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El PP le hizo a Aznar un Pedro Sánchez

José María Aznar, expresidente del Gobierno de España

José A. Alemán

Las Palmas de Gran Canaria —

Aseguran los peperos que Aznar es parte fundamental, esencial incluso, de su patrimonio político. Eso dicen en público y creo estar en condiciones de afirmar que, como mínimo, hay división de opiniones pues, tras lo oído en privado a amigos y conocidos del PP, puedo afirmar y afirmo que hubieran preferido que les legara un buen solar en zona céntrica. Es evidente que para los peperos de corazón, que haberlos háylos dadas las abundancias de las viñas del señor, Aznar no les provoca dolor de muelas alguno porque él es el dolor mismo con esa costumbre que ha sacado de dejarse caer en los momentos menos oportunos para el partido. Pero no puede negársele que carezca de motivos para cabrearse pues debe tener el hombre en carne viva salva sea la parte de castigada por los pellizquitos de monja que le tiran desde el entorno de Rajoy. A los que él responde o ataca, todo hay que decirlo, con pellizcones a mano entera del tipo mordida de caballo y rabia carpetovetónica.

Quizá hubo, en su momento, alguna posibilidad de que las cosas discurrieran por donde barrunto que iba a Aznar para volver en olor de multitudes. Pero si alguna esperanza tuvo, a buen seguro que se esfumó al lograr Rajoy su aplastante mayoría absoluta en 2011.

Siguieron cuatro años en que incordió menos que ahora, cuando ya el PP no cuenta con aquella mayoría, a lanzarle nuevos obuses. Como ese proyecto de nuevos estatutos del partido que se aprobarán seguramente en el Congreso de febrero. En ellos se establece que el presidente de honor dejará de ser vitalicio y se someterá a refrendo en cada Congreso. Demasiado para la altísima opinión que tiene de sí mismo el Aznar rompetechos este intento de humillarlo sometiendo su continuidad como presidente de honor a la votación del partido que le debe casi todo precisamente a él. Hasta ahí podíamos llegar.

En resumen: a Aznar le han hecho un Pedro Sánchez. No creo que fuera Rajoy, que no es de los que sudan la camiseta. Los envites han partido, sin duda, de su entorno donde tuvieron a su favor la forma de ser de Aznar y la imagen que se ha creado durante años en los que ha provocado más de una ruptura. Por no hablar de su insensatez al meterse en la guerra de Irak para que Bush le palmeara su espalda de españolito acomplejado. Ya veremos si tiene en la cabeza otro proyecto político a la derecha del PP aunque, en principio, todo el mundo lo descarta.

El episodio cerrado estos días con la renuncia de Aznar a la presidencia de honor lo produjeron las buenas palabras de Soraya Sáenz de Santamaría y el propio Rajoy respecto a Cataluña después de tantos años acumulando recursos en el Tribunal Constitucional. La sentencia recaída en uno de ellos, el de inconstitucionalidad, presentado en julio de 2006, provocó 2010 una tremenda reacción promovida por la Generalitat, presidida por José Montilla. La sentencia aludida se conoció cinco meses antes de las elecciones autonómicas, en las que ya pudo apreciarse el notable incremento del voto independentista. Esta es historia conocida, como lo es la querencia tanto de Rajoy como de su vicepresidenta de traspasar a los tribunales asuntos políticos. Los dos han mantenido esa misma actitud (invocación de la ley, judicialización, negativa al diálogo y una muy notable intransigencia) que como era de esperar ha llevado al extremo de una casi imposible vuelta atrás.

Ya en 2010 observé sobre el terreno esa posibilidad que por desgracia se ha ido consolidando bajo la presidencia de Rajoy. En estos momentos, si no estoy mal informado, hay más de 400 denuncias y causas pendientes si se suman las existentes en el Constitucional, el Supremo, el Superior de Justicia de Cataluña y la Audiencia Nacional. Ante semejante panorama, Sáenz de Santamaría admite que el Gobierno puede haberse equivocado en la gestión del conflicto; como si nadie se lo hubiera advertido en todos estos años. Además quiso suavizar el alcance de su error atribuyéndolo a falta de entendimiento con el PSOE. Lo que resulta un tanto cínico después de toda una legislatura en que no ha contado el Gobierno pepero con el Congreso. Por su parte, Rajoy sostiene ahora que “el diálogo tiene sentido siempre”. Ele, tío: más de un lustro ha tenido que pasar para oírles decir esas cosas que Aznar utiliza como pretexto para entonar el “amigos que fuimos” y romper puentes con Rajoy pues considera que el PP ya no tiene lo que hay que tener; ni un mal discurso que oponer a los rivales políticos. Como uno es bondadoso en el fondo, le recordaré que muy bien pudo “designar” a Rodrigo Rato y hubiera sido peor.

