“Mi poesía no es para los que ven el Gran Hermano y a la Belén Esteban”

El poeta Luis Ángel Marín Ibáñez tiene en su haber numerosos premios literarios.

Esther R. Medina

Santa Cruz de La Palma —

Su activad poética, a la que dedica, como mínimo, tres horas diarias, se la toma como una profesión. “Yo no me siento funcionario, me siento poeta”, asegura Luis Ángel Marín Ibáñez (Zaragoza, 1952), licenciado en Filosofía y Letras. En La Palma, donde reside desde hace 27 años, nació su afición por la lírica. Ha publicado doce poemarios y tiene en su haber numerosos galardones, entre los que se encuentran el Premio Platero de la Organización de Naciones Unidas, Premio Centro Nacional de Escritores Argentinos, Premio Instituto Cultural Latinoamericano (Argentina), La Porte des Poetes (Francia), Latin Heritage Foundation (Estados Unidos) o Premio Editorial Novelarte (Argentina). Le gusta “asombrar a la gente con la palabra y hacerle ver las cosas de forma distinta a cómo las percibe cada día”.

-¿Cuándo compuso su primer poema?

-No estoy muy seguro, pero creo que hace unos 16 años. Mi poesía nació en La Palma.

-¿Entiende la poesía como una indagación del ser?

-Mi poesía es existencialista en su mayor parte, pero no tiene por qué ser así; hay muchas facetas poéticas y todas son respetables. Eso sí, cada poeta debe tener su verdad, aunque nadie es poseedor de la verdad.

-¿El poeta vive alejado de la realidad o, al contrario, la conoce mejor que nadie?

-Para mí la poesía es ‘el canto de la irrealidad’, donde la imagen y el instante son el principio, el cuerpo y el final del poema. Y no existe poesía sin silencio; el silencio, junto con la música, la luz y la sombra deberán girar en una perfecta armonía.

-¿Qué reglas rigen en sus mundo poético?

-Me considero un poeta original donde la razón, el ensueño y el delirio conviven en el poema en lo que yo denomino ‘Integracionismo’; esto es, el Realismo, el Surrealismo y el Creacionismo van cogidos de la mano en la poesía.

-¿Cuáles son sus fuentes de inspiración?

-Siempre compongo los poemas con jazz o cante jondo; también con música clásica y, en menor medida, con otros estilos; pero el cine negro americano y el silencio, junto con la soledad, es lo que más me inspira.

-Su poesía ha sido calificada de profunda y difícil.

-Es un tema muy particular. Juan Ramón Jiménez decía que la poesía era para la inmensa minoría; Blas de Otero, para la inmensa mayoría. Yo creo que en medio de la cuesta está la verdad. En realidad no hay poetas difíciles sino lectores fáciles que no quieren penetrar en el fondo de los arcanos que presenta el poema. Desde luