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Mujeres y pensionistas en rebeldía

Manifestación feminista del 8M a la izquierda y manifestación por las pensiones a la derecha

José A. Alemán

Las Palmas de Gran Canaria —

Tancredo López fue un novillero valenciano sin fortuna que cierta tarde, de finales del XIX, puso en el centro del coso taurino de su ciudad, frente al toril, un pequeño pedestal, al que se subió vestido y pintado de blanco, dispuesto a presentar al respetable la suerte taurina de su invención, la que dio lugar al “dontancredismo” llamado. Consistía la ocurrencia en mantenerse sobre la peana muy quietecito al salir al bicho, verlo detenerse a echar un vistazo en derredor y descubrir la silueta inmóvil del primer don Tancredo de la historia.

No sabemos qué pasaría por la cabeza de nuestro héroe mientras el animal afilaba las pezuñas delanteras rastrillando la arena del coso. Quizá le sobrecogieran los poderosos resoplidos del cornúpeta al tensar el cuerpo, músculo a músculo en modo ballesta, para salir disparado a por él, rabioso, como si fuera quien le levantó su vaca favorita. Mientras, López parecía rezar aunque en realidad musitaba, una vez y otra, la gran verdad de que más cornás da el hambre para sofocar el impulso de echarse a correr. Había calculado en frío que el toro aflojaría la carrera al acercársele sin percibir señal suya alguna de ser o padecer; ni de respirar siquiera. Entonces, esperaba, se detendría para acercársele cautamente tras un instante de vacilación y olisquearlo con ese modo de hacerlo de las reses desconfiadas que le permitiría tomarse su tiempo y decidir a qué carta quedarse antes de dar media vuelta e irse hundido en la duda existencial de quién soy y qué hago aquí.

Ocurrió todo, pues, como le aseguraron los defensores de la superior inteligencia de los astados: dieron por hecho que, confundido ante la impavidez de López, pensaría que era una estatua de duro mármol y no iba él a descuernarse para satisfacer el gusto por la sangre del tendido. Y como fue bien, pasó López por alto que le echaran un morlaco de los granditos y mirar atravesado en lugar de la vaquilla candorosa que dijeron.

Clave del número era y lo siguió siendo hasta su prohibición a mediados del siglo pasado, la absoluta inmovilidad en lo que olisqueaba el toro a ver si era carne o pescado, sus sonoros bufidos o ya ven. En este caso todo funcionó: el toro paró ante López, le aplicó los belfos húmedos, largó un sonoro bufido y se fue. Un estornudo sobrevenido fuera de programa o alguna jodida mosca inoportuna de por demás empeñada en trompetearle las narices hubiera provocado desastres como conocieron algunos de sus imitadores que eligieron ese camino no por mejorar su dieta, como se cree erróneamente, sino para tener una.

Así se convirtió Tancredo López en el “don Tancredo” merecedor de un Premio Nacional por su innovadora aportación al arte de Cúchares que le dicen.

El pleno del Congreso sobre las pensiones

Sin querer, Tancredo López anticipó la triste figura de Rajoy, ese que firma M.R. los mensajes de aliento a sus correligionarios sorprendidos con el carrito del helado; el mismísimo que prometió al valenciano Camps estar siempre a su lado, ya fuera delante, detrás, arriba o abajo sin especificar si fue exceso enfático o alusión a vayan ustedes a saber qué juegos de esos que, ya saben, ocurrieron en el pasado; como la corrupción según ha proclamado él mismo. El mismito Rajoy, o sea, que anunció su propósito de gobernar España siguiendo los modos y las maneras de Jaume Matas, que fuera presidente de Baleares no distinguido, precisamente, por estar libre de culpas. El listado pepero de estas “cosas del pasado” es amplio y dado que la de Rajoy es la “actitud imperturbable de quien parece no darse cuenta de la amenaza de un peligro grande”, me pregunto si los del DRAE pensaban en él al incluir esta definición de dontancredismo en su vigésimo tercera edición (2014), que no aparece en la vigésimo primera de 1992 y no sé si está en la vigésimo segunda que no tengo a mano.

Sin embargo, ya ven, no sé si va Rajoy de don Tancredo aunque lo parezca. Porque si no ha habido manera de que afronte por lo derecho y con buen tino los graves problemas españoles, los actuales y los que vienen de viejo, bien que saltó el hombre al ponerlo en la picota los pensionistas y el feminismo andante. Sobre todo los primeros, que lo obligaron a convocar un pleno monográfico del Congreso para debatir el asunto de las pensiones. Aunque para mí lo verdaderamente revelador de la escasa consideración en que tiene Rajoy a la gente de a pie es el formato que eligió para poder decir lo que mejor le viniera sin debate de propuestas ni cosa parecida. Fos, que dicen los clásicos. Y digo que el formato es significativo porque si por un lado eliminaba el riesgo de propuestas y votaciones de las que podría salir derrotado el Gobierno, por el otro limitaba el asunto a sus señorías con la menor trascendencia posible a la chusma. Como nos descuidemos el día menos pensado nos endilga el voto censitario. Recordemos que el conflicto de las pensiones arranca de 2013 cuando el Gobierno de este don Tancredo introdujo su “reforma” en el sistema para su primer objetivo: quitarle a las pensiones su condición de derecho para convertirlas en simples pagos graciables y prescindibles, sujetos a lo que quiera el Gobierno. Algo parecido a lo que intentó con el REF. Habría que preguntarse a cambio de qué dio marcha atrás y aguardar a que cambie de idea nuevamente.

Así, el pleno, aparte de que Rajoy nada aclaró, iba dirigido a chantajear a la oposición al indicarle que para hacer “algo” con las pensiones (subrayo “algo” para insistir en su inconcreción) debía bajarse del burro y apoyar los presupuestos. No puede decirse, es cierto, que la oposición diera muestras de tener algo que decir, no sé si porque el formato de la sesión no dejaba lugar al debate y mucho menos a la votación porque ellos son así, es decir, porque estamos ante el peor Gobierno de la democracia con una oposición a juego. Así pudo el Gobierno seguir con la ficción de que el 0,25 de subida de las pensiones era revalorizarlas y escapó de que se hiciera hincapié en asuntos que pone a los peperos de los nervios, que es cuando acusan a los atrevidos de demagogos. Y a eso voy ya porque, qué quieren, el espectáculo político más parece un partido de la UD.

Demagogia 'ma non troppo'

Los peperos se refugian en que no hay dinero para hacer frente a las pensiones de hoy y mucho menos a las del futuro. Podría extenderme un poco en la diferencia que hay entre un sistema de pensiones contributivo, como el español, y otro distributivo de los países con Gobiernos más decentes, pero no merece la pena. Se entiende mejor la naturaleza íntima de esta ¿democracia? haciendo lo que ellos llaman demagogia. Por ejemplo, preguntando cómo es posible que se disponga del dinero que haga falta para reducir ¿o evitar? el daño a ciertas grandes empresas del fiasco de las autovías de peaje. Sorprende que no acertaran en el cálculo del tráfico potencial para realizar obras de esa envergadura por lo que cabe deducir que los primeros y grandes beneficiarios son los constructores que hicieron las obras y que el negocio radicaba en la construcción. Y ahora, tras el fracaso, clama al cielo la disposición del Gobierno a estallarse miles de millones en hacerse con las autovías y resarcir a las empresas que no supieron o no pudieron hacer que les rindiera. Y para remate piensa el mismo Gobierno hacer obras de reparación y mejora para volver a sacarlas a concurso… al que podrían concurrir las mismas empresas que han fracasado. Como me lo cuentan, lo cuento.

O sea, que para eso hay dinero. Como lo hubo para el rescate bancario. Por supuesto, no se puede dejar que los bancos se vayan a la porra, pero no que no paguen sus errores. Da que pensar que calzaran por las Cajas de Ahorros que, no lo olvidemos, nunca estuvieron bien vistas por la Banca deseosa de hacerse con su negocio. Sin olvidar, tampoco, que los defectos de gestión de estas entidades, englobando entre ellos los latrocinios perpetrados, persistieron en gran medida porque los políticos nada hicieron por corregirlos y entraban en los órganos de las cajas gente que no sabía hacer una “o” con un canuto como premio a fidelidades partidistas y personales a algún mandarín. Llegado el momento se dejó caer a las cajas despreciando su potencialidad para volver a ser. Frente a este abandono, miles de millones se destinaron a salvar de la quema a la Banca privada que, ya ven, tenía su responsabilidad en la crisis. Todavía recuerdo la rueda de Prensa en que Rajoy anunció el rescate bancario. Con prisas para asistir a no sé qué partido de fútbol. Pero tiempo tuvo de mentir asegurando que se trataba de un crédito, que devolverían los propios bancos de modo que, aseguró, los españoles no tendrían que desembolsar ni un euro. En los días siguientes los ministros económicos y Soraya Sáenz de Santamaría repitieron hasta decir basta lo mismo, que no nos costaría nada. Nadie ha explicado este asunto.

Es posible aludir a casos en que se dispuso de dinero todos ellos con el común denominador de andar de por medio gente bien situada en los aledaños del poder. La corrupción cabe considerarla como manifestación de menor cuantía de un estado de cosas en que la mentira, el engaño y la extorsión elegante se consideran recursos del buen hombre de negocios.

