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Agaete: intentan engañarnos de nuevo

Manifestación en contra del macromuelle de Agaete, frente a Presidencia del Gobierno.

José A. Alemán

Durante semanas asistimos a la batalla de Santiago Negrín por mantenerse al frente de RTVC (Radio Televisión Canaria por mal nombre). La pugna, con su trasfondo económico-político de a quien le toca conceder el favor y a quien se le hace, la tuvo en el candelabro de los periódicos, el candelero que se decía antiguamente; lo que llevó a maliciar que algo les iba en el asunto a las empresas periodísticas que juegan al tiro porque me toca. Aunque, en verdad, no se les notó mucho ya que la polvacera de las idas y venidas de protagonistas, antagonistas por despachos políticos, comisiones parlamentarias y juzgados relegó las pretensiones multimedia de los periódicos. Así, las dichas pretensiones, que arrancaron como determinantes de la disputa, vieron negada su virtualidad desencadenante tras pasar por las fases intermedias de presuntas, sospechadas, improbables, etcétera, hasta que de pronto dejó de hablarse del asunto sin que sepamos si fue por acuerdo de las partes o porque uno de los contendientes se hizo con el santo y la peana.

A Pepe Rivero, el buen amigo que se fue, le divertía de estas escaramuzas calcular la duración del intercambio de guantazos en los papeles impresos a partir de dos variables: la magnitud e intensidad en el arranque del enfrentamiento y su naturaleza, o sea, si se discutían intereses generales o los privados a los que suelen prestarle los papeles mayor atención. Variables a las que cabe añadir como tercera y privativa de Pepe su conocimiento de la sociedad isleña y de las cabras que guarda. Le bastaban estos factores y los puntuales sobrevenidos en cada caso para anticipar qué bronca no rebasaría la primera semana, cuál se quedaría a las puertas de la tercera y la que llevaba trazas de llegar al mes del que jamás pasó ninguna, según sus estadísticas. Y eran de ver sus risas cuando, de ahora para después, la disputa desaparecía como dije de las páginas de los periódicos sin que nadie nos contara en qué había acabado todo.

Confieso que no seguí el lío de Negrín contra el mundo cruel más allá de los titulares y sumarios de las informaciones. Uno ya no tiene fuelle para fajarse con estas cosas ni la desenvoltura marxista suficiente para establecer si era o no la primera parte contratante la que debe considerarse eso, parte primera de la primera parte: si Groucho decidió no pasar a la segunda parte, no seré yo quien lo haga. Además, estoy seguro de que el manual del buen marxista recuerda que nunca segundas partes fueron buenas y a eso me atengo; por sí o por no.

Puerto de Agaete: nuevo engaño

Característica de estos temas polémicos es, como digo, la ocupación de grandes espacios en los periódicos al amparo de su falso aroma de “especial interés informativo” general cuando, en realidad, sólo cuentan con el de los políticos y no siempre con el de sus partidos. Hay un notable descrédito de la política que los partidos atribuyen a distintas causas entre las que no figura ese descrédito que es, a mi entender, la principal. Ya he anotado alguna vez que, según el profesor Alejandro Nieto, el poder obtenido en las urnas es para los partidos un botín a repartir y da la sensación de que la gente comparte cada vez más sus apreciaciones: de ahí que haya crecido la capacidad reivindicativa y de movilización que han puesto sobre la mesa las mujeres y los pensionistas, dos colectivos a los que por vez primera se está teniendo en cuenta; dos casos significativos de que los registros de la gente común son distintos y se distancian de los que manejan los políticos profesionalizados que están demostrando poco conocimiento de la calle. Creen que la política y la historia empieza en ellos y en ellos se acaba. En el momento de escribir, pongo por caso, aún no hay noticia de los resultados de las elecciones del PP. Pero no hace falta aguardar para observar el empeño de hacer abstracción, como cosa del pasado, de lo ocurrido en los últimos catorce años con Rajoy al frente del PP. Empezando de la corrupción de la que nadie sabía nada. En el PP porque fuera de él cantaban de sobra los indicios aunque sorprendiera el alcance del fenómeno. Como tampoco tenía nadie la más remota idea de la caja B que los jueces consideran no sólo existente sino ampliamente utilizada por los mismos por los que nada sabían. Para los peperos los jueces participan, pues, en esta trama que, como saben, no es del PP sino contra el PP como aseguró una frase de Rajoy. Que los candidatos hablen como si nada de eso fuera con ellos y sigan presumiendo de un partido modélico resulta, cuando menos, sorprendente por no decir desvergonzado.

