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Suave agosto acalorado

José Manuel Soria.

José A. Alemán

Las Palmas de Gran Canaria —

Agosto ha sido tan suave que igual no son sus calores los que recalientan los circuitos de la pasma política. A esta reflexión me llevó el inevitable Soria con su “yo por España me inmolo” que hallé entre los recortes periodísticos acumulados durante el mes vacacional. Desde luego, le pega al hombre semejante arranque de fervor patrio que debería enorgullecernos: por fin hay un canario dispuesto a encaramarse a la lista de héroes ibéricos junto a Viriato, Indíbil y Mandonio, Daóiz y Velarde, Ortega y Gasset, Puskas y Gento. Como no aclaró la modalidad de autoinmolación en que piensa, dejó abierto el campo de las conjeturas con la única certeza de que nunca elegiría el quemado a lo bonzo: tendría gratis la gasolina, qué menos, pero es procedimiento ajeno a nuestras costumbres y su ego no soportaría la idea de pasar a la posteridad en un pebetero.

Hubiera dejado estar el asunto de no ser unas declaraciones posteriores del muy ministro. Por lo visto, planea reincorporarse a su carrera de Técnico Comercial del Estado en alguna embajada española. Por lo que recomendaría a Paulino Rivero que deje de imitar a los secesionistas catalanes, no vaya a ser que suene la flauta y Madrid nos lo devuelva con inmunidad diplomática. Tampoco aclaró Soria si la vuelta a lo suyo será en cuanto deje el Ministerio o si antes intentará hacerse con la presidencia del Gobierno canario. De todos modos, su plan de futuro aportó una nueva evidencia: la inmolación no sería física sino política, o sea, ve tan crudo ponerse de califa en lugar del califa que se dispone a obrar como la zorra de la fábula que, al no alcanzar las uvas, siguió su camino consolándose con que estaban incomibles de verdes y agusanadas.

Gregarismo pepero

Por otro lado y sin salir de lo mismo, Asier Antona, secretario general del PP canario y la ínclita meritoria Australia Navarro no descartan a Soria como candidato en las elecciones del año que viene. A lo que nada objetaría si no fuera porque, acto seguido, arremeten contra Paulino Rivero y su batalla con Fernando Clavijo, el candidato nacionalero preferido del PP.

No trato de romper una lanza por Paulino, Dios me libre, sino recordar que la confrontación de ideas y propuestas dentro de las formaciones políticas es consustancial a la democracia; y que si no se da en el PP es porque ya se ocupó Soria de eliminar a los rivales internos a los que otorgó estatuto de enemigos. Él es más de adhesiones inquebrantables y comprendo que Antona y Navarro proclamen la suya para no cabrearlo. Pero se pasaron al invocar la eficacia de su labor gestora durante los cuatro lustros que lleva en política.

Carlos Sosa, en su libro Hechos probados, entra en los detalles de esa labor. Una trayectoria que sigue de cerca este periódico que el líder ha tratado de cerrar por inanición no una ni dos veces para seguir de indiscutible. Sosa me evita repetir lo que es sabido, así que me fui a comparar las realizaciones de Soria con las de otros líderes históricos de la derecha grancanaria. Un sano ejercicio demostrativo de que desde López Botas y León y Castillo hasta Matías Vega Guerra y Juan Pulido Castro hay suficiente número de personajes que dejaron su impronta en la ciudad de Las Palmas y su isla. Todos ejercieron la autoridad y actuaron según su estilo, a menudo caciquil y atentos unos más que otros a sus intereses personales y de clase, pero, así y todo, realizaron una labor por la que son recordados. Lo que no ocurre con Soria que nada ha hecho para figurar en el cuadro de honor. Su paso por las corporaciones canarias y el Gobierno autonómico (que no autónomo) no lo avalan como buen gestor y de ministro ha acabado generándole al Estado más problemas de los que ya tenía. Dejando a un lado el embrollo eléctrico y el feo asunto de las prospecciones aquí pero no allá, su despechado trato a las energías no convencionales ha abierto el camino de los tribunales europeos a querellas contra España a la que reclaman en conjunto una cifra estimada de 1.000 millones de euros.

Como dije, Antona y Navarro no descartan que Soria sea candidato a la presidencia; de lo que debo deducir y deduzco que tampoco descartan que no lo sea y que solo depende de él tanto una cosa como la otra. Lo que hace que el anuncio de que igual vuelve a ejercer su profesión suene a aviso a navegantes; no a los Antonas y las Navarros, que están a lo que guste mandar, sino a sus amigos empresarios, entenados y afines. Lo digo porque, de forma inmediata, el Círculo de Empresarios de Las Palmas, saltó a la palestra para darle caña a Paulino Rivero al que culpa de la crispación en Canarias, lo acusa de populista, etcétera, sin mencionar para nada las torpezas de Soria que es, para cualquiera medianamente informado, el principal responsable de la situación por sus constantes provocaciones y su política de hacernos tragar las prospecciones petrolíferas repitiendo el trágala del banderón famoso en la Avenida Marítima de Las Palmas. Todavía no sé a qué empresarios representa el Círculo, que se comporta como un lobby provinciano de andar por casa, del que poco interesarían sus actitudes si no fuera por cuanto refleja el bajísimo nivel global del empresariado canario. Algunas de sus críticas a Paulino Rivero son asumibles, desde luego, pero nunca, en ningún momento, se les ha visto indicar a Soria, en uso de su supuesta independencia, que no sea tan provocativo todos los fines de semana que viene de visita; que se los tengo contabilizados aunque no les diga cómo. Es verdad que hay no pocos empresarios disconformes con Soria, pero su silencio los condena a no existir para evitar represalias. Sin contarles de lo cachondo que resulta, vuelvo a Antona y Navarro, que pongan a caer de un burro a Paulino y su lucha por mantenerse en el machito. Reprocharle eso a un político es como pretender que Araujo, el último jallo de la UD, renuncie a marcar goles.

En el asunto de las prospecciones petrolíferas está muy bien que el Círculo esté y la CCE, otra que tal baila, esté por ellas. Si les va la marcha, adelante. Pero no debe estar muy seguro cuando sus argumentos se limitan a tildar de ignorantes a los que se oponen. Lo menos que cabría esperar de quienes se sienten llamados a dirigir la economía de las islas es un respeto para las corporaciones e instituciones públicas, los centros científicos, los movimientos sociales, etcétera, que se han manifestado en contra. Y a poder ser, que comprobaran las falacias a las que recurre Soria, que han llegado a contradecir la propia Repsol; que recordaran el cuento de la lechera y sobre todo que analizaran el problema desde la perspectiva de que los hidrocarburos no serán en el futuro la fuente principal de energía, un dato manejado por quienes saben de estas cosas; y se pronunciaran sobre las energías limpias, como la eólica y la solar, sobre todo a la vista de que las islas están espléndidamente dotadas para desarrollarlas.

Reforma electoral a la medida

Si quieren que les diga la verdad, me divierte oír a los peperos invocar de fijo a la democracia para un fregado y un zurcido, de acuerdo con las consignas recibidas en función del momento con flagrantes contradicciones de una vez para la siguiente. Enumerar las situaciones es un ejercicio agotador, de modo que me ceñiré a la última, la referida a la reforma electoral para que sean automáticamente los cabezas de la lista más votada y no el que elija la corporación salida de las urnas. El problema, claro está, no se plantea cuando la lista más votada obtiene la mayoría absoluta.

Es cosa de mucha risa, a eso voy, oír a los peperos defender la superior calidad democrática del sistema que ahora proponen. Lo que lleva a la carcajada cuando quienes abominan de los arreglos de despacho, hasta calificarlos de burla de la mayoritaria voluntad popular, son dirigentes peperos que no han hecho otra cosa que apaños de este tipo. Aquí en Canarias, por ejemplo y en el plano autonómico, en los despachos se aliaron PP y CC para impedir que Juan Fernando López se hiciera con la Presidencia del Gobierno, a pesar de encabezar la lista más votada. Es cierto que una ley electoral puede ser cambiada por otra y que tan legal es el sistema vigente como puede llegar a serlo el propuesto por el PP. Pero una cosa es una cosa y dos cosas la tomadura de pelo a la gente que son los argumentos en defensa de la reforma, denostando, por poco democrático, un sistema del que se han valido siempre porque ahora no les favorece. Lo que, en el fondo, no viene siendo sino otra manifestación de la soledad en que ha dejado al PP su empeño en sacar adelante iniciativas valiéndose de su mayoría y de una manera muy curiosa de practicar consensos mediante la fórmula de recabar de los demás la simple aceptación de sus propuestas. Una forma de franquismo atenuado, pudiera decirse.

Los peperos, es evidente, hicieron sus números y saben que con el sistema actual, del que ellos se han valido hasta decir basta, menguaría considerablemente su poder municipal. Como estima que aliviaría esas pérdidas si se hace con las alcaldías allí donde consiga ser el partido más votado, le interesa esa reforma e impedir a las demás fuerzas políticas aliarse para juntar un número de votos superior al obtenido por su candidatura. Son precisamente los alcaldes que temen no obtener mayoría absoluta los que presionan a Rajoy para que ponga en marcha la reforma. No advierten esos alcaldes que las elecciones europeas han cambiado bastante la forma de ver la política desde la calle y que si da el paso se encontraría con una contestación importante que ya se deja sentir pues no están los partidos de la oposición por la labor.

