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País, paisaje y paisanaje

El equipo de Iglesias busca apuntalar su liderazgo en las grandes capitales

José A. Alemán

Las Palmas de Gran Canaria —

El que Podemos no haya sufrido aún la prueba del nueve, la de gestionar parcelas de poder real, no ha impedido que le lluevan las críticas como si llevara ni se sabe cuanto tiempo gobernando algo. En proporción le dan más caña que al penoso Ejecutivo de Rajoy o al PSOE, por citar solo a los dos partidos que se han turnado en La Moncloa tras la extinción de UCD.

Las críticas recorren todos los registros. Las hay bien fundadas que señalan sus puntos flacos. Otras ponen el acento en la imposibilidad de sacar adelante sus propuestas, olvidando que son muchas las cosas consideradas imposibles hasta que llegó uno que no lo sabía y las hizo. Después está el pelotón de los que insultan y descalifican y que, como ya no se lleva el oro de Moscú, hablan de importaciones chavistas o castristas, de añoranzas del comunismo soviético y hasta de concomitancias con el régimen iraní que, por no se sabe qué razones, financia la invención. Algunos llegan a asegurar que el objetivo de Iglesias y los suyos es imponer la intolerancia de una criminal dictadura sangrienta. No han faltado, en fin, quienes hacen de Podemos una dependencia de ETA: por lo visto es sospechoso que un politólogo profesional se interese por el trasfondo político y sociológico de una organización terrorista que ha contado con apoyos significativos en la sociedad vasca. ETA, da vergüenza recordarlo, no surgió de ningún determinismo genético y este tipo de indagaciones no equivale a justificar sus crímenes; ni implica, si eso es lo que temen, inculpar a los sectores católicos y a las parroquias que estuvieron en sus inicios; o a los gobiernos, todos, que negociaron con el “Movimiento de Liberación Vasco”, como calificó a ETA nada menos que Aznar; o abundar en la infamia de atribuir la derrota del PP en 2004 al apaño de Zapatero con los terroristas que tuvo el terrible atentado de Atocha como fin de fiesta.

Las críticas de los dos primeros grupos podrán ser más o menos duras y mejor o peor fundadas, pero resultan razonables y en muchas se advierte el deseo de explicar el fenómeno. Las lamentables son las del pelotón maldiciente. Les asiste también, desde luego, el derecho a hacerlas; el mismo que tenemos los demás a advertir en su empeño el intento, nada solapado, de perpetuar el actual estado de cosas. No hace falta repetir el discurso contra la corrupción, el paro, la destrucción del estado de bienestar, la pérdida de derechos ciudadanos, etcétera porque bien sabemos lo que hay. Son gentes que dicen deplorar por ejemplo la corrupción al no poder negarla, pero sin pararse en sus causas (corrupción hay en todas partes, dicen) con un soterrado llamamiento a la resignación ciudadana porque, ya saben, más vale malo conocido que bueno por conocer.

Sin embargo, ocurre que, contra lo que pretenden, los promotores y dirigentes de Podemos no son marcianos ni han sido abducidos por extraterrestres. Su éxito se debe a que parten de la realidad española, a la que pertenecen, con análisis compartidos por un número de ciudadanos suficiente para constituir una seria amenaza al poder instalado en descomposición. Tratan de hacernos ver que Podemos y otros movimientos sociales menos mediáticos son exclusivos de España y no trascienden los Pirineos. Ignoran o tratan de ocultar que, salvando las diferencias entre países y sociedades, reacciones de la misma naturaleza también se observan en Europa, sin ir más lejos, donde a nadie se le ocurre buscarle complicidades y paralelismos venezolanos, castristas o iraníes.

Como no quiero extenderme más de la cuenta en este asunto, fusilaré sin pudor a Christophe Ventura, profesor de la Universidad París 8 y del Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas (IRIS). Me refiero, concretamente, a un artículo suyo, aparecido en Le Monde Diplomatique de diciembre que, a mi entender, aclara bastante las cosas. Se titula “Ante la descomposición del sistema político: ¡El poder eres tú!”.

Comienza Ventura con una apreciación contundente: “Cada vez se entiende menos lo que pasa. Nuestras sociedades, llamadas avanzadas, sobre todo en Europa, parecen estar sumidas en un profundo estupor político y social. Nunca había sido tan fuerte en nuestras sociedades el rechazo al poder y a sus representantes políticos, considerados como incompetentes y corruptos”. A renglón seguido indica el autor que para los movimientos contestatarios socialmente activos, el capitalismo y el poder político son “las dos caras de una misma opresión contra los individuos y contra la sociedad”. Y añade: “Esta crítica también alcanza a las formas de organización y a las opciones estratégicas tradicionales del movimiento obrero, que se fundamentan en el principio de la conquista del poder político para transformar la economía y la sociedad. Por otra parte, nunca los herederos de este movimiento histórico se habían sentido tan desamparados ante el fracaso de la sociedad”.

Sigue Ventura con referencias a las múltiples preguntas que atraviesan a la izquierda y a los movimientos sociales contestatarios que rechazan el actual estado de cosas: “¿Constituye el poder político –nos referimos a un poder identificado y controlado- un componente esencial de la democracia? Optar por la respuesta afirmativa, ¿no significa, en definitiva, legitimar un sistema –la política, la representatividad, los partidos, las elecciones- que cuando menos decepciona y que, en el peor de los casos, traiciona y revela su impotencia y su inmoralidad consustancial? Vayamos todavía más lejos: ¿Resulta pertinente defender que la democracia, aun constituyendo un régimen ambivalente, capaz de responder al mismo tiempo a los intereses dominantes y raramente a los de los más débiles, representa el único obstáculo tangible frente a la depredadora acumulación del capitalismo financiero?”.

A continuación se refiere a la fusión consumada del poder político y el económico y financiero, a los que añade el mediático, como causa de la “naúsea”, digo yo que sartriana, “cuya mayor expresión es el masivo rechazo, en todos los niveles sociales, de las clases política corruptas por esta misma fusión”.

El artículo de Ventura no tiene desperdicio y aunque pueda parecernos que señala con el dedo a España, en realidad habla del conjunto europeo, aunque presumo que es Francia a la que mira. Dice a continuación: “En estos últimos años, aquellos cuya función es representar los intereses y las demandas de la sociedad en el seno de las instituciones del Estado han sido claramente identificados como los agentes que imponen las brutales terapias de choque contra la crisis. La población los ha despojado de toda legitimidad por haber exigido cínicamente sacrificios diarios a las mayorías mientras las oligarquías se beneficiaban de un inaudito enriquecimiento a través de la corrupción pasiva o activa. De ese modo, desde el comienzo de 2008 la clase política ha demostrado diariamente la miserable abdicación de toda autonomía de la política frente al poder financiero”. Recuerden en este sentido que, según la oenegé Oxfam, 85 personas acumulan en 2014 riquezas equivalentes a las de la mitad más pobre del planeta; y que a partir de la crisis financiera se ha duplicado el número de multimillonarios.

Según Ventura, las jóvenes generaciones están menos dispuestas a adherirse a los grandilocuentes discursos ideológicos de los partidos. “Y para agudizar el problema, hasta los partidos que proponen estrategias revolucionarias de ruptura con el capitalismo no encarnan ya, en el actual ciclo histórico, un cuestionamiento del sistema, y ya no suscitan la adhesión de las masas populares”. De ahí que se hable, también en España, de la superación de la dialéctica izquierdas/derechas, que ha dejado de ser determinante. Sin ir más lejos, añado de mi cosecha, el ascenso en Francia del Frente Nacional de Le Pen puede deberse más al “estupor político y social” que a un giro multitudinario del electorado galo a la ultraderecha que allí donde está organizada se ha beneficiado de la confusión y el desconcierto. No son ultras todos los que han votado o piensan hacerlo a Marine Le Pen.

Después de una serie de consideraciones, Ventura viene a refrendar de alguna manera el asalto a los cielos del poder que tanto le han reprochado a Pablo Iglesias; como si llamara a empuñar el kalashnikov o arma de efecto equivalente. Si lo que queremos es manejar nuestra existencia, dice, “es preciso construir en todos los niveles espacios alternativos de cooperación social y económica allí donde estemos cotidianamente, ocupar Wall Street, las plazas y las calles. Pero también es necesario movilizarse para realizar otra tarea: ocupar el poder, la democracia, las elecciones en los niveles locales y nacionales. ¿Quién sino la multitud podrá desprivatizar la democracia y la política, descolonizar el Estado de los intereses financieros y de la influencia de los lobbies?”. Equiliguá que se decía en lo antiguo: ese es el sentido del mitinesco flatus verbi de Pablo Iglesias.

Considera Ventura, en fin, que las relaciones de la persona con la política no se reduce ya a un posicionamiento estructurado y relacionado con la pertenencia a marcos organizativos de derechas o de izquierdas; que la tarea prioritaria es sanear la endogamia entre el poder político y el económico y financiero; como lo es el regreso de la soberanía popular al corazón del Estado; que es, el Estado, uno de los ecosistemas vitales del poder y un instrumento único de regulación colectiva de nuestras sociedades que, puesto al servicio del mercado, constituye un mero instrumento de dominación cuando debería serlo de materialización del interés general. Para nuestro autor, “en el futuro se mantendrá el sistema de partidos, pero su influencia en la sociedad irá decreciendo a medida que las demandas sociales encuentren fuera de ellos, necesariamente, otras formas de expresión”. Completa su diagnóstico, descripción o lo que les parezca una referencia a las relaciones a escala internacional que “ya no están determinadas completamente por los Gobiernos, y menos aún por los pueblos. En realidad, han sido desalojados por los representantes políticos del campo de las deliberaciones democráticas comunes para convertirse en objeto de oscuras y distantes negociaciones entre ejecutivos estatales, apoyados por los partidos gobernantes y sus aliados en las instituciones –incluidos los de izquierdas- y las otras estructuras del poder financiero”.

Rajoy, cabreado

Rajoy volvió a sacar pecho en Veracruz con la recuperación económica española que, para asombro del mundo, supera la del resto de los países de la eurozona. Tan seguro está de que eso es así que acabó por arremeter con los críticos que no aceptan la evidencia de que esto va viento en popa gracias a lo acertado de su política económica. Todavía no entiende que los cabreados deberíamos ser los ciudadanos de escucharle decir a los peperos no ya que el país se va recuperando sino que a la atribución de méritos gubernamentales añadan la coletilla del sacrificio de los españoles, como si no fuera más cierto que fueron impuestos a sangre y fuego; si hablaran de la forma en que nos han sacrificado estarían más cerca de la verdad.

Ha olvidado Rajoy, en definitiva, explicarnos algo tan elemental no ya en qué consiste esa recuperación sino quienes son los presuntos recuperados. Imagino, aunque es muy capaz, que no se referirá a quienes no solo han padecido la crisis sino que se han enriquecido con ella. Supongo que tendrá delante los famosos macronúmeros que, la verdad, poco aprovechan a la mayoría del ciudadanaje que, lejos de vivir con intensidad el orgullo de superar en recuperación a los países de nuestro entorno y AOE, están más preocupados con llegar a fin de mes, en caso de que no figuren el millón largo de familias que no tienen con que comenzarlo.

Rajoy, en fin, no ha explicado nunca el motivo real de tantos y tantos recortes ni de qué forma esos recortes redundarían a la larga en la tal recuperación. No ha motivado jamás la razón y el objetivo de sus medidas por lo menudo, lo que no contribuye a que el grueso de los afectados vean la salida del agujero. Mucho sabemos de eso quienes tenemos hijos y con ellos a los nietos colocados en países lejanos, a lo que solo pueden aspirar quienes acertaran en su día con alguna profesión cualificada y demandada. Los demás, a morirse de asco o a emigrar para desempeñar fuera, ni siquiera aquí, tareas que nada tienen que ver con su cualificación. A ellos debería explicarles que no pertenecen a una generación definitivamente perdida Tendría Rajoy que contarnos de qué recuperación del mercado laboral habla con un 90% de contratos no temporales sino ultratemporales de unos días al mes a la semana, con salarios que muchas veces apenas cubren los gastos de transporte para llegar al puesto de trabajo. Dicen cosas como que mejor es cobrar 400 euros al mes que ninguno; mejor, claro, para los empresarios que ni se inmutan cuando oyen decir que ya ni trabajando se sale de pobre. Ni les cuento de cómo han dejado a la Educación y la Sanidad, ni del desamparo de los dependientes ni de la forma impresionante en que se han agrandado las desigualdades en las que España ocupa los primeros puestos del ranking con la pauperización de las clases medias a las que se le han destruido sus expectativas de futuro. Si eso no es así, que baje a la arena a explicarlo en lugar de distribuir consignas para que su gente insista en que los mismos que clamaban contra la crisis callan cuando ya está aquí la recuperación, lo que, además de ser pura abstracción, no se compadece con lo que vivimos a diario. Es casi una canallada el latiguillo de que recuperación hay, pero que todavía tardará un poco en llegar a todos cuando la adopción de las brutales medidas llegaron de un día para otro.

La lista de cuestiones a plantear es mucho más larga. No entro en el desmantelamiento de áreas completas de investigación científica y técnica que ha forzado a muchos cerebros a emigrar porque indigna que, en ocasiones, miembros del Gobierno hayan dejado caer que ya regresarán. Ni en el caso de Canarias, donde se dio de lado a las energías alternativas mientras se esfuerza el Estado en poner sus medios, incluída la Armada, al servicio de Repsol, a despecho del sentir de instituciones, de científicos y de ciudadanos, asegurando, con el cinismo habitual, que no representan a la mayoría de la opinión pública cuando el Gobierno ha impedido una consulta que hubiera puesto de manifiesto a quien corresponde la minoría. Por cierto, ya sabrán que tres senadores del PP balear han votado contra las prospecciones, muy de acuerdo con la línea del partido del Gobierno que ha optado allí por defender su tierra con la que se identifican, al contrario que aquí, los intereses turísticos. Como sabrán, la extraterrestre Pepa Luzardo se ha manifestado en contra de esa actitud “porque no podemos permitir que de nuestras filas se haga el juego a Rivero”. Agüita. Y yo que creía que actuaban movidos por el bien de España, el interés nacional, para evitarnos la vuelta a la Edad de Piedra y qué se yo. Pero no, van contra Rivero.

Como verán, son todos estos asuntos que afectan a la transparencia que no es satisfacer el supuesto morbo de enterarnos de que un ministro puede cobrar menos que un subsecretario. Imagino que al “Hola” le vendrá muy bien esa ley tan transparente como la pantalla de plasma donde permanece Rajoy atrincherado.

Del TSJC a los cachalotes

La esperada sentencia negando al Gobierno canario la suspensión cautelar de las prospecciones de Repsol ha venido acompañada de la aparición, en la desembocadura del Barranco de la Torre, en la costa de Antigua, del cadáver de un segundo cachalote. El primero, que apareció dos días después de iniciarse los sondeos, murió de muerte natural; este segundo, un ejemplar joven, está pendiente de la necropsia que determinará si su muerte fue natural o si lo natural es que muriera del susto.

No pondré en duda que el fallo del TSJC fuera resultado de la aplicación estricta de la ley. Dejando a un lado la escasez de mis conocimientos jurídicos, me mueve la visión del profesor Ventura acerca de la subordinación del poder político al económico/financiero que, entre otras cosas, requiere el absoluto control del legislativo y el judicial. Quien hace la ley, hace la trampa, dice un viejo adagio de modo que siempre tendrán los jueces las leyes de las que agarrarse y no contrariar a los amos del corral.

Se ha perfeccionado tanto el sistema que hasta las trampas son legales. Y como es evidente que Repsol está en el grupo de los que inspiran a los legisladores, no cabía otra salida que aplicar la ley. Me limitaré, por tanto, a esperar los resultados de la segunda necropsia: ni en el supuesto de que el animalito muriera por la ingesta de un cardumen de sardinas con ensalada de algas, tropezones de crudo y salsa de petróleo se modificarán las resoluciones porque, es bien sabido, un cachalote no es persona. Y aunque lo fuera, qué coño. Solo recordaré que la zona de las prospecciones destaca por la presencia de poblaciones de 28 especies de cetáceos especialmente sensibles a la contaminación acústica, por lo que no es casual que ni el estudio de impacto ambiental de Repsol ni la declaración del Gobierno evalúen debidamente ese impacto, según indica el Cabildo majorero. El cachalote pigmeo, la especie a la que pertenece el que acaba de aparecer, figura entre las especies de protección especial de la UE; Repsol no, aunque esté mejor protegida.

La Sala de lo Contencioso-Administrativo, que entendió en el recurso del Gobierno solicitando la suspensión cautelar del sondeo, la forman seis jueces de los que solo uno, Helmuth Moya Meyer, discrepó del fallo que, a su entender, favoreció resueltamente la posición de una de las partes que, habrán visto, es la parte y el todo. Señala además Moya que la paralización temporal de los sondeos no afecta sino al interés de Repsol, no al nacional. Por último, no sé si interpreto bien el fallo pero creí entender que no entró al fondo del asunto y que calificó los riesgos de las prospecciones de “hipotéticos”; como lo son, digo yo, las señales de tráfico que no por eso dejan de ponerse en la “hipótesis” de que puedan producirse accidentes.

Verán que prefiero tomarme a broma el incidente, no el fondo del asunto, para no tener que ocuparme de las reacciones de Australia Navarro y Asier Antona que respaldan, pobre de ellos si no, la actitud del PP que Paulino califica de “godada”.

Por cierto, casi se me olvidaba: el presidente canario, al que Soria considera en funciones no sé si por maldad o ignorancia, no asistió en Madrid a los actos oficiales del nuevo aniversario de la Constitución. Lo que no tendría mayor relevancia si no fuera porque solo aparecieron por allí los presidentes autonómicos del PP. Fue un acto desangelado porque tampoco asistió, salvo prueba en contrario, el “pequeño Nicolás” como representante de las expectativas peperas.

¡Joder con el pequeño Nicolás!

Según la revista Interviú, el llamado pequeño Nicolás ha puesto en alerta al Gobierno y a sus servicios de inteligencia ante la posibilidad de que posea vídeos y grabaciones comprometedoras contra altos cargos. Lleva camino, pues, de convertirse en un nuevo dolor de cabeza para los peperos, lógica consecuencia de excesos por determinar. El secretario de Estado de Comercio, Jaime García-Legaz, uno de los protectores de esta joya de criatura, ha asegurado, el parecer, que tiene, el angelito, material e información sensible aunque, eso sí, no las sacará a la luz salvo que sea necesario. El estado de necesidad podrán imaginárselo. El chalé, donde trapicheaba con sus contactos de altísimo nivel, que de de milagro no alcanzaban a Dios, era un jeridero de cámaras de las que no tenían conocimiento la empresa que le pagaba el alquiler vayan ustedes saber porqué. En fin, un episodio más que ilustra el patetismo pepero que quiere pasar por un partido serio. Y ya saben ustedes lo que se dice de la seriedad del buey. Aunque nos lo hayamos tomado más bien a coña, el “pequeño Nicolás” recuerda las películas de Hollywood en las que “el muchacho”, como llamábamos en mi infancia al protagonista, entraba y salía del castillo del malo según le cuadrara. Verle saludando al rey me recordó, qué quieren, a Errol Flynn trepando por la enredadera hasta los aposentos de lady Marian a darle las buenas noches y volver a bajar de regreso al bosque.

La papeleta del juez Ruz

Mucho se ha hablado en los últimos días de las presiones tanto del PP como del PSOE en contra o a favor de la continuidad del juez Ruz para impedirle que acabe o todo lo contrario la instrucción del caso Gürtell y la pieza separada de los papeles de Bárcenas, que buena pieza es todo él. Al PP le interesa que Ruz desaparezca y que los dos asuntos y los demás que aguardan duerman el sueño de los justos; al menos durante el año electoral de 2015 con opción a que sea sueño eterno. El PSOE, como bobo, está por que siga hasta el final legitimando la sospecha de que a unos y a otros interesa menos que se haga justicia que sus objetivos electoreros.