Hace unos días anduve por Barcelona y observé que no se habla del asunto, a menos que saques tú el tema. Pregunté a quienes se me pusieron a tiro, gente ajena a la política, conste, qué opinaban de la nueva actitud del Gobierno y resulta que no se fían. Piensan que más de un lustro ignorando, despreciando y denunciando las iniciativas catalanas es demasiado tiempo para creerse que por fin han caído del caballo. Argumentarán los españoles, sospechan, la independencia de los tribunales para justificar que sigan adelante las causas pendientes con olvido de que los tribunales no han obrado de oficio sino inducidos desde el Ejecutivo, con lo que ya pueden contarnos de qué independencia judicial hablan.

Otro botón de muestra de la forma de entender las cosas de Madrid es el “empapelamiento” de Carme Forcadell, presidenta del Parlament, por no impedir el debate sobre la independencia de Cataluña. Forcadell contestó a la magistrado del Tribunal Superior catalán que si la gente de la calle puede hablar de la independencia, ¿cómo no pueden hacerlo los parlamentarios?“. Hay sentencias del Constitucional, añaden, que podrían alegarse en defensa de la presidenta de la Cámara y del principio de inviolabilidad del debate parlamentario. Algunas establecen en sus fundamentos jurídicos que el debate, al margen de lo que se decida por último, tiene una función en sí mismo: la de permitir a los representados tener conocimiento de lo que sus representantes piensan de determinados asunto y sobre la oportunidad de proceder a su regulación legal. Con el debate se pretende preservar el derecho de iniciativa de los parlamentarios y el de los ciudadanos a sentirse representados.

Hilan fino, pues, por aquellas latitudes y resulta bastante llamativo que hablaran en estos términos de las tribulaciones de Forcadell gente alejada políticamente de ella. Más o menos lo mismo que ocurre en el caso de Artur Mas que utilizó dinero público de cara a la consulta del 9-N sobre la independencia. Pudieron proceder contra él por malversación de fondos y sin embargo se le acusa sólo de desobediencia. Como siempre, los dineros públicos son poco tenidos en cuenta.

Y vuelvo a Aznar para terminar. Porque no se ha parado en barras para poner a caer de un burro a quienes del PP postulan ahora dialogar. Concretamente a Sáenz de Santamaría a lo mejor para ocultar que buena parte de los que hoy se sientan en el banquillo de la Gürtel fueron invitados a la boda de su hija en El Escorial. Por no hablar de los de las tarjetas black o el disparate que acabamos de conocer de las autovías radiales de peaje y ni se sabe cuantas barbaridades más que hacen de su eliminación de la política un favor al país.

Guanarteme y los derechos históricos

En su día supieron Los Sabandeños sacarle punta al empeño de traerse para Gran Canaria los restos de Tenesor Semidan, cristianado como Fernando Guanarteme. La tradición lo enterró en una iglesia de La Laguna pero, según tengo entendido, no se sabe muy bien adonde fue a parar tras su muerte; por envenenamiento al parecer. Nunca tuvo el caudillo aborigen grancanario buena Prensa lo que hace de él otra de las figuras controvertidas de nuestra historia y no digo yo que casualmente. Se intuye que Tenesor fue un obstáculo mientras vivió y lo siguió siendo tras su muerte, visto el interés en presentarlo como un traidor a su pueblo que obtuvo como pago la comarca de Guayedra. Algo que, por lo que se va sabiendo está muy lejos de la verdad, según ha conseguido aclarar el abogado Normando Moreno en su libro La conquista de Tamarant (Gran Canaria) desde la perspectiva del Derecho, una aportación que completa ahora con Los derechos históricos fiscales canarios. Crónica inconclusa de un conflicto, que acaba de presentar en la Casa de Colón.

En el primer título mencionado, Tamarant…, Moreno presenta a Tenesor como hábil negociador: cuando se percata de que por muchas victorias que consiga sobre los invasores siempre cubrirían sus bajas con tropas de refresco, algo imposible para los canarios, comprende que tiene perdida la guerra. Negocia entonces su “captura” y viaja a Castilla donde cierra acuerdos con los Reyes Católicos; entre otros, la creación del redondo de Guayedra. Un redondo es, en el derecho de Castilla, un territorio exento de la jurisdicción de todos los pueblos comarcanos; también terreno adehesado no perteneciente al común.

Guayedra fue, por tanto, zona excluida del dominio castellano. Tenesor siempre la consideró “un mini-estado canario y no como una propiedad particular suya”, indica Moreno. La mejor prueba es que Fernando Guanarteme murió pobre y en su testamento no menciona Guayedra, lo que no se comprende de ser de su propiedad una comarca de tanta importancia económica.

En los pactos de paces, pues, consiguió el caudillo indígena que Guayedra fuera territorio reservado a los indígenas. Y consiguió en aquellos años del siglo XV una serie de derechos históricos, de los que se ocupa Moreno en el segundo volumen mencionado y que los políticos y los grandes propietarios y empresarios no han sabido nunca defender, seguramente por ignorancia de nuestra historia dominada por el cortoplacismo sin visión de futuro. Muchas veces he deslizado comentarios en este sentido y me alegra descubrir en el prólogo de Agustín Manrique de Lara una preocupación por este asunto que comparte, a lo que se ve, Rafael Molina Petit que califica en el epílogo al libro como un “soplo de aire fresco”. No sé si no harán falta vientos más poderosos para aventar la preocupación ante las manos en que anda la reforma del Estatuto que es, por lo que se sabe, para echarse a temblar. Y tan satisfechos que se les ve a semejantes calamidades. No han logrado los políticos canarios zafarse del baldón que fue aquella sentencia de Xabier Arzallus en sus días de presidente del PNV: “Los canarios se contenta con que les des cuatro cuartos para una carretera”.

Como seguir en esta línea produce melancolía, me voy a lo que me interesa que es, ahora mismo, la reivindicación de Tenesor Semidan o de Fernando Guanarteme; lo que más rabia les dé. Como deberían saber, la leyenda negra asegura que los Reyes Católicos le concedieron a Tenesor Guayedra como pago de su traición. Hoy parece confirmado que no fue así lo que nos lleva a plantear quien difundió la especie y por qué y si anduvo o no de por medio el zarandajo de Miguel Trejo Carvajal, su yerno a quien Normando Moreno califica de “infame”, si mal no recuerdo. Por mi parte, tengo la sensación de que algo tiene que ver la mala imagen de Guanarteme y la lata que dio con sus viajes a Castilla para denunciar ante los monarcas el incumplimiento de las condiciones pactadas por parte de las autoridades reales. Había ya una oligarquía conchabada con los representantes de la Corona a la que, sin duda, molestaba Tenesor que no debía marear en barco por las veces que atravesó, de ida y de vuelta, el siempre alborotado mar de las Yeguas. Puestos a sospechar, quizá viniera por ahí su supuesto (¿o real?) envenenamiento. Había que quitarlo de en medio para poder machacar a los indígenas sin que nadie fuera con el cuento.

Confieso ignorar hasta qué punto se han esclarecido históricamente estos extremos y si, en su caso, ha habido algún interés en desentrañarlos. Lo que sí parece evidente es que se trata de un tema que merece atención por parte de los creadores. No me refiero a investigadores como Celso Martínez de Guzmán, impulsor de la espléndida realidad que es hoy la Cueva Pintada de Gáldar. Celso trabajó lo suyo para recuperar la memoria de Fernando Guanarteme, tarea en la que no se le diera facilidades; como si todavía molestara la evocación de su figura. Fue una época en que en La Provincia salió una página intitulada Mundo Canario como alternativa a la “canariología” franquista y que duró unas pocas semanas por amable indicación de la autoridad incompetente.

En realidad creo que el tema de Tenesor Semidan merece ser abordado. Desde la investigación histórica, por supuesto, pero sobre todo por la creación literaria, la cinematográfica, etcétera. Si les digo la verdad, solo recuerdo en este sentido la ópera La hija del cielo, con música de Juan José Falcón Sanabria, libreto de Guillermo García Alcalde y escenografía de La Fura dels Baus. Se estrenó hace seis o siete años en el teatro Pérez Galdós y refleja el drama al que se enfrentó Tenesor; el que acabará superando la Humanidad cuando se borren los distingos entre razas que es la intención de fondo del texto. El mensaje, vaya. Fue la primera ópera compuesta en las islas, según dicen y obtuvo el premio Daniel Montorio 2007 de la SGAE.

La Justicia europea corrige a la española

Las llamadas “cláusulas suelo” fueron una de las tantas trastadas bancarias a los titulares de hipotecas. Hasta que un buen día uno descubrió que le estaban tomando el pelo y tiró para los tribunales con tan buen tino que el Supremo sentenció que, en efecto eran abusivas o improcedentes las tales cláusulas; lo que se llamaría técnicamente un “atraco” si no fueran los bancos los atracadores. Sin embargo, le pareció al Supremo conveniente velar por los bancos y decidió que la devolución del dinero sólo afectara a los cobros realizados después de 2013 para salvaguardar al mercado bancario y a los clientes que le den, que para eso estamos. En definitiva, el Supremo se alineó con el fuerte cosa a la que, por cierto, nos tiene acostumbrados. Pero héte aquí que el asunto llega a la Justicia europea que puso las cosas en su sitio: han de devolver los bancos las cantidades ingresadas de forma indebida; incluidas las anteriores a 2013, o sea, desde siempre. Ha dejado claro que los derechos a proteger son los del cliente no el de los balances bancarios engordados por el procedimiento de exprimir a su clientela. Y como estamos en un régimen capitalista desmadrado, ocurre que los bancos doloridos han sufrido caídas en la Bolsa de los que temen perder si no esquilman al común. La broma le costará a las entidades algo más de 4.000 millones y maldita la pena que me dan porque, ya lo verán, los recuperarán sí o sí a costa de los mismos de siempre, es decir, nosotros. Y a todo esto sin devolver los 54.000 millones del rescate bancario que según el Gobierno no recaería sobre el ciudadanaje.

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