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Los primeros plátanos

Guacales de plátaos  (Grupo Etnográfico Baile Nuevo)

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En su Historia Natural de las Islas Canarias, el ilustrado tinerfeño José Viera y Clavijo (1731-1813) describe los campos de las islas. Refiriéndose al cultivo del plátano dice: “los plátanos musas o bananos, que erguidos y admirables por la amplitud y longitud de sus hojas […] dan racimos de una fruta que suelen llamar conserva del cielo”. La revelación de nuestro cura polígrafo es, sin duda, un testimonio más del grado de aclimatación que para finales del siglo XVIII ya había logrado alcanzar la fruta en nuestras tierras.

En la década de 1850, la prensa tinerfeña daba continua cuenta de la carga de “cestas de plátanos” y “racimos de plátanos” en el vapor Duque de Riánsares con destino a Cádiz. Por los mismos años, la compañía Hardisson exportaba el producto en el vapor francés Marocain, dirigido a satisfacer la demanda de los puertos de Mogador y Marsella. En 1857, la provincia de Canarias concurría a una exposición agrícola celebrada en Madrid con “plátanos pasados”. Comenzaba entonces una tímida pero variada exportación platanera.

No se conoce aún con exactitud en qué año son introducidos los primeros plantones de la fruta en La Palma. Sabemos que ya a principios del siglo XIX y anteriores figura en el Valle de Aridane como planta ornamental y corta-vientos en los márgenes de heredades con riego, aunque es razonable pensar que con anterioridad hubiese sido incorporada al agro insular.

En su Diccionario Geográfico, estadístico, histórico de España y sus posiciones de ultramar 1845-1850, el ministro Pascual Madoz (1806-1870), hablando de las producciones agrarias de Los Llanos de Aridane, recoge, entre otras, la platanal. Curiosamente, en ningún otro municipio palmero reseña su presencia, aunque con seguridad debía existir.  Unos años antes, en su Estadística de las Islas Canarias (1793-1806), Francisco Escolar y Serrano no la menciona dentro de la riqueza territorial de la isla a los plátanos.

Por su parte, en Las Afortunadas (Madrid, 1862), el aridanense Benigno Carballo Wangüemert (1826-1864) describe la hermosura de los campos de Argual (Los Llanos de Aridane), donde, por supuesto, figura el plátano: “Es un jardín —proclama—, pero un jardín pintoresco, variado, ameno. Los naranjos corpulen­tos, las cidras, los limoneros, los granados, los plátanos, y en bella alternativa con estos árboles, los jazmines, los tulipanes, los rosales de variadas especies, los nardos y otras  clases de árboles y plantas pueblan sus huertas”. Ello confirma que junto a otros exóticos frutos, el plátano se encontraba en los jardines de la familia Sotomayor y, previsiblemente, que por entonces su fruto debió destinarse al consumo familiar.

En primera plana el periódico palmero El Time, de 29 de febrero de 1868, en su afán de fomentar la riqueza agraria de la isla publica el artículo “El plátano. El origen, notables ventajas de su cultivo y propagación en Canarias”. El rotativo se interesa por la introducción de la planta, aunque sin referen­cia directa a La Palma. Reseña cuatro variedades que ya se encontraban en las islas: el común (Musa Paradisica), “más generalizado en nuestras islas”, el dominico (Musa Ensete), “cuyo fruto es más pequeño, pero más delicado su sabor”, el manzano (Musa Sapientium), “menos grueso de tronco, el racimo poco poblado de fruto, y cuyo gusto algo recuerda el de la manzana”, y el enano (Musa Cavendish), “con menos riesgo de los vientos, en razón de su corta elevación y robustez de su tronco; llega a su total crecimiento antes que los otros, y fructifica también, siendo su racimo mayor que los otros, aunque algo más delgados cada uno de sus plátanos, cuyo suave y delicado gusto es preferido por algunos al de nuestro plátano primitivo”.

Unos tres años antes, el 16 de agosto de 1863, el mismo semanario palmero abogaba por un intercambio comercial con Sevilla. Entre otras varias producciones se refiere al plátano y al posible valor que alcanzaría: “50 ó 60 racimos de plátanos cortados algunos días antes de su completa madurez, 40 á 45 duros. Estos son los precios mismos de nuestro mercado; lo más que allá valgan no se puede fijar aquí”. Deducimos que en esos años la producción platanera de La Palma debía ser destacada.

En 1866, los sectores económicos de La Palma se convulsionaron ante la convocatoria de la Exposición Universal de París, inaugurada el 1 de abril de 1867. La Sociedad Económica del País de La Palma formó una comisión encargada de preparar los productos que habrían de remitirse. Entre las conservas, se incluyeron “doce latas de plátanos” del productor cosechero Manuel Cabezola. La crónica de El Time apunta: “De los plátanos diremos que están perfectamente conservados, hallándose, por consiguiente, fuera de toda duda que está resuelto el importante problema de la conservación de esta rica fruta que tantas dificultades ofrecía y que es indudable ha de llamar la atención por ser en Europa desconocida”. Han pasado muchos años y esa posibilidad de “conserva” no se ha plasmado en un subproducto platanero en la isla.

El cultivo del plátano se fue extendiendo por la geografía de La Palma. Otra referencia de la prensa, de 1868, atestigua el robo, en la Dehesa de la Encarnación de Santa Cruz de La Palma, de “racimos de plátanos y otros frutos de las huertas”. El plátano lo encontramos también en el consumo local del vecindario de Los Llanos, al menos desde 1873, como confirman los libros contables del comerciante aridanen­se José Amaro Duque, quien, el 28 de febrero y en fechas posteriores, registra pagos por racimos de plátanos al proveedor Romualdo Pérez, domiciliado en Tazacorte.

En el año 1876 se celebró en Santa Cruz de La Palma, en Teatro Circo de Marte y en la plaza de Santo Domingo, la llamada Exposición Palmense en conmemoración del centenario de la Sociedad Amigos del País de La Palma. Concurrieron unos 800 expositores que en total presentaron unos 2000 objetos y productos de La Palma. Fue visitada por cerca de 3.000 personas, cuando la isla contaba con sólo unos 30.000 habitantes. Según refería la revista La Ilustración Española y Americana (Madrid-1877), en una crónica sobre la Exposición Palmense en la isla de La Palma “que apenas se comunica en cada quince días con los demás del mundo civilizado, honra en alto grado a las ilustradas personas que la han dirigido y realizado”. Gran parte de estos productos, especialmente del agro insular, fueron llevados a la capital palmera por vía marítima. De la relación de productos que hemos podido consultar no figura los productos plataneros, ni en verde, ni maduro y tampoco en conservas. Curioso dato cuando con anterioridad ya existía constancia de su producción en La Palma, incluso en conservas.

Las primeras referencias conocidas de la exporta­ción platanera al mayor por El Puerto de Tazacorte se deben a la empresa de Pedro Suárez, quien realizó las primeras exportaciones en 1896. Tres años más tarde la situación cobra un mayor impulso económico gracias a la compañía Fyffes, que arrienda tierras y aguas y comercializa plátanos y tomates con varias ciudades portuarias europeas.

A partir de estos intentos pioneros la expansión del cultivo del plátano por la isla canaria de La Palma se fue extendiendo, convirtiéndose en el principal monocultivo, exportando en verde, del siglo XX y lo que va del XXI.

María Victoria Hernández, cronista oficial de la ciudad de Los Llanos de Aridane (2002),  miembro de la Academia Canaria de la Lengua (2009) y de la Real Academia Canaria de Bellas Artes San Miguel Arcángel (2009)

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