Es el PP quien lo tiene peor. No contaba dentro de su campana de cristal con la exacerbación de la sensibilidad popular que le dificulta quitar de en medio, de un plumazo, al juez Pablo Ruz, antes tan complaciente. Tanto se han pasado los peperos que jueces que hasta no hace tanto no se sentían estigmatizados por su propensión a favorecer a quienes los promovían, ahora se tientan las ropas no vayan a registrasrlos. El caso del juez Pablo Ruz es singular en este sentido.

El PP confiaba en él y cuando emergieron los dichosos “papeles de Bárcenas”, se negó a incorporarlos a la instrucción de Gürtell. Entonces IU presentó una querella que le tocó en reparto a Gómez Bermúdez, el juez del atentado de Atocha, y no paró el PP hasta apartarlo del asunto que vino a parar a manos de Ruz.

Pero Ruz, aunque se dejara querer no dejaba de ser juez. Su historia reciente arranca de la inhabilitación de Baltasar Garzón, uno de los más sonados “éxitos” judiciales del PP, que dejó vacante el Juzgado de Instrucción 5 de la Audiencia Nacional. La que se cubrió con el preceptivo concurso ganado por el juez Miguel Carmona que resultó ser, el enemigo no descansa, miembro de Jueces para la Democracia, o sea, poco grato para el PP. Tuvieron los peperos que recurrir a su aparato persuasorio para que Carmona cogiera puerta y acabó por crearle un puesto ad hoc en la embajada de Londres, sin que se sepa si Federico Trillo lo deja salir por las noches tras el rezo del santo rosario. Todavía confiaban los peperos en Ruz al hacerse cargo del Juzgado en comisión de servicios por ausencia de Carmona.

Creyó el PP solucionado el asunto pero en esto que Ruz se le vuelve guirre. El PP se había personado en las causas como parte afectada pero pronto se vio que actuaba más bien en defensa de los concernidos, dicho sea para no perderme en disquisiciones acerca de lo que sea un imputado. Ruz no solo echó de la causa al PP sino que llegó, tremenda osadía, a ordenar el registro de la sede de Génova en busca de pruebas de la contabilidad b que el PP niega contra toda evidencia y las indiscreciones de individuos de sus propias filas. Hay quienes dicen que lo peor no es la caja b sino las que siguen hasta la hache, si bien esta no cuenta porque es muda. La última sonada del juez fue el auto que precipitó la salida de Ana Mato del Ministerio de Sanidad.

Y llegamos a este momento en que tratan los peperos de quitar de en medio a Ruz. Lo que no resulta ya tan sencillo porque si la sensibilización de la opinión pública obliga al Gobierno a andarse con pies de plomo, también pone al Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) en una tesitura fastidiada. La que Carlos Lesmes, su presidente, aplazó prorrogando hasta marzo la comisión de servicios de Ruz para que continúe con las instrucciones que se trae entre manos. Esto, claro está, no satisfizo del todo al PP aunque se acabó conformado con la astuta compensación de la convocatoria de concurso para proveer en propiedad la plaza que desempeña Ruz. Quien gane el concurso, tomaría posesión en marzo y entonces ya se verá. O sea, que si se ha calmado la actual ventolera, la patada solo la notarán las posaderas de su señoría; pero si siguen los vientos, se le da la posibilidad de continuar, a condición de que sea él quien lo solicite y consienta el propio CGPJ que así sea. Ni qué decir tiene que ya se le ha aconsejado a Ruz que no pida pues de quedarse corre el riesgo de que el titular salido del concurso llegue bien aleccionado y le haga la vida y la instrucción imposible. Puede haber conflicto entre jueces, que es lo único que nos faltaba.

A todo esto, tampoco se sabe como soslayarán el nada pequeño inconveniente de convocar un concurso cuando el juez Carmona, el que está en Londres, sigue siendo el titular del Juzgado número 5. Algo habrán pensado porque si ahora ya les preocupan las elecciones del año que viene, en marzo estarán sin caber en sí. País, paisaje y paisanaje.

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