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Mundo real, mundo pepero

Mitin de Mariano Rajoy /EFE

José A. Alemán

Los gobernantes se esmeran en ocultar la realidad, lo que da lugar a la existencia de dos mundos: el real en el que vivimos y que casi no podemos ver porque un aparato público nos lo oculta con su discurso político mendaz; y un mundo oficial transmitido incansablemente por los voceros del Poder y los medios de comunicación. La relación entre estos dos mundos debe afrontarse, en el análisis social y en la elaboración de una teoría política, lejos de valoraciones morales; como se hace en Zoología donde no cabe condenar al lobo cruel y llorar al cordero inocente: debe entenderse que cada uno cumple su función y el que nace carnívoro no es sanguinario como tampoco es bondadoso el herbívoro. Cada uno desarrolla el papel que le ha tocado y la patraña que desvirtúa la realidad la inventó, ya ven ustedes, el hombre, conocido devorador de corderos con lo que ya me contarán.

Desde esta óptica exenta de valoraciones morales, puramente “zoológica”, se explica que los gobernantes manipulen y hasta engañen en su beneficio a los gobernados. No lo pueden evitar: si hacemos abstracción de los valores morales y éticos, nos encontramos con que mandan sujetos tan inclinados instintivamente al engaño como el lobo a calzar por el cordero. Menos explicable es que los gobernados se dejen engañar tan fácilmente, aunque es verdad que el Poder dispone del gran instrumento de la ideología impuesta que invita al gobernado a la resignación; y eso desde los tiempos en que se le decía que el destino estaba determinado por Dios y se consolaba a los desfavorecidos con la recompensa en la otra vida, a los tiempos de hoy cuando se recurre a dichos realistas tipo “las cosas son como son” seguido de la recomendación de “aceptarlas como vienen”.

Esta visión “zoológica” es de Alejandro Nieto, a quien me propongo fusilar aquí, con alguna apostilla para que no se diga. Nieto fue catedrático de Derecho Administrativo en La Laguna a caballo de la década de los 60 y los 70 del siglo pasado y hoy es emérito de la Matritense. Ocupó un tiempo la presidencia del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y en 1997 ganó el Premio Nacional de Ensayo: no en vano cuenta con una treintena de libros e infinidad de trabajos y de artículos de su especialidad. En lo que toca a Canarias, dirigió los siete volúmenes de Estudios de Derecho Administrativo Especial Canario y firmó el prólogo de Los Cabildos Insulares de Canarias, de Joaquín Valle Benítez, editado en 1970 por el Seminario de Derecho Administrativo lagunero del que fuera responsable. Ni qué decir tiene que la clase política canaria nunca ha dado, salvo alguna excepción, muestras de conocer estas aportaciones. En realidad, no interesaban que la subordinación a las cúpulas partidistas estatales aconsejaba no incomodar en Madrid con boberías de especialidades isleñas. Luego vino el nacionalismo de CC, “el más español de todos los nacionalismos” como dijera Hermoso, y todo quedó enterrado pues su objetivo político era vender los votos parlamentarios canarios.

Pero no es la labor en las islas de Nieto la que interesa aquí. Recurro a él cansado de las mentiras de Rajoy y del PP respecto a la salida de la crisis y la recuperación económica. Quienes ven las cosas de otro modo son acusados de alinearse con la extrema izquierda y los antisistema, atributos que los peperos distribuyen generosamente ahora que el dichete de “comunista” ya no impresiona. Y favorece la política pepera de ocultación de la realidad que para la gente común se vive mejor ignorándola, desconociendo las desigualdades, las injusticias y las crueldades; y dando por buenas las mentiras… hasta que sobreviene, diría yo, una crisis como la que vivimos que pone de relieve las mentiras que no por eso, entiéndanme, pierden su capacidad inhibitoria.

El conocimiento de la realidad, está visto, produce inquietud. Es preferible el discurso oficial tranquilizador, el que nos coloca ante la realidad virtual de que vivimos en una democracia consolidada, garantía de que disfrutamos un Estado de Derecho regido por los principios de libertad, igualdad y legalidad. En este estado de cosas indica Nieto que quienes peor lo tienen son quienes por oficio y experiencia conocen la realidad, pero por comodidad, conveniencia o cobardía no la reconocen en público, lo que les hace vivir en una dolorosa esquizofrenia.

Los intereses privados vencen a los públicos

Nieto señala que el Estado español reconoce, de forma expresa, una serie de intereses que incorporó a su discurso oficial; pero silencia o no insiste en otros que también atiende: los personales del rey, de las autoridades y funcionarios, de los partidos y sus militantes, de la clase política en general y de las clases dominantes. No interesa insistir en ellos. En este segundo apartado habría que discriminar los que sean intereses públicos legítimos de los personales privados ilegítimos que deberían denunciarse. Lo que no resulta tan sencillo porque detrás del escenario estatal y sus claroscuros existe un espacio más amplio y opaco en el que actúan intereses concretos de instituciones y grupos que, aun siendo ajenos al Estado, son asumidos por los gestores estatales, bien sea porque ellos mismos se benefician individualmente, bien a título de contraprestación por algún servicio. Lo que da lugar a unas interrelaciones tan intensas que convierten a esos grupos e instituciones en los verdaderos dueños del poder. Situación favorable a las doctrinas como la hoy dominante del Estado regulador, diferenciado del Industrial y del de Bienestar anteriores por cuanto abrió la posibilidad no de interdependencia sino de una auténtica interacción entre lo público y lo privado. Así, en el Estado regulador lo originariamente “privado” se ha infiltrado rápidamente en el tejido de lo público, primero para controlar los entes reguladores y convertirlos en sus servidores, riesgo anticipado en su día por John Kenneth Galbraith; luego, a medida que profundizaba y se extendía hasta hacerse general, el proceso de infiltración generó un híbrido inextricable y proclive a toda clase de desviaciones y desgobiernos bajo los que vivimos.

La misma ideología que patrocina al Estado regulador pretende “adelgazar” a las nociones estatales precedentes –el Estado Industrial y el de Bienestar en trance de desaparecer- para eliminar cualquier injerencia pública que impida a las economías (privadas, por supuesto) desarrollar sus actividades. Sin reparar, para qué, en la contradicción de que en los últimos treinta años los Poderes públicos que ya controla han doblado los efectivos de personal y multiplicado sus recursos presupuestarios. Las desigualdades sangrantes y los costes desproporcionados están ahí y el resultado final, al decir de Nieto, “no ha sido una Estado grande sino hinchado, sin fibra, débil, manejado por poderosos que lo manejan a su gusto y se aprovechan de él como de un botín”. Que de botín se trata, añadiría yo a la vista del tremendo saqueo sufrido por las arcas públicas.

Asegura Nieto que descubrir todos estos hechos no es fácil dado que “han sido cubiertos por una espesa costra de ideologías refinadas, maniobras políticas cínicas y vapores de intelectuales ilusos y también de los de a tanto la línea”. Y añade que llamó “desgobierno de lo público” a lo que encontró debajo de esa costra.

Comienza en este punto nuestro autor diferenciando el desgobierno del mal gobierno y de la mala administración. “Mal gobierno” sería el establecimiento o fijación de unas políticas públicas erróneas y “mala administración” su gestión o realización desacertada. El desgobierno, en cambio, lleva consigo la nota de intencionalidad no la mera ignorancia o incapacidad que se observa en el mal gobierno o la mala administración. Se desprecia la idea de que las políticas públicas tienen el objetivo esencial del desarrollo económico y cultural de los pueblos; o sea, el desgobierno desvía al Estado de sus fines de tal manera que, en lugar de servir a los intereses públicos, atiende a otros distintos, ordinariamente los de quienes ocupan el Poder político; aunque sea respetado formalmente, con mayor o menor habilidad, los principios de la soberanía popular y “subrayando hipócritamente siempre la importancia de unas instituciones intermedias (la monarquía, por ejemplo, o los partidos)”. Así, “en el mundo oficial el Estado es una institución benéfica, altruista y servicial para el bien común y de los ciudadanos, mientras que en el mundo real el Estado es un aparato de dominación patrimonializado por un grupo reducido de gobernantes”.

