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El regreso de la momia

Los cinco candidatos se preparan para colocarse en su atril antes del arranque del debate.

José A. Alemán

“Con la subida de las contribuciones// no echa la gente sino maldiciones”, dice una letrilla parrandera isleña que bien podría aprovechar la rima fácil con la sustitución de “contribuciones” por “elecciones”. No es que abomine de la participación democrática que durante años reclamamos y en el que vimos sufrir e incluso morir a unos cuantos. Ya podrían los actuales políticos ahorrarnos por respeto a ellos el espectáculo de estos días. El que comenzaron a cebar con boutades despreciativas para quienes fraguaron una Transición que, a pesar de sus insuficiencias, dificultó levantar cabeza al fascismo al punto de que ya se permitió anunciar Vox en la tele, la otra noche, por boca de Javier Ortega, de los Smith de toda la vida, su propósito de ilegalizar a un partido político, al PNV concretamente, como si esperara que las urnas le den ya la oportunidad de hacerlo. Intenta el regreso de la momia.

Hay, como saben, quienes piensan que Vox ocupará el tercer lugar entre los vencedores el 10-N gracias, en buena medida, a ese PP “constitucionalista”, condición autoatribuida de la que excluyen a quienes lucharon, arruinaron sus vidas profesionales e incluso murieron en la lucha por la democracia frente a los antecesores ideológicos de gente como Casado tan “constitucionalista” él que calificó de “batallas de abueletes” las de quienes se batieron el cobre por la democracia mientras daba la alternativa en el escenario político a Vox, con la complicidad de Ciudadanos. Dios los cría y ellos se juntan, es fama. Unos “constitucionalistas” con una prolongada etapa de corrupción, que superó ampliamente la ocurrida bajo los socialistas hasta el extremo de seguir dando sorpresas como la última del Ministerio de Justicia de Rajoy: los supuestos pagos con dinero público de los honorarios a los abogados de implicados en el caso Gürtel. Habrá que esperar a que se aclare el asunto no vaya a ser una de esas noticias falsas que solemos creemos porwue no resultan no resultan sorprendentes en las filas del PP.

Todo eso y mucho más es el telón de fondo y la causa, por así decir, de que esté la sociedad española en este trance electoral que dejará seguramente al país como está, o sea, peor. No me entretendré en conjeturas pues la situación es tan confusa como la que fija el dicho de entre todos la mataron y ella sola se murió. Porque si Pedro Sánchez se pasó de listo para tratar de gobernar en solitario sin mayoría parlamentaria, también puede pensarse que fue víctima del miedo cerval de la socialdemocracia a la derecha detectado por no pocos analistas y no solo en España. Un miedo que pudo determinar la coincidencia de Felipe González y Rajoy en la conveniencia de un acuerdo PSOE-PP para salir de esta situación con la formación de un nuevo Gobierno con sus atributos. Una posibilidad, cuasi propuesta, que no gustó a Pablo Iglesias que para eso está si bien no sé obedece el empute a razones políticas o a la mentada tomadura de pelo. En el buen entendido, insisto, de que en política no ha lugar a las tomaduras de pelo porque es caracterización ligera pues la política es un mundo capaz de decisiones trascendentes para ciudadanía. No es de recibo que importe menos a los dirigentes las aspiraciones de los ciudadanos que los intereses de los protegidos de su partido por razones de militancia, cercanía ideológica, afinidades sociales o por esas sabrosonas “atenciones financieras” que dan acceso al BOE, a lo que no es al BOE y a los secreteos de despacho que también tienen lo suyo.

En este sentido no parece tenerlo demasiado la reacción de Iglesias contra Pedro Sánchez. Creo que el líder de Podemos está tan en lo cierto, que igual ha tomado en consideración que el presidente en funciones quiera semejante apaño bipartidista que ven bien muchos socialistas deseosos de que se forme un Gobierno por encima de lo que haga falta. Todos hablan (bueno, casi todos) de diálogo y no hay más que verlos ponerse a parir en los debates para apreciar que se trata de pura y dura palabrería, de mero postureo por lo que quema al trío derechoso el deseo de eliminar, al menos alejar, la posibilidad de que madure en España la federación a la que parecía apuntar la Constitución que dicen defender los “constitucionalistas”, madre, que no aceptan ni por nada que la convivencia entre españoles no la asegura la unidad primaria de un centralismo intransigente generador de conflictos trágicos. Quizá deberían los nacionalismos, empezando por el español que ha resultado el más peligroso, entender al país por el lado de su diversidad dentro de un entorno geográfico muy particular, del que he hablado alguna vez. En esa dirección federal se orientó el Estado de las Autonomías con el que quiere acabar Vox y de forma cada vez más evidente Ciudadanos y el PP muy en la onda de los grandes capitales que operan desde el centro y a los que no interesa la descentralización que anule la ventaja comparativa con el BOE al otro lado del pasillo a la espera de órdenes.