Este marco ético debe tenerse en cuenta para abordar cuestiones isleñas como la ampliación del puerto de Agaete que, a lo que se ve, lleva camino de tragarse la referencia toponímica a la Virgen de las Nieves. Debo aludir aquí, para quienes quieran saber más, los artículos del economista y asesor fiscal Aníbal Santana, contrario a la ampliación del recinto portuario agaetense que se inscribe en la ya amplísima relación de despropósitos cometidos en Gran Canaria por la vía del trágala con la tolerancia cuando no la complicidad de la administración pública que en el caso del actual Gobierno canario debe haber batido todos los récords de favorecimiento directo y sin tapujos a los intereses privados de especuladores metidos a empresarios.

No quisiera ser tan bruto, pero me temo que al vicepresidente del Gobierno canario, Pablo Rodríguez, le falta un hervor; en el mejor de los casos porque en el peor tendría que ser todavía más bruto y añadirle tres o cuatro. Tengo que decirlo así para que se comprenda que hay que tener narices para justificar la ampliación del puerto de Agaete en función del desarrollo económico y social aportaría a la comarca, es decir, el mismo argumento con que se justificó su construcción iniciada, si mal no recuerdo, en las postrimerías de la década de los 80 del siglo pasado, con lo que ya me contarán la fecha que lleva esa carta que sigue sin tener contesta, salvo la destrucción de un paraje singular de la isla augurada por cuantos se opusieron tildados, de inmediatos, de aguafiestas, eternos descontentos y enemigos de España y del progreso, etcétera, pues si Franco había muerto la jerga de la dictadura seguía tan campante.

Que Las Nieves ya no es lo que fue, bien lo sabemos. Conozco unos cuantos asiduos de aquella playa y su entorno que no han vuelto a dejarse caer por allá tras presenciar la bárbara destrucción del que fuera uno de los rincones de referencia de Gran Canaria con el que se pretende acabar ahora. Supongo que para favorecer a las navieras y echarle, de paso, el definitivo viaje de broza al paraje modo ático del que hace gala Clavijo que ha encontrado en su subordinado Pablo Rodríguez el personaje adecuado para hacer de agente ejecutor y chivo si algún día necesita Clavijo expiar algo. Ahora sólo falta el artículo de Fernando Bañolas justificando la obra, con las obligadas referencias a Antonio Morales, que no sé sin son producto de fijación o de barrenillo. Lo que sí resulta evidente es que los sacudones al presidente del Cabildo grancanario tienen bastante que ver con su actitud de defensa de su isla tachada de insularista curiosamente por los partidos insularistas de las otras seis que proclaman y tienen a gala su derecho a serlo. Paradojas que ponen de manifiesto no pocas connivencias populistas del insularismo en el que algo ha visto José Miguel Bravo que está a partir un piñón con ATI-CC. Ni qué decir tiene que está en su derecho y que sólo le reprocho que trate de explicarse com si fuéramos bobos.

Nada ha dicho a la descerebrada CC-Gran Canaria la actitud del alcalde de Agaete, Juan Ramón Martín Trujillo. Como es sabido, Martín Trujillo estuvo al principio con la corporación a favor de la ampliación del puerto que “encarceló” la playa de Las Nieves. Pero vista la controversia e imagino que mejor informado de los antecedentes, encargó un sondeo telefónico de la opinión de los vecinos y se encontró con que el 81% no está de acuerdo con la ampliación. Lo que le llevó a fijar su postura: no iría contra el proyecto de ampliación pero exigía la previa celebración de un referéndum y que decidiera el vecindario.

Es justo en este punto donde el Gobierno autonómico se retrata. Pensó que sería un paseo militar y se encuentra con la solicitud de un referéndum al que se opone para imponer la ampliación a los agaetenses. Contando, claro, está, con el vicepresidente Pablo Rodríguez como una muestra más del gusto por la manipulación de Fernando Clavijo. Una jugada redonda pues quien pagará el pato será el grancanario Rodríguez, mientras los áticos aplaudirán desde la barrera la habilidad clavijera para generar bronca en la isla odiada. Aunque, qué quieren, Pablo Rodríguez pone de su parte: no sólo asumió como propio el cuento del desarrollo socioeconómico, con incrustaciones del de la lechera respecto a la riqueza que generaría esta nueva dosis de cemento que, unida a la anterior ya en uso, sumaría cero. O por debajo de cero pero como no soy ducho en aritmética, dejo que sean ustedes quienes calculen lo que hay.

