Sobre este blog

Del Carnaval al Congreso y viceversa

Obispo Cases y Drag Sethlas

José A. Alemán

En el momento de escribir seguían los periodistas sin conseguir que algún miembro del Gobierno de Rajoy diera su opinión sobre la organización ultracatólica Hazte oir. Bueno, más que de la organización en sí, lo que pretendían averiguar los colegas era si estaba de acuerdo en que fuera considerada “de utilidad pública” con los correspondientes beneficios. La declaración la concedió el anterior ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, el de la “policía patriótica” de no menor utilidad, imagino. Hazte oir ganó ese privilegio por su apoyo electoral al PP que abarcó las campañas contra los matrimonios de personas del mismo sexo, el aborto, el aprendizaje en las escuelas del civismo democrático, que los integristas llaman “adoctrinamiento político”, la tolerancia respecto al prójimo y el sursum corda.

No perderé el tiempo ocupándome de la caridad cristiana de iniciativas como la de Hazte oir contra los transexuales que sorroballa a esos niños y niñas aprisionados en un cuerpo equivocado, que no corresponde a su sexo real. Son, de momento, sus últimas víctimas, contra las que dirigen la guagua para envilecer al país con el mensaje de la cruel intransigencia tradicional del integrismo católico con los que son diferentes. La que no ceja ni siquiera ante la actitud del Papa Francisco que viene a recordarles que los homosexuales, las parejas nada mixtas, las abortistas, los transexuales, etcétera, son también hijos del Dios. Hay ateos que lamentan no poder consolarse con la seguridad de que habrá un castigo divino en la otra vida para estos energúmenos que atropellan a los más débiles e indefensos. Los que no cuentan con un obispo que convoque una Eucaristía. Dicho sea sin perder de vista que no debería yo cargar tanto las tintas en el integrismo católico, que no tiene remedio, como en los gobiernos que lo amparan y financian las actividades de estas organizaciones desalmadas, sin alma valga la redundancia. Nada les dicen actitudes como la del Papa Francisco que ahí más allá recibió en audiencia al primer transexual acompañado por su pareja. Líbreme Dios, nunca mejor dicho, de interpretar las intenciones últimas del Pontífice, pero no creo excederme si considero que, como mínimo, dio a entender que se puede ser conservador sin pecar de bruto.

La guagua ultracatólica de referencia no encontró facilidades en el Ayuntamiento de Madrid ni, todo hay que decirlo, en Cristina Cifuentes, presidenta pepera de la Comunidad, que fue, en tiempos, objetivo a abatir de Hazte oir que la acusó poco menos que de obligar a abortar a cuantas preñadas se le ponían a tiro. Hubo también una guagua que lucía un careto descomunal de Cifuentes debido, sin duda, a que Hazte oir no calculó que una mujer pudiera llegar a puestos de relevancia. Las denuncias ultracatólicas de campañas políticas para inducir a los jóvenes a la homosexualidad y a abortar eran, por supuesto, una falta de respeto con los estratos más atrasados a los que se desprecia y asusta con el futuro quizá fueran determinantes de la declaración de utilidad pública de Hazte oir. Sé que cargo las tintas pero tanto hace el Gobierno y su partido con quienes se le oponen que lo provocan a uno.

Otro sí sin salir de lo mismo, la carajera alrededor de Borja Casillas, Drag Sethlas por mal nombre. Su número en la Gala de la trasgresión hasta decir basta sigue tan en candelero que tenía yo pensado dedicarle un espacio esta semana; pero el sociólogo José A.Younis se me adelantó el martes pasado en La Provincia, con un artículo de lo más aseadito titulado Intolerancia y erótica drag; el que suscribo porque, en efecto, el episodio carnavalero pone de manifiesto que la intolerancia no nos abandona y es inmune al desodorante. No ignoro, faltaría más, a las personas a las que dolió de verdad el espectáculo; tampoco que ahí siguen de fijo, con la escopeta cargada, quienes se aprovechan de esos sentimientos que le valieron al fiscal García Panasco para ordenar la investigación de un hecho tan público y notorio que, la verdad, no tiene mucho que investigar.