Se olvida, de forma interesada, que en la Unión Europea predomina el federalismo y la tendencia a configurarse como Estados descentralizados los de Italia y Reino Unido. En el caso italiano está en marcha una reforma constitucional para conformar una república federal, intento que seguramente movilizó a los integristas de Matteo Salvini provocando la reacción democrática contra su “bajate de áhi”, que diría un isleño socarrón. Olvidan que la mayoría de los Estados responden a alguna forma federal o tienden a ella. La única excepción es Francia por razones históricas que no le han impedido comenzar a descentralizar competencias como las de transporte y educación. Es sorprendente la potencia de las culturas regionales francesas en un país paradigma de centralismo.

Fuera de Europa hay ahora mismo federaciones que dejan mucho que desear como Venezuela y Brasil frente a Canadá donde conviven los “quebecuás” de habla francesa sin problemas con los que tienen de lengua madre el inglés. Las querencias federalistas en España no son gratuitas aunque la centralización siga pesando sobre las aspiraciones catalanas a tener un régimen como el vasco a pesar del terrorismo asesino de ETA, felizmente desaparecido. No se olvide que entre los motivos del actual choque de los catalanes con el centro figuró la aspiración a contar con un régimen similar al vasco. Quizá no pensaran que Euskadi acabaría por convertirse en la comunidad de España mejor administrada para mi gusto. Los resultados, la diferencia con las restantes comunidades, a la vista están al punto de que parece haberla percibido Vox y de ahí que Ortega Smith no oculta su intención de ilegalizar al PNV para que no cunda el mal ejemplo. El que avisa no es traidor.

La misa ya está dicha

En mi colaboración de la semana pasada titulé la nota sobre el traslado de los restos de Franco con este mismo título que indujo a “Chono”, un lector, a tratar de mejorar mi “cultura general” sin ocurrírsele que basten a mis cometidos la que logré acumular para obtener el grado de sargento. De todos modos, le agradezco su aclaración de que “las misas no se dicen (ni se dan ni se hacen) se celebran”. Un dictamen que trasladé de inmediato a un amigo sacerdote con el que me cruzo a veces y suele disculparse para no detenerse con sus prisas para llegar a tiempo de “decir” misa. Y vuelvo a agradecerle a Chono que me recordara la libreta en la que suelo reunir expresiones isleñas entre las que figuran unas cuantas que van a misa, qué vamos a hacerle. Como las siguientes: “La misa la dice el cura”; “Lo que diga el jefe va a misa”; lo que te digo “va a misa”; “Unos visten el altar para que otros digan la misa”. Asimismo tengo apiladas otras del diccionario de Buitrago de Dichos y frases hechas, como “El que se levanta tarde, ni oye misa ni come carne”. Por no hablar del Histórico Canario de Corrales y Corbella con retales de testamentos del siglo XVI en que ordena el testador que a su muerte “digan” por su alma una buena ración de misas, un treintenario creo que lo llamaban, además de misas de la luz. O la definición de “misacantano”, como el sacerdote que “dice” o “canta” la primera misa. Son muchas las referencias a través de los tiempos. Covarrubias y también en el XVI, recuerda que al instituir Jesús la comunión “debajo de las especies de pan y vino dio a sus apóstoles su cuerpo y sangre, diciendo las palabras de la consagración”. Y no seré yo quien desmienta a Covarrubias y mucho menos al Redentor. Pensé en su día indagar si los dichos canarios en la materia eran propios o importados pero no llegué a hacerlo. Aunque, eso sí, alguno he oído repetir por esos andurriales peninsulares.

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