No voy a seguir por ahí porque quien más, quien menos sabe lo que hay y lo sufre. Prefiero salirme otra vez de la realidad para regresar a la que llaman demagogia. Sólo para recordar la forma en que el Gobierno y no pocos de sus entenados, como el gobernador del Banco de España, se han lanzado a proponer a las gente que suscriban planes de pensiones privados. Uno, no sé si lo habrán notado, es lego en esta materias por lo que no sé cómo es posible que los mismos que tratan de convencer a los pensionistas de que no hay dinero para mantener un sistema público de pensiones recomiendan los privados, lo que es tanto como decir que esos sí son seguros, tanto que pueden cumplir con los pensionistas y aportar a sus socios capitalistas los correspondientes beneficios. También en este campo obra el PP contra la Sanidad y la Educación a las que debilitan en beneficio de lo privado que tiene, por supuesto, su espacio pero no puede ser excluyente ni debe un Gobierno que considere a los ciudadanos promover semejante avaricia. No creo en este punto que Ciudadanos vaya a cambiar nada, mientras el PSOE sigue en Belén con los pastores y de Podemos ya me contarán. Y no entro por cansancio en las rebajas fiscales a las rentas altas ni en las amnistías.

En las últimas semanas, más demagogia, se ha hablado por el Gobierno de la aprobación de un programa para pagar a los jóvenes parte de sus alquileres. Estos se han puesto donde se han subido en lo que las nuevas modalidades de turismo tienden a expulsar a la gente del centro de las ciudades al forzar al alza los alquileres de modo que el Gobierno ha decidido sacar su vena más “social” y dos piedras. Es decir: en lugar de proceder a ordenar estas actividades destina una porrada de millones, los que dice no tener para los pensionistas, a subvenciones con destino final en las cajas de las empresas arrendatarias.

¿Democracia?, ¿qué democracia?

Ramón Punset, catedrático de Derecho Constitucional en la Universidad de Oviedo, recuerda, inasequible al desaliento diría, que la Constitución de 1978 establece la monarquía parlamentaria como forma política. Y señala que “en un régimen parlamentario como el nuestro, la aprobación de una ley importante en contra del criterio del Gobierno (la derogación de la ley de Seguridad Ciudadana, pongamos por caso) debería tener una de estas tres consecuencias: a) la dimisión del Gabinete; b) el planteamiento de una cuestión de confianza; c)la disolución de las Cámaras y la convocatoria de nuevas elecciones. No puede haber una opción d): el dontancredismo y hacer como si no hubiera pasado nada”. Miren por donde.

Cita Punset la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado, que es la ley de mayor trascendencia anual al punto de que si no consigue el Gobierno su aprobación tendría que dimitir sin demora o recurrir al cuerpo electoral para que resuelva. “Todo menos mantenerse atrincherado en el poder a cualquier precio y acumular una prórroga presupuestaria tras otra, que es con lo que amenaza, desfachatadamente, el Ministro de Hacienda”. La ausencia de talante y práctica democrática del PP y de la oposición que la tolera está bien a la vista y no deberíamos engañarnos con esta gente que permanece a la espera de que la intención de voto le favorezca en los sondeos demoscópicos para darle el cerrojazo a la legislatura y convocar elecciones y dos huevos duros. Pero ocurre que este cambio de tendencia no es fácil que se produzca. Menos con la que le tienen formada mujeres y pensionistas. Sin olvidar, por supuesto, la crisis catalana prolongada ya hasta el disparate. Una crisis en la que le corresponde a Rajoy, al PP y a la derecha afín la mayor responsabilidad. Bien se sabe de las firmas recogidas por el PP comandado por Rajoy en todo el país contra la reforma del Estatut con la que alentó la campaña anticatalanista siempre latente en España; después el recurso pepero contra el Estatut y la sentencia del Constitucional en 2010 que aburrió a no pocos luchadores contra el franquismo y a numerosos autonomistas que acabaron convencidos de que con España no hay manera; en lo que se disparaban las afiliaciones al independentismo por más que continuó intacta la convivencia entre catalanes aunque la persistencia de la perversa política españolista ha convertido a Puigdemont y al infantilismo político secesionista en aliados objetivos del españolismo que ha logrado dañar al seny, la famosa sensatez catalana, dividiendo a su sociedad en beneficio de los intereses radicados en Madrid, muy pegaditos a la derecha y a sus gobiernos que batallan por lograr la hegemonía que les dificultan los catalanes. Creo que a punto están de conseguirla. En España se ha dejado de utilizar la política contra los conflictos de intereses y para conciliar los contrapuestos con olvido culpable de que ése precisamente ha sido el camino de los enfrentamientos y las guerras civiles. Están jugando con fuego.

Las situaciones y las formas de afrontarlas no abonan, precisamente, la existencia de una democracia medianamente potable. Los conflictos derivan de esa incapacidad y cada vez leo y escucho más comentarios acerca de la Italia de no hace tanto que iba de un Gobierno fugaz al siguiente que duraba aún menos y eso durante años. Hasta que a alguien se le ocurrió a diagnosticar que en Italia no carburaba el Gobierno pero sí el país. La mejoría fue así evidente. Mientras en España parece el Gobierno interesado en hundir en la miseria a unas cuantas generaciones más.

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