Younis, pues, me libra de volver sobre el asunto. En principio, ya que no puedo evitar algún comentario. Como que sigo sin saber si Borja Casillas, Drag Sethlas, peca de ingenuidad al asegurar que no pretendía ofender a nadie, que lo hizo sin querer con el añadido de que su ilusión es ser profesor de Religión y que para eso se prepara. Me cuesta trabajo, qué quieren, creerlo aunque haya visto a no pocos jóvenes que no vivieron “aquello” tan en la inopia (o en la higuera) respecto a los crímenes del franquismo al que la jerarquía eclesiástica colmó de bendiciones. Quiero decir, en fin, que puede ser Casillas de los que no se han enterado porque nadie les ha dicho de donde venimos.

Insisto en que no me gusta la estética carnavalera. Me va la trasgresión, pero no siempre sus productos. Me molesta que la trasgresión feroz sea a cuenta del vecino de al lado pero no cuando va contra la autoridad, contra quien representa al poder, en este caso el obispo Cases. Demostró que todavía le puede la insensibilidad de una parte muy significativa de la jerarquía eclesial cuando se le ocurrió mencionar, por comparación, la catástrofe de Spanair. Muy fuerte asegurar que le dolió más la ocurrencia de Casillas que aquel desastre. Luego pidió disculpas con la boca chica. Dicho sea porque no se trata de un cualquiera sino de un obispo, de una alta jerarquía de la Iglesia, de alguien dado a la oración y a la reflexión y con el nivel cultural sobrado para saber de antemano que una cosa es una cosa y otra cosa son dos cosas entre las que no puede figurar la referida insensibilidad. Tampoco creo que fuera lo más prudente convocar sobre la marcha, en caliente, la Eucaristía de desagravio y exponerse a incitar a cualquier loco a hacer un disparate en los actos carnavaleros por celebrar. Y conste que no pensaba yo mencionar de nuevo a monseñor Cases, que no es de mi negociado, pero, qué quieren, conozco católicos en desacuerdo con su talante general y su manera de enfocar el asunto.

¿Le falta un agua a Aguirre? ¿Y a Rivera?

O es demasiado lista porque, queridísimos míos, con lo que hay o se sospecha que hay en la Comunidad de Madrid, una de dos: o estaba rodeada de buitres a los que su supuesta falta de riego les dio la oportunidad de forrarse o ella participó de la fiesta; lo que resulta comprensible pues, según propia confesión, tiene dificultades para afrontar el pago del recibo de la luz. O sea, que es una pobre energética. Y si añado otra, la de tres, igual resulta que sabía de los trasteos de sus hombres rana, si bien jamás se hablaba del asunto, como suele ocurrir entre gente educada, la que para evitar discusiones desagradables le aplicarían automáticamente el incremento anual del IPC mejorado.

Cualquiera de estas tres posibilidades puede ser cierta. Depende del cariño y la consideración que Aguirre le merezca a cada cual. Aunque lo cierto es que ella estaba en el ojo del huracán provocado por la velocidad de desplazamiento de los dineros y que cuando comienza a hacerse el recuento de árboles caídos ocurre que no recibe ni un chicotazo en el ojo. No quiero extenderme demasiado con esta señora pero me ha llamado la atención oírle decir, ahora, que ella dimitió de la presidencia de Madrid al percatarse de que no había cumplido con su obligación in vigilando lo que en romance vulgar hace referencia a vigilar a sus hombres de confianza, los que le salieron anfibios. Dice que fue un error, pero hay errores que traen imputaciones de delito. O sea: debería explicar cómo es eso de que el hecho de gobernar en modo in vigilando, como acaba de reconocer, no le impidió en su día negar terminantemente la existencia de financiación ilegal del PP a costa de la Comunidad de Madrid; negativa que luego suavizó con la fórmula de que a ella no le constaba que eso ocurriera, cosa que pudiera indicar que algo sospechaba; para llegar al in vigilando que alega ahora.

