangrar España de acuerdo con su cultura menestral que le viene de la Edad Media como ha explicado César Molinas. La idea del PP era compensar los votos que no conseguiría en Cataluña fomentando la catalanofobia en el resto del país. Pensaban los peperos que al erigirse en defensores a las comunidades frente a la rapiña catalana arañarían en la misma Cataluña los votos de los emigrantes de otras regiones a los que creían esperándoles a ellos, sus libertadores.

Los apaños desvergonzados de Felipe González y Pujol de entonces traían al PP por la calle de la Amargura por lo que Aznar adoptó el discurso de que “no puede ser que las regiones ricas sean cada vez más ricas y las pobres más pobres, ni podemos aceptar que sean las regiones conflictivas las beneficiarias”. Debió pensa Aznar que al fin había acertado con el mensaje pues llegó a afirmar que el Gobierno del PSOE quitaba miles de millones de pesetas a los pensionistas y a los parados españoles para dárselos a Cataluña.

Aznar tenía prisa por llegar a La Moncloa y lo consiguió al fin en 1996, pero al no obtener mayoría, se bajo del tanque y supimos que hablaba catalán en la intimidad y le escuchamos denominar públicamente a ETA “Movimiento Vasco de Liberación”, el mayor reconocimiento de la banda terrorista por parte de un representante del Estado Español.

Cuatro años después, en el 2000, volvió a ganar Aznar y amigos que fuimos porque sustituyó el catalán de mesa camilla por un exquisito inglés de garrafón alternado con un mexicano acantiflado pero sin gracia del tipo “manito, estamos en ellou” con que nos metió en lo de Irak con el resultado del atentado de Atocha en 2004. También es de resaltar entre sus hazañas la derrota de un rebaño de cabras en la isla de Perejil. Además proclamó la derecha sin complejos, la cadudidad de la “Europa vieja” y trató de poner el cartel de “Cerrado” en el frontispicio del Estado de las Autonomías. Una actividad que llevó a muchos a preguntarse ¿cuando dormirá este hpmbre?

Endesa, antes alemana que catalana

Aznar cumplió su promesa de no estar más de ocho años y designó con su dedazo a Mariano Rajoy que debió parecerle más fácil de manejar que Rodrigo Rato a quien se daba por candidato por candidato seguro. Y se celebraron las elecciones de 2004 en que se produjo la terrible venganza yihadista de Atocha, más por la presencia de España que por su participación en la agresión a Irak. Se daba por seguro ganador a Rajoy, ya digo, pero ganó Zapatero y fue el acabóse. Según el PP y su Prensa afín el PSOE ganó gracias a un pacto criminal con ETA. Cuando se produjo la OPA de Gas Natural a Endesa, Manuel Pizaroo, presidente de la compañía y hombre del PP enardeció al españolismo con el bizarro anuncio “de que nunca seré empleado de la Caixa” y habló de alejar las “sucias manos catalanas de Endesa” no vayan a quedarse con toda la carbonilla.. Y cuando no recuerdo qué empresa alemana mostró interés por la eléctrica española se oyó el insobornable grito de “antes alemana que catalana”. La leche, pues..

Son tantas las barbaridades que es mejor dejarlo estar para distribuirlas en el tiempo para que cundan al escribidor. Solo recordar la forma en que el PP se empleó contra el Estatuto reformado de Cataluña con una judicialización del enfrentamiento y la negativa anexa de afrontar el problema políticamente para animar a que alguien se encargue de destrozar Barcelona. Todo arranca de la famosa sentencia del Constitucional de 2010, una historia más conocida y señala a la falta de escrúpulos de la derecha y dio ocasión de ver a la izquierda hacer el pato sin percatarse de la que se le venía encima. Que sigan PP y Cs. con sus llamadas a la mano dura junto a las propuestas de Vox y la izquierda viéndolas venir sin adelantarse es la mejor manera de que nada se resuelva en esta jornada electoral. Se han sembrado demasiados vientos para no recoger tempestades en una sociedad que fue ejemplar. Dicen que la esperanza nunca se pierde pero me temo que en ocasiones sí que se va a la porra.

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