Juego de candidatos
No dudo de la sinceridad de los tres aspirantes a la secretaría general del PSOE; aunque me hubieran convencido más de acompañarse de una confesión general y el correspondiente propósito de la enmienda que se exige a los cristianos para obtener el perdón sacramental de sus pecados. Esto equivaldría a aplicar a la genética laica del partido el “accidentalismo” que ha vuelto a alegar para apoyar a la Monarquía; como lo hiciera ya en los años 20 del siglo pasado con la dictadura de Primo de Rivera. Quiero decir, en fin, que planteamientos parecidos a los de los tres candidatos los ha hecho el PSOE cada vez que las urnas le han dado para el pelo; y que no es preciso remontarse en el tiempo para constatar que ha tenido claras oportunidades de poner en piedras de ocho las reformas partidistas que dejaron pasar, aplazándolas hasta que las ranas críen pelo. De la Historia nunca puede decirse que es agua pasada.
No hay, desde luego, razón para desconfiar más del PSOE que del PP. Los socialistas han hecho importantes aportaciones en materia de derechos y libertades civiles y de redistribución de la riqueza, pero parece que ya no son suficiente reclamo para el electorado que los dejó agarrados a la brocha para volcarse en el PP, siempre dispuesto a restañar las heridas a la unidad de destino en lo universal de sus ancestros; con el resultado de un Gobierno que confundió el culo con las témporas; que no otra cosa ha sido la utilización de su aplastante victoria como patente de corso para impulsar la involución democrática. Esta misma semana ha cambiado del bolichazo 26 leyes sin debate parlamentario con lo que culmina, por ahora, la larga serie de decretos leyes que han afectado profundamente la vida de los españoles y a no pocos de sus derechos constitucionales. A lo que cabe añadir, en el caso de Canarias, la mentalidad colonialista que pretende dejarnos a merced de Repsol; o la venta de Aena que pone las comunicaciones aéreas canarias al albur de las estrategias privadas para obtener beneficios...
La ley canaria de Educación
A los treinta años de las transferencias educativas, llega al Parlamento Canario la ley de Educación inspirada en la Iniciativa Legislativa Popular (ILP) de hace cuatro años. No han faltado, como es obligado y necesario, las críticas al texto referidas al hecho de que solo establece principios y no apunta medidas concretas. Otros la consideran “electoralista” y señalan que no atiende a la realidad educativa ni cuenta con el consenso pleno de la comunidad educativa.
Desconozco todavía el fundamento de estas críticas pero, a bote pronto, se me ocurre que lo aprobado debe concebirse como un texto-marco y que las medidas concretas vendrán después en su desarrollo. En cuanto a que sea “electoralista”, es un reproche habitual a las leyes con alguna trascendencia. Creo que es una crítica vacía porque en un sistema democrático, con elecciones periódicas, quienes gobiernan han de mirar, por fuerza, a lo que piensa su electorado y ganárselo para su causa. Solo sería pecado el electoralismo si la ley de que se trata es una chapuza de improvisación, con lagunas importantes, etcétera, en las que queda muy de manifiesto que se busca solo agradar. No sé si es el caso y tampoco si cuenta con todo el consenso de la comunidad educativa. Como no creo que pueda haber nunca, en nada, unanimidad, a lo más que puede aspirarse es a consensos mayoritarios y dejarle al legislador un margen de decisión entre opiniones distintas, que para eso cobra. Por su parte, el Consejo Escolar ve el texto como un “avance”...
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