Y no contento con esto añadió, Rodríguez, que el objetivo es que el Norte de la isla emule el modelo del Sur, lo que tiene tela pues eso significaría acabar de liquidar la identidad grancanaria que aún se mantiene hecha jirones por la ignorancia de tanto político inepto. Tanta que me dejaré llevar por el impulso de sugerirle, como forma de sacarle partido al puerto, un decreto para que cuantos lleguen a Gran Canaria por Agaete sean obligados a tomarse al menos una cervecita en Las Nieves; o en el Perola, si prefiere hacerlo en el pueblo. Con la recomendación, eso sí, de que vaya ligerito y salga echando leches cuanto antes que son en Agaete muy dados a ponerle nombretes a quienes se acercan demasiado.

Podría decir muchas cosas relacionadas con este asunto pero serían variaciones sobre el mismo tema. En este caso hay, además, el evidente propósito de sacar adelante la ampliación del puerto con desprecio absoluto de la opinión de la gente, y del corazoncito de los vecinos y de los grancanarios en general hartos ya de semejantes manejos. Que son doblemente hirientes por los destrozos que provocan y porque es evidente que nos creen a todos más imbéciles de lo que ya somos por el simple hecho de que los hayamos dejado conseguir los cargos que utilizan contra nosotros. Como será que sorprendidos, sin duda, ante las reacciones se han lanzado a movilizar a favor de las obras a la Cofradía de Agaete, que apoya la ampliación en un tono servil y a despecho de los pescadores que no están de acuerdo con las obras y a los que el patrón mayor considera manipulados frente a él que no lo está, qué va. Están ya, pues, en la contraofensiva. Y esperando estoy a que encuentre el dicho vicepresidente Rodríguez una explicación a la información que ofreciera, en este mismo digital, Jennifer Jiménez acerca de la declaración del impacto ambiental de la obra, fechada en 2017 con datos de hace quince años; y respecto a que el Gobierno no dispone de un inventario actualizado del medio marino que podría verse afectado, ni del impacto de los ruidos o sus efectos sobre los recursos pesqueros, la costa, etcétera. Pero todo eso le importa tres pitos al Gobierno al que no debe nadie identificar con Tenerife porque una cosa es una cosa y otra cosa son dos cosas. Es decir, una cosa son los canarios y los tinerfeños y otra los poderosos que se disputan el control de las instituciones para alcanzar la hegemonía que favorezca sus negocios. Alguien tendrá que ocuparse de señalar el quien es quien y con qué.

El empresario no se repite menos

Tanto en el Ayuntamiento de Las Palmas como en el Cabildo de Gran Canaria el PP está siempre contra las iniciativas de la mayoría de gobierno. Sean la que sean. No tardará el PP en verse acompañado por Cs al que ha descolocado el éxito de la moción de censura socialista hasta el extremo de poner aún más en evidencia la familia política a la que pertenece, o sea, la derecha lo que nada tendría de particular si no fuera por el esfuerzo de ocultar el vínculo, lo que es engañar o mentir, lo que prefieran. Cs es, pues, de derechas y centralista en el buen entendido de que una cosa no lleva necesariamente a la otra. Aunque en su caso debe reconocerse que semejante combinación le lleva a unas actitudes y expresiones que reflejan un gusto por el enfrentamiento abierto y descarnado con los independentistas catalanes y un empeño en jugar con fuego al ver en cualquier movimiento de Sánchez una connivencia con el independentismo tan en la línea seguida por Rajoy que reverdecen las sospechas de que esta derecha venida a relevar al PP está cortada por la misma tijera por lo que cabe esperar de ella lo peor.

El párrafo viene a cuento para que no nos llamemos a engaño en las islas. Aquí, en el caso de que el PP se encoja y hasta desaparezca quedará Cs para asegurar la continuidad de la política que ha llevado hasta aquí. La que conlleva el riesgo de que la gente, que poco a poco va sabiendo de qué van, acabe por no hacerles caso ni siquiera cuando les acompañe la razón. Y todo con un sencillo razonamiento: es imposible que los llamados a tomar decisiones se equivoquen siempre; al que seguirá el creciente discernimiento que permitirá a muchos calibrar si una determinada decisión es o no acertada.

No sé si me he explicado bien respecto a la forma de hacer oposición el PP que se reduce, lisa y llanamente, a rechazar sin más cuanto haga el gobierno municipal. Porque el asunto no es si lo que se hace está bien o mal sino quien lo hace. Como se vio cuando Rajoy reprochó en el Congreso a Zapatero, entonces presidente, tratar de dialogar con ETA para acercar a los presos vascos a su tierra. Rajoy lo acusó de ciscarse en las víctimas del terrorismo con olvido de que meses antes, Aznar había negociado con ETA con el resultado del acercamiento de centenares de presos etarras con la conformidad de Rajoy. Todo un estilo de hacer las cosas.

