Sobre este blog

Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Autónoma de Barcelona y Master en Periodismo y Comunicación por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Fue Jefe de la Sección Política del periódico Canarias 7, Jefe y analista de la Sección de Economía del periódico La Provincia, Jefe de las secciones Nacional, Internacional, Edición y Cierre de La Opinión de Murcia,  Corresponsal y analista económico en Canarias del periódico La Gaceta de los Negocios, Director del diario La Tribuna de Marbella, Jefe del Gabinete de Comunicación del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, Director del diario La Gaceta de Las Palmas, Cofundador y director del peridico digital CanariasAhora.com. Director del Canal Canarias de la productora Media Report y Director de la Televisión Canaria Internacional. Como escritor, ha publicado cinco libros.

El imperio del analfabetismo relacional

Las relaciones sociales se destruyen a pasos agigantados, a golpe de SMS, emoticonos y redes sociales.

Jorge Batista Prats

A esa hora de cualquier viernes, una peculiar ebullición toma cuerpo, lenta pero apreciablemente, en determinadas zonas de la ciudad. El fin de semana, el weekend, el finde, ha llegado para cambiar la existencia de una sociedad que ha dedicado en teoría su tiempo a los patrones clásicos: trabajo, estudio o lunes al sol. Según muere la tarde, los neones y el alumbrado público toman el relevo del incandescente astro que, al oeste, deja precipitar sus rayos bajo el horizonte. Las gentes han cambiado de aspecto y caminan las aceras, según planes previamente establecidos. En el asfalto, los intermitentes y luces de freno de los coches tocan una compulsiva sinfonía de naranjas y rojos. La marcha, como si se tratara de la marabunta, ha comenzado, pero nadie sabe hacia donde conduce ese camino. Aunque todos conocen cómo se realiza.

Un hueco libre para aparcar y el utilitario queda estacionado. Al bajar del vehículo, tanto él como ella consultan de inmediato sus teléfonos móviles por si hubiera alguna comunicación de última hora. O para retomar una ‘conversación’ interrumpida. Sms. Whatsapp. E-mail. Y el sonido de la chapa al soldarse da pie a los pocos pasos que hay que recorrer para llegar a destino. Franqueada la puerta del restaurante, allí está la mesa. De nuevo, mientras se sientan, vuelven a consultar sus celulares. Han llegado algunos emoticonos. La carta es la de siempre y el pedido, el mismo. Como el viernes anterior. Y el anterior. Y el anterior … El camarero habla pero casi no le prestan atención. Recita “lo que tenemos fuera de carta”. Los ojos, los de ellos, están presos de las pantallas. Los dedos corren sobre los teclados táctiles e ininterrumpidamente se producen vibraciones que alertan de que nuevas noticias han llegado. Él y ella. Frente a frente. Apenas han cruzado cuatro palabras y una sonrisa. Y esas palabras han sido para decirse lo que dicen unos que no están allí. Y la sonrisa acaece para reír la broma de alguien que tampoco está sentado a la mesa. A los postres, cruzan informaciones acerca de las prestaciones de sus aparatos. “Pronto va a salir uno nuevo. Tiene una aplicación para saber las veces que vas al baño. Me gustaría comprármelo”. “Yo voy a seguir unos meses con el mío, pero seguro que sacan otro modelo. Entonces, me lo pensaré …”. “¿Dejamos algo de propina?”.

Se levantan y abandonan el local. La puerta es la misma por la que entraron. En la calle continúa la melé de peatones y coches. “Por aquí, por el paso de cebra … ¡ahora!, ahora que está verde”. ¿Acaso no es el mismo coche? Sí. Entran. Él coloca su móvil entre las piernas. ¡Cuidado con la Policía! Ella lo mantiene en la mano. “Ponte el cinturón”. “Ya está. Voy a mandarle un whatsapp a Marta para decirle que quedamos en la carpa …”

Una sociedad a la deriva

Mientras los medios de comunicación, convertidos en general simplemente en elementos amplificadores de las voces de quienes controlan la Economía y la Política -consecuentemente, situados cada vez más lejos del análisis crítico y el pensamiento – mientras los mass media, digo, se dedican a recoger declaraciones de cualquier personaje que venda, contar truculentos sucesos, promover escándalos, servir el ocio más obtuso y grosero a la búsqueda de elevados índices de audiencia, esconder la verdad tras el eufemismo y lo políticamente correcto; se dedican en definitiva a demostrar una total falta de olfato para detectar dónde están los verdaderos problemas, mientras todo ello ocurre y la separación entre Poder y sociedad civil es cada vez más evidente, en esta última se están produciendo peligrosos cambios de profundo calado.