En el caso español, el desgobierno consiste “en el establecimiento de unas políticas públicas absolutamente prioritarias dirigidas a: a) mantenerse en el poder; b) a ejercerlo en beneficio personal de sus titulares, asociados y clientes; c) a aceptar y practicar a tal efecto las técnicas de patrimonialización, corrupción y manipulación, y d) limitando al servicio del pueblo las medidas estrictamente necesarias para que tolere el desgobierno y lo legitime en un proceso electoral”.

De las distintas formas históricas y actuales de legitimación, figura entre las técnicas más importantes la manipulación, es decir, “una coerción psicológica, una maniobra mediante la cual se convence a la víctima de que cree o que le gusta o que le beneficia algo”. Los dominantes no necesitan acudir a la fuerza porque consiguen lo mismo a través de la manipulación que, además, no genera resistencias. La conclusión es evidente: si la tiranía se apoya en la fuerza, el gobierno pretendidamente democrático recurre a la manipulación en la que los partidos políticos deslumbran a los ciudadanos con técnicas publicitarias engañosas. La manipulación no genera rechazo sino más bien adicción y “los ciudadanos venden con gusto su primogenitura democrática por un plato de lentejas bien publicitado, y el Poder está hoy en condiciones de publicitar con eficacia sus más tenebrosas medidas de desgobierno […] En la coyuntura histórica actual el desgobierno español proporciona a la mayoría un nivel económico hasta ahora desconocido y, además, la impresión de vivir en un sistema democrático. En estas condiciones el desgobierno está blindado y denunciarlo parece propio de agoreros y resentidos”. Estas palabras de Nieto, impresas hace siete u ocho años, no han perdido vigencia ni siquiera al sobrevenir la crisis. Esta ha abierto muchos ojos y bajado de la parra a más de cuatro, pero el Poder controla la educación y los medios informativos que acabarán por imponerle a la gente la “sensatez” de aceptar sin más lo que hay; aunque no haya para todos y sí cada vez para menos. En términos de patrimonialización, buenos ejemplos son la trama Gürtel o la Púnica; por no citar otras en aras de la brevedad. Es muy significativo que con todo el bagaje acumulado siga el PP encabezando la intención de voto de los españoles. Aunque también deba registrarse como positivo que un buen número de jueces se hayan decidido a dar la batalla a la corrupción, impune hasta no hace tanto. Y parece haberlo hecho con tal decisión que el Gobierno no ha dudado en legislar como si tratara de entorpecer esa labor. Como acaba de ocurrir con el señalamiento de plazos para la instrucción de sumarios introducido en la nueva ley de Enjuiciamiento Criminal que puede impedir que se proceda contra casos flagrantes; por ejemplo, cuando es preciso recabar información de cuentas en bancos extranjeros: entre la requisitoria y la respuesta de la entidad requerida media el tiempo suficiente como para que haya transcurrido el plazo de instrucción y quede la causa durmiendo el sueño eterno de los justos. La reacción contra la nueva ley de Enjuiciamiento ha sido masiva desde todos los ámbitos de la Justicia, lo que resulta tan relevante como la resistencia del Gobierno a cambiar una coma. Parece que a pesar de los pesares, del Gobierno o sea, avanzamos.

El engaño pepero de la recuperación

Hasta aquí, como digo, he recogido las palabras del profesor Alejandro Nieto con el añadido, insisto, de alguna apostilla. Y como hoy me levanté convencido de que no hay nada como el mínimo esfuerzo, seguiré en el mismo plan para ilustrar las mentiras de Rajoy y el PP, dichas y repetidas a través de sus poderosos medios de manipulación. Esta vez recurriré a sendos artículos de los economistas José Carlos Diaz y Joaquín Estefanía, que es también periodista, que utilizan datos de fehaciencia oficial que el PP desmiente no de forma directa, señalándolos con el dedo, sino ocultándolos y afirmando lo contrario.

El de Díez, publicado en El País el pasado 30 de octubre, hace un breve balance de la legislatura de Rajoy. Comienza recordando su promesa de crear empleo y tras señalar que la legislatura acabará con menos afiliados a la Seguridad Social que había cuando la inició, asegura que puede ser Rajoy “el primer presidente de la democracia en abandonar La Moncloa con menos empleo que cuando llegó”. Si pierde las elecciones, claro.

En relación a la calidad del empleo, los datos son peores. En 2014 las empresas pagaron salarios por un importe inferior en 40.000 millones de euros a los abonados en 2011. Esa diferencia la provocó de forma consciente la reforma laboral: el PP la presenta como panacea pero lo cierto es que el empleo es más precario y con salarios más bajos. Recurre Díez en este punto al INE: el ingreso medio por hogar ha caído un 6% desde 2011 y añade que si, encima, se tienen en cuenta las subidas de impuestos durante la legislatura y descontamos la inflación, la renta media por hogar ha retrocedido nada menos que a 2003. Los datos de pobreza han empeorado significativamente con 625.000 españoles más en paro y sin ninguna prestación. En lo que toca a Canarias, el diario La Provincia informó hace un par de días de que más de la mitad de los parados canarios no perciben prestación alguna.

Díez prosigue desgranando datos. Los gastos de la Seguridad Social superan los ingresos por cotizaciones en 35.000 millones de euros, más del 3% del PIB. Los gastos, a pesar de haber congelado las pensiones durante toda la legislatura, aumentaron un 3% y los ingresos lo hicieron en un 0,8%. En la “hucha” solo quedan ahora mismo 35.000 millones.

Frente a la leyenda urbana del “no rescate”, el autor asegura que Rajoy ha sido el único presidente de la democracia rescatado por el Fondo Monetario Internacional; que tenía al llegar a La Moncloa 30.000 millones de euros disponibles en la cuenta corriente del Banco de España; que el Banco Central Europeo convocó subastas extraordinarias que bajaron las primas de riesgo en el primer cuatrimestre de 2012 y que en febrero de ese año el Gobierno puso precio por decreto al suelo y varios bancos, Bankia en especial, entraron en quiebra… sin que Rajoy presentara ningún plan de recapitalización pública con lo que provocó la mayor fuga de capitales de la historia de España. Tuvo que ser rescatado, digan lo que digan.

El “éxito” que Rajoy invoca para solicitar su reelección es una engañifa más porque, recuerda Díez, en la actual coyuntura el Banco Central Europeo está comprando deuda pública, lo que ha hecho descender la prima de riesgo. A lo que se añade la depreciación del euro en un 20%, la bajada del precio del petróleo a la mitad y que la Comisión Europea concediera en 2013 a España dos años más para reducir el déficit al 3% del PIB. Eso ha hecho crecer la economía y crea empleo. Pero algún día dejarán de echarle una mano y ya veremos. Se sabe que en 2016 se necesitarán nuevos ajustes, por lo que pueden imaginarse lo que nos espera si Rajoy es reelegido: Madrid se quedará hasta con las perras del ITE, el futurible que le ha quitado la careta a Clavijo.

Para hacer frente, de verdad, a la situación España necesita modernizar su aparato productivo y generar más y mejor empleo, pero lo cierto es que ha reducido el gasto en I+D+i a niveles del 2004 y recortado en educación y en becas. La población activa no crece y la productividad tampoco, de modo que los jóvenes tendrán que seguir emigrando. Los formados, por supuesto, que son los que interesan a los países receptores. Eso indican los datos que los peperos tratan de ocultar por lo menos hasta después del 20-D.