Con esa idea sumaria de hacer política el PP para la que Rivera comienza a demostrar que está bien dotado, me vuelvo a las islas aunque no a observar a los políticos sino a los empresarios isleños que son de echarles de comer aparte. No me pararé mucho en las cabezas visibles de las organizaciones empresariales porque ya no están los de mi echadura aunque quede alguno por ahí. En cualquier caso, los tics son similares al punto de que han esquinado a Antonio Morales porque son gente que no sienten la menor devoción por quienes pretenden proteger el medio natural, como es el caso del actual presidente del Cabildo grancanario.

No sorprende a nadie, por tanto, que el Círculo de Empresarios de Gran Canaria, con su presidente Mario Romero Mur a la cabeza, fuera a entrevistarse con Fernando Clavijo y le hablara de la preocupación empresarial por la demora de la ley del Suelo a la que consideran el revulsivo para la construcción. Dado que la principal preocupación empresarial antes y durante la preparación de la ley fue la de devolverle al sector barra libre, sin controles de Cotmac y boberías de esas, hay que temerse lo peor pues si unos quieren hacer negocios sin cortapisas, Clavijo espera de la ley del Suelo que propicie negocios que cubran su etapa presidencial con una engañosa prosperidad de salón y que arree quien venga detrás. Ya veremos qué ocurre pero es sano ponerse en lo peor para que, al menos, no nos sorprendan.

Otro que baile es José Cristóbal García, presidente de la Confederación Canaria de Empresarios. Opina en todo lo mismo que Romero Mur y como él está también a favor de la ampliación del Puerto de Agaete y casi diría que en la misma corriente que ha llevado a Bravo de Laguna a entenderse con Clavijo y CC. Pero García introduce el tema del gas del que advierte que “al final, entrará en Tenerife” para añadir que “Gran Canaria perderá”, pobre argumento ante una población como la grancanaria que de momento no juega a eso. No sé si debería explicar García quienes han invertido su dinero confiando en que el Gobierno se las ingeniaría para imponer el gas en beneficio de su inversión pero no ha podido ser.

Dejando eso aparte, lo de verdad irritante son las constantes alusiones triunfalistas a la buena marcha económica sin la menor consideración para el medio millón de canarios que no podrían aguantar más de un mes sin ingresos; ni para los obligados a forzar descubiertos en sus tarjetas de crédito; o para los que encuentran dificultades para acceder a créditos; a ese 11,4% de la población canaria que no puede pagar la luz o las 94.000 familias en situación de pobreza energética. Habría que contar, además, que Canarias está a la cola en el gasto familiar anual con un crecimiento de la capacidad adquisitiva que no llega ni a la mitad de la del resto del país. Por no hablar de esa mitad de la población canaria que carece de dinero para afrontar gastos imprevistos, de las dificultades para llegar a final de mes que es particularmente agudo en las islas donde tres de cada diez familias vive bajo el umbral de la pobreza.

Podría mencionar otras situaciones parecidas pero lo que pretendo es preguntarles si, ante todo esto, puede entenderse que hayan estado los políticos canarios haciendo aspavientos heroicos y casi dispuestos a declarar el estado de guerra con España por el retraso de la entrada en vigor de la subvención del 75% de los billetes aéreos. Nunca los he visto exigir nada que no sean asuntos que redunde en una propaganda política mal entendida, entre otras cosas porque siempre han sido incapaces de concebir un modelo de integración de Canarias en el Estado Español que contemple la realidad de la islas, la de sus derechos históricos y las necesidades actuales. Sólo parece interesarles lo estrictamente empresarial. Y no es casual que el REF fiscal, el que interesa al empresariado, esté en vigor hace buen tiempo y siga el económico, el que interesa al grueso de la población, aguardando por ahí en cualquier cajón. A lo mejor es que todavía les puede el susto que se llevaron cuando Borrell, el hoy ministro de Exteriores, amenazó al Gobierno canario, como responsable económico del Gobierno, con aplicar nada menos que el artículo 155, precisamente, por pesado con las peculiaridades. Estamos, sin duda, mal ubicados en el Estado español porque los políticos canarios se mueven por esos pasillos de puntillas aunque traten de hacernos creer otra cosa.

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