Y dejo a un lado el agua de Esperanza Aguirre para centrarme en las piruetas del PP para impedir la investigación parlamentaria de la corrupción de su partido. La fórmula no puede ser más significativa: como no tiene mayoría en el Congreso para pasarse por el forro la solicitud de investigación, recurre a extender la investigación a todas las fuerzas políticas llevándola también al Senado donde tiene mayoría. Es la versión institucionalizada del y tú más. Una forma de decir que quien más, quien menos, algo tiene que ocultar, que la corrupción es norma y confiar en que al estar todos sometidos a investigación (y dos piedras) sea posible prolongarlo tanto en el tiempo que el asunto se enfríe, muera y se olvide.

A mi entender, resulta bastante significativo que el arrebato investigador arranque de la perreta de Albert Rivera porque Rajoy le ha tomado el pelo, una vez más, con su apoyo al presidente de Murcia, Pedro Antonio Sánchez al que la Justicia le viene solicitando explicaciones. Que podría muy bien no ser inocente de acuerdo con la norma no escrita de que cuantos cargos del PP caen en “veremos” y cuentan con el apoyo del presidente acaban fatal. La lista es significativamente extensa como para que Pedro Antonio se ande con ojo.

Seguramente Rajoy calculó mal y pensó que los demás partidos no secundarían el empute y le salió mal. Por más que la cosa, la investigación o sea, no pasará del que si tu-tú, que si ta-tá de unos días, es decir, no habrá un acto público de contrición y un propósito de la enmienda creíble. Ya se vio en la comparecencia de Rafael Hernando, portavoz parlamentario del PP, al anunciar la solicitud de investigación por el Senado de la corrupción. Hizo la obligada referencia al escándalo andaluz de los cursos de formación y demás que arrastra el PSOE y a la financiación de Podemos por parte de Venezuela, Cuba e Irán, lo que me lleva a no explicarme la demora en ir contra las inversiones de jeques y otros árabes de mal vivir en clubs de fútbol españoles.

En cualquier caso, aunque no le guste al PP reconocerlo, la cantidad de casos de corrupción de mayor cuantía que se han dado en su partido a lo largo y ancho del país siguiendo un mismo protocolo de actuación hasta en los porcentajes de las mordidas hace sospechar que no se trata de casos aislados de quienes cayeron en la tentación. El PP es un partido fuertemente centralizado y aunque sea cierto que esas cosas ocurren en las mejores familias, la frecuencia, lo repetitivo de determinadas circunstancias, indica cuando menos tolerancia.

Quiero decir que nos tendrán entretenidos con las comisiones de investigación y luego todo se olvidará. Al fin y al cabo, aunque las encuestas parezcan reflejar otra cosa, muchos no son corruptos porque no tuvieron ocasión y son menos los que se escandalizan. Se da tan por hecho que la prioridad de los políticos es forrarse que más de una vez he oído a isleños argumentar su voto a favor de la reelección de un alcalde ladrón con la idea de que si “está ya rico, a lo mejor pega a hacer por el pueblo, mientras que si viene uno nuevo habremos de esperar a que haga primero la pella”. Razones.

En este punto suele decirse, ya saben, que el elogio público de Rajoy precede a la caída del elogiado. Lo que no sabría decirles si es que Rajoy piensa como los isleños de mi cuento, si se trata de su condición de gafe o si es asunto de poca vergüenza. Ya ha ocurrido en tantas ocasiones que llega uno a la nada difícil conclusión de que en el PP quien no corre, vuela. Pretende Rajoy que igual pasa en los demás partidos. Aunque no podrá negar que las corruptelas de mayor cuantía son las del PP.

 

Sobre este blog

Etiquetas
stats