Joaquín Estefanía, por su parte, apenas disimula la indignación que le provocó la cínica desvergüenza de anunciar una gran acción económica y política para el desarrollo después de disminuir en un 60% las ayudas. Aunque considera aún más dañino el triunfalismo con que asegura no haber dejado tirado a nadie por el camino de su ejecutoria gubernamental. Estefanía hace referencia a la comparación, a la que me referí la semana pasada, de la Encuesta de Población Activa (EPA) del cuarto trimestre de 2011 con la del tercer trimestre de este año de 2015. Su resumen de la comparación es el siguiente:

  1. Menos personas ocupadas.
  2. Menos contratos indefinidos.
  3. Más contratos temporales.
  4. Más parados mayores de 50 años.
  5. Más parados de larga duración (del 50% al 60,70% lleva más de un año sin empleo; del 27,10 al 44,50% -¡17 puntos más!- llevan más de dos años y se quedan sin prestación.
  6. Menor tasa de actividad.

Con esta secuencia se pregunta el autor cómo puede calificar Rajoy de “gran éxito” su reforma laboral cuando la menor tasa de actividad y el estancamiento ha hecho que la renta per capita española haya bajado a niveles de hace más de una década. “Según datos del Banco de España: el PIB per capita real en 2014 en términos de paridad de poder adquisitivo (eliminando el efecto de la inflación) se situó en los 24.100 euros. En el año 2013 era de 24.162 euros”. Por si fuera poco, recuerda Eurostat, la oficina de estadísticas de la Comisión Europea, que España está por encima de la media europea de ciudadanos amenazados por la pobreza y la exclusión: 13,4 millones de personas, un 29,2%; o sea, “casi uno de cada tres ciudadanos”. Una grave situación que va a necesitar muchos años para ser corregida y en lo que no se para a pensar Rajoy porque su horizonte temporal son las próximas elecciones. Alguien debería preguntarle cuantas generaciones han de sufrir las consecuencias de esta política de proteger de proteger a los poderosos y obligar a la gente de a pie a pagar sus errores y disparates y a salvar a unos bancos inmisericordes y nada solidarios con el país, a pesar de no ser ajenos al desencadenamiento de la crisis.

Con todo, ya ven, al cabo del tiempo he acabado por darle la razón al PP: la culpa de todo la tiene Zapatero por no impedir el triunfo de Rajoy que por último ser parte principal de su legado; y quien dice Zapatero, dice cuantos le dieron la mayoría absoluta sin que haya podido dilucidar si fue por ignorancia o por masoquismo; que no sé que predomina más en un país donde durante años se vociferó el “¡Viva las cadenas!” con que los absolutistas recibieron a Fernando VII en 1814, con el añadido de mueras a la libertad en 1823, cuando los Cien Mil Hijos de San Luis acabaron con el trienio liberal. Es paradójico que un país en que se cultivó la ignorancia elevada por la Iglesia a virtud teologal fuera baluarte del Antiguo Régimen que lo oprimía. Alguien, no recuerdo ahora mismo quien, hizo hincapié en que el mismo país que en 1812 gritó “¡Viva la Pepa!” se pasó en 1814 al “¡Viva las cadenas!” (o“caenas”), con lo que se evidenció que el liberalismo fue una ilusión y que mientras en el resto de Europa los plebeyos empezaban a tener un papel protagonista y el continente prosperaba, España devolvió el poder al rey, el clero y la nobleza. No es el caso de hoy, pero sí que lo recuerdan los sondeos que colocan al PP en cabeza por intención de voto. A pesar de la corrupción, del saqueo organizado de las arcas públicas, del retroceso democrático, del proceso de destrucción del Estado de Bienestar, de la liquidación de las clases medias, de la indefensión provocada de los trabajadores para mejorar su explotación por los poderosos, etcétera. La Historia no pasa en vano y sus efectos se prolongan en el tiempo y no hace tanto que el grueso de los españoles se mostraba servil y permisivo ante los caciques y los ladrones de alta cuna o los que lograron comprarse una nueva con el dinero arramblado de mala manera. Incluso se admiraba a los que habían defraudado a Hacienda y hasta se cuenta de cierto supuesto amañado que en los primeros compases del IRPF plantó en la puerta de su oficina el anuncio de “Aquí se hacen declaraciones de la renta a devolver”.

La cantata del euro virtual

Según mis noticias y con buen criterio, Los Sabadeños están dando los pasos necesarios para garantizar la permanencia futura del grupo lagunero y ya universal en las siguientes generaciones. Conocí a los fundadores y observé cómo el paso del tiempo iba dando entrada a nuevas caras en lo que otras desaparecían y me parece muy bien que se asegure su continuidad. Si o me equivoco, solo conozco de aquella época a Elfidio Alonso a quien se debe, sin duda, la permanencia del grupo. Esta parece garantizarla la institucionalización de la que fuera una iniciativa que arrancó de aquella ya lejana jarca de amigos dados a la parranda tanto como a abordar, con la seriedad que merece, el folklore canario y extenderse por otros espiritualmente afines.

Siempre me he sentido muy orgulloso del reconocimiento de Los Sabandeños fuera de las islas y de ser Sabandeño de Honor, lo máximo a que podemos aspirar quienes tenemos el oído mayormente atrofiado. Es por eso que no quisiera verles caer en la tentación de complementar su Cantata del mencey loco con otra dedicada al euro virtual que cree haberse trajinado Fernando Clavijo con el perverso Cristóbal Montoro, ministro de Hacienda. Montoro debe estar privado con la que se ha armado en Canarias a cuenta de los 160 o 180 millones del antiguo Impuesto General de Tráfico de Empresas. Por mi parte, ya dije lo que tenía que decir sobre los criterios de reparto clavijero, así que nada añado más allá de que ha tenido el meneo la virtud de desvelar en bastante medida el talante del recién estrenado y ya enfollonado presidente de esta autonomía con bastante de menceyato y algo de ingenuidad indígena: no otra cosa sugiere dar por buena la ¿promesa? de Montoro respecto a esos dineros.

Digo ingenuidad porque bien sabido es que Montoro no seguirá de ministro aunque Rajoy gane el 20-D. No está el ministro precisamente en las oraciones de no pocos colectivos y algún que otro individuo contra los que ha utilizado información que conoce por razón del cargo. Sin olvidar sus actitudes respecto a compañeros de Gobierno indicativas de que no es su intención (o no ve posibilidades) de repetir en ese supuesto nuevo Ejecutivo de Rajoy. No es Montoro un tipo agradable y tiene algo de rompetechos que solo arranca sonrisas sardónica. Es un lastre en el supuesto de que Rajoy gane las elecciones y le toque formar Gobierno. Cosa que debió tener en cuenta Clavijo antes de enseñar la patita. Más cuando la ejecutoria global de los gobiernos peperos, y no tan peperos, ha sido incumplir sus compromisos canarios y pasarse por el arco del triunfo lo que queda en el REF del famoso y ya olvidado acervo económico canario. Pero lo que me importa es que en La Laguna, ciudad bien poblada de notas y cachondos, haya quien conciba una cantata dedicada a los primeros meses de la era Clavijo. Y como el diablo las carga, igual tienta a Los Sabandeños acordarse de mastro Pepe el Gago y musicar las letrillas entre perras de vino y ambosadas de manises para que las cante en carnavales su marca blanca, si la hay en el follón de afilarmónicas, murgas, comparsas y demás familia. Si llegara el caso, rogaría que, al menos, no la llamaran Cantata sino Cantada del euro virtual. Sería lo más apropiado para esos dineros futuribles.

La guerra de Irak benefició a España

Hace poco más de cinco años, George Bush reconoció en sus memorias los errores que lo indujeron a agredir Irak. Y semanas atrás Tony Blair admitió la equivocación, asumió su parte de responsabilidad y hasta pidió perdón. La madre del cordero de tantas equivocaciones fue, ya saben, la creencia interesada de que Sadam estaba hasta las cejas de armas de destrucción masiva. La que se impuso a pesar de que expertos internacionales negaron la existencia de esos arsenales, después de meses buscándolos en el propio país. El hecho de que las fuerzas invasoras fueran derechas a hacerse con el control de las sedes de la administración petrolera iraquí da pie a la sospecha de que fue agresión premeditada para hacerse con unas reservas de petróleo que, me da en la nariz, han perdido ahora importancia para los USA al convertirse, mediante el polémico fracking, en país exportador y no importador de crudo. Pero eso pertenece al terreno de la especulación y cada cual está en su derecho a pensar lo que quiera. Incluso lo peor que, por supuesto, es lo que recomiendo.

Sin embargo, el tercero de los del trío de las Azores que decidió la agresión, el carpetovetónico José María Aznar, resultó ser de los inasequibles al desaliento. No reconoce la equivocación, no asume responsabilidades, no pide disculpas, no está arrepentido y alega, encima, que España se benefició con su participación en el asunto. Asegura Aznar que obró por “convicción atlantista, porque convenía estratégicamente a España”. A lo que añadió “un elemental sentido de la reciprocidad política” respecto a su amigo Bush mediante una extraña regla de tres por la que, pongo por caso, has de entregarle al vecino la pantalla de plasma porque él una vez te dio un par de huevos.

Desde luego, mejor es desentenderse de Aznar y que carguen con él los peperos que tanto lo celebraron. Sin olvidar, eso sí que no, la frivolidad con que se refiere a una acción militar que destruyó el Estado iraquí creando un vacío de poder que favoreció la irrupción y ascenso del Estado Islámico (EI). No se entiende, salvo en el caso de que se trate de alguien con las limitaciones de Aznar, que un gobernante no prevea que de sus actos pueden derivarse consecuencias como la destrucción de un Estado en una zona del mundo especialmente problemática. Era previsible, así lo indicaron no pocas voces con menos información de la que cabe suponerle a Aznar, que la iniciativa determinara la aparición del terrorismo en Irak y provocara una mayor inestabilidad hasta convertirse en amenaza directa para la seguridad mundial. Por no hablar del desastre humanitario de cientos de miles de muertos, de destrucción de pueblos y ciudades, de la extensión del terrorismo, de la forma en que ha arrastrado el EI a Siria, sin contarles de los millones de refugiados que están literalmente invadiendo Europa y no precisamente las naciones que fueran metrópolis de las ex colonias medioorientales. Guste o no hay una secuencia desde la agresión a Irak hasta las actuales barbaridades del Estado Islámico (EI). Y dejo a un lado, en lo que se refiere Aznar, el papelón que Rajoy impuso a los peperos para que no se relacionara el brutal atentado de Atocha, en 2004, con una venganza islamista por la guerra de Irak para salvarle el palmito a su antecesor. El empeño de que fue ETA se mantuvo hasta después de que los tribunales establecieran la autoría islamista, una cuestión que acabó haciendo irrespirable el ambiente político.

Con el paso del tiempo, dejó de servir la coartada de los tres de Azores, la de ir a matar iraquíes para liberarlos de un dictador y darles la democracia. La única realidad, aun sin saber cómo hubiera evolucionado la zona de no producirse la agresión, es que el agravamiento de la situación se debe a aquella guerra y que Aznar al hablar de beneficios para España se puso a la altura de Ana de Palacio que era, en aquellos momentos, su ministra de Exteriores. De Palacio aseguró, para convencer a los españoles de la conveniencia de embarcarse en aquella guerra, que tendríamos la gasolina más barata. Quedaron retratados los peperos.

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