Todo esto es bien sabido. Pero se sabe menos de cómo quedaría el mecanismo de la moción de censura. Es evidente que tendrán que modificar su regulación pues el alcalde que salga como cabeza de la lista más votada, pero no mayoritaria, estaría vendido: los grupos rivales no tendrían sino que ponerse de acuerdo para la censura y echarlo.

Los méritos de Podemos

Juan Carlos Monedero acaba de atribuir a Podemos la abdicación del rey Juan Carlos y la marcha de Pérez Rubalcaba. Monedero es uno de los cabezas de huevo que rodean a Pablo Iglesias y sus palabras, de haber sido transcritas con todos los matices pueden sonarle petulantes a quienes no le perdonan la osadía de existir por fuera del conducto reglamentario entre los que, por cierto, parece figurar ya la IU de Cayo Lara que, de hecho, acaba de desautorizar los tanteos de Garzón, otro joven político emergente, para llegar a acuerdos con el grupo revelación de la temporada.

Entre otras voces que alertan respecto a Podemos figura Antonio Elorza, catedrático de Ciencia Política, que acaba de señalar que lo que llevan avanzado los “podéricos” en estructuración interna sigue el modelo orgánico de los viejos partidos comunistas. Así será si él lo dice, pero pienso que no es el modelo organizativo determinante de la orientación de un partido sino que este responda al espíritu fundacional, por así decir, y no se traicione a quienes lo han votado de acuerdo, precisamente, con ese espíritu. El problema de Podemos es que lo arrastren los excesos del asamblearismo a machamartillo que arruinaría su proyecto.

Volviendo a Monedero, creo que tanto el rey Juan Carlos como Rubalcaba estaban amortizados. O sea, que no fue Podemos quien los retiró de la circulación. Sin duda algún empujoncito dio, pero me parece que los jubiló su tiempo ya pasado y el surgimiento de una percepción distinta en la sociedad de la actividad política de la que Podemos es, sin duda, una de sus manifestaciones, quizá la más espectacular. Por poner un ejemplo, recuerdo que no hace tanto los defraudadores a Hacienda eran admirados por su habilidad y no había el menor inconveniente en admitir una determinada obra pública porque Fulanito es muy amigo mío. Había una admiración mezclada de envidia que hoy, cuando menos, se oculta. Por un lado, es excesivo pensar que ese cambio arranca con Podemos; por el otro, no se puede negar la evidencia de que ha contribuido a extender esa nueva actitud ante la cosa pública y su gestión. Y en cuanto a Monedero, aunque no hablé con él lo que hubiera querido, no me pareció un iluminado salvapatrias.

Montoro y Pujol

El ministro Montoro se desmelenó el otro día, dentro de lo que cabe, en sus críticas al ex honorable Pujol. Lo que me parece muy bien por lo que tiene de pedagógico que en un país no sobrado de cultura política hable el Gobierno de personajes de la vida pública devenidos en impresentables.

No le reprocho a Montoro su dureza, pero me parece oportuno indicar que no fue esa su actitud con los graves asuntos que pesan sobre el PP, su partido. Por ejemplo, con Bárcenas al que tenía de puertas adentro. Tampoco ha abierto la boca en disconformidad con los derroches de gente de su partido con cantidad de obras públicas solo necesarias por la magnitud de sus presupuestos. Lo que legitima la sospecha de que de estar Jordi Pujol en la tesitura de prestar desde Cataluña apoyos como los que no le regateó a Felipe González y Aznar otro gallo hubiera. Pero Pujol se había deslizado hacia la sedición y había que darle leña al mono hasta que hable inglés ante la inminencia de la Diada y el asunto del referéndum.

No menos llamativo es que siendo lo de Pujol un secreto a voces, en el que solo no creían quienes lo tenían de icono, nunca se interesara, durante tantos años, la inspección de Hacienda. Y si se interesó y algo descubrió habría que preguntarse la razón de que el asunto haya estallado ahora, precisamente. Puede pensarse que lo tenían guardado para cuando llegara el momento oportuno. El hecho de que todo arrancara de la confesión del propio Pujol y la disculpa de que nunca encontró un momento para acudir a Hacienda alimenta la sospecha de que el momento oportuno de utilizar la información había llegado y que, al saber que iban a tirar de la manta se anticipó para restarle contundencia al golpe y tuviera Convergencia margen de maniobra para limitar también los efectos sobre su proyecto político.

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