Esos cambios se cimentan a mi juicio, por un lado, en la mentira y manipulación de conciencias y, por otro, en el uso patológico y la enferma adicción de las personas a las nuevas máquinas creadas por los constantes avances en tecnología de la comunicación. Si ya hay estudiosos que han advertido que la denominada recuperación es una entelequia y que la Economía devendrá en una ciencia dedicada a la administración de la escasez; si ya disponemos de cálculos bastante concretos y avanzados sobre la cuantiosa pérdida de puestos de trabajo a escala mundial como resultado de la ya iniciada robotización; si hay ciertos gobernantes e ideólogos que apuestan por llevar a cabo “genocidios controlados” porque ya somos demasiados en el planeta; si todo eso ocurre, paralelamente se está produciendo un analfabetismo relacional en el seno de los seres humanos y su convivencia. Ese analfabetismo afecta directamente al concepto de masa si hablamos en términos de clase. Antes, las masas tenían cohesión y capacidad de organización y acción, resultado de la comunicación oral y el encuentro personal. Ahora, están formadas por individuos que, aunque en conexión, están aislados entre sí. Ello, es evidente, coloca al ciudadano muy cerca del esclavismo con respecto a los poderes que controlan su vida. Es cierto que en países muy depauperados que aún no han adoptado un modus vivendi a la occidental, las nuevas formas de comunicación han sido usadas para gestar procesos revolucionarios. También las acciones terroristas han aprovechado la facilidad de comunicación a través del móvil. Tanto para detonar artefactos – ETA lo hizo en España en múltiples ocasiones – como para preparar y coordinar actuaciones criminales.

De igual manera, la corrupción política ha aprovechado el campo de lo virtual para llevar a cabo estrategias mafiosas. Los e-mail y las intervenciones de móviles lo han puesto de manifiesto. Asimismo, la destrucción de discos duros de ordenador para borrar pruebas y evitar la acción de la justicia han formado parte de las dinámicas criminales.

Obviamente, la moneda tiene dos caras. Las fuerzas de seguridad han tenido que sofisticar su preparación y adentrarse en los terrenos de la informática. Una muestra clara la tuvimos en la etapa posterior al 15-M. Los mandos policiales conocían a la perfección quiénes eran los líderes, el número de sus móviles e, incluso, sus domicilios. Así, muchos fueron bloqueados en su propia casa. En todas las manifestaciones hubo agentes infiltrados como parte fundamental de la acción disuasoria o represora. Que cada uno elija el vocablo que más le guste.

'Amenaza' para niños y adolescentes

Como siempre y prácticamente en todas las áreas conflictivas del vivir, son los niños y adolescentes, las mujeres y los ancianos, los que cargan con las más escalofriantes consecuencias. Guerras, hambrunas, problemas sanitarios, falta de hogar, explotación laboral, abusos sexuales, tráfico de órganos, catástrofes naturales … se ceban en los más débiles. Así, también en el caso de los aspectos negativos de los avances tecnológicos – ya clínicamente hay definidas patologías muy concretas en la línea de la adicciones – son los niños y adolescentes las víctimas. Su falta de capacidad analítica los convierte en blanco de los depredadores económicos, sin que la política de los gobiernos aplique normas preventivas en cuanto a la publicidad, la seducción subliminal y la educación. Nunca ha sido más verdad que los políticos caminan siempre mucho más atrás que las sociedades que los eligen. De ahí que, mientras se produce un avance tecnológico, paralelamente acontece un estancamiento e, incluso, una inversión moral. Las evidencias no hay que demostrarlas pero, para que no sea sólo mi palabra la que se refiere al tema, les recomiendo la lectura de El progreso decadente (Madrid, Editorial Espasa Calpe), un libro excelente de sólo 210 páginas, escrito por mi paisano Luis Racionero (Seu d’Urgell, Lleida, 1940) quien recibió el Premio Espasa de Ensayo 2000. Nada menos que 16 años atrás don Luis ya señalaba: “En lo material, hemos progresado, en lo mental y moral, nos hemos estancado. El siglo XX, visto desde lo material, es un periodo de progreso indiscutible -en innovaciones tecnológicas, en nivel de vida-; mirado desde lo intelectual, es un siglo de estancamiento en la filosofía y en el arte, pero no en la ciencia. Aún más: para la moral es un siglo detestable, bárbaro, inhumano, con dos guerras globales, dictaduras, racismo y terrorismo. O lo que es lo mismo: la ciencia ha progresado, la ética ha regresado y el arte titubea (la música atonal, las teorías del caos y la pintura abstracta no son síntomas de progreso, sino síntomas de la decadencia de Europa)”.

Detectar la catástrofe

De repente, él o ella cambian su conducta. No parecen los mismos. Las conversaciones con los padres se reducen casi hasta la inexistencia. Llegan peores notas y la obsesión por estar conectados es manifiesta y permanente. La medicina enciende la alarma: “Abuso de la tecnología”. Así, laUnidad de Trastornos Mentales en Infancia y Adolescencia de la Clínica la Luz de Madrid ha estudiado a fondo el abuso de las nuevas tecnologías por parte de los jóvenes. El psiquiatra José Luis Pedreira Massa afirma que “las señales de alarma de que un adolescente está abusando de las tecnologías son parecidas a las de cualquier otra adicción” e insiste en que “los adolescentes cada vez necesitan dedicar más tiempo al uso de las nuevas tecnologías para obtener el mismo nivel de satisfacción. Esto se manifiesta en cambios en la conducta social -que se va restringiendo- cambios en las relaciones familiares y en el rendimiento académico”.

Por su parte, Carlos González Navajas, también psiquiatra infanto-juvenil advierte que “nos encontramos con chavales obsesionados por estar conectados, que no apagan el dispositivo por la noche, que alteran sus actividades cotidianas para usar, cada vez más, el móvil, la consola o el ordenador. Cuando no están en contacto con los dispositivos se vuelven irritables y tienen cambios de humor, algo que se calma al volver a estar conectados. Por ello, no es de extrañar que vean alterados sus ritmos de sueño y comida por la hiperadicción y por el aumento de la excitabilidad”.

Por otro lado, el informe La Sociedad de la Información en España realizado en el año 2009, destacaba que “entre los jóvenes españoles, Internet ha desplazado a la televisión como medio que ocupa un mayor número de horas en su tiempo libre. Los adolescentes ya dedican a Internet 14 horas semanales”. Desde entonces ha llovido mucho y la dependencia vital ha crecido de manera exponencial. El mismo informe, La Sociedad de la de la Información en España, decía en 2014: “España es el país con mayor número de smartphones en la Unión Europea. Hay 23 millones de estos dispositivos. El 87% de la población española lo tiene a mano las 24 horas del día y el 80% admite que lo primero que hace por la mañana es coger su teléfono inteligente”. El auge de las nuevas tecnologías ha modificado las conductas de comunicación. Según este mismo informe, el 35% de los españoles prefiere comunicarse mediante mensajes, mientras que el 33,5% se decanta por las llamadas telefónicas. Lo que ha pasado de moda es la comunicación en persona: solo el 24% de los españoles prefiere hablar cara a cara.

El móvil se ha convertido en un brazo más. Y la familia se ha robotizado. Ahora está formada por pantallas, consolas, tablets, monitores, PC’s, portátiles …

Sobre este blog

Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Autónoma de Barcelona y Master en Periodismo y Comunicación por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Fue Jefe de la Sección Política del periódico Canarias 7, Jefe y analista de la Sección de Economía del periódico La Provincia, Jefe de las secciones Nacional, Internacional, Edición y Cierre de La Opinión de Murcia,  Corresponsal y analista económico en Canarias del periódico La Gaceta de los Negocios, Director del diario La Tribuna de Marbella, Jefe del Gabinete de Comunicación del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, Director del diario La Gaceta de Las Palmas, Cofundador y director del peridico digital CanariasAhora.com. Director del Canal Canarias de la productora Media Report y Director de la Televisión Canaria Internacional. Como escritor, ha publicado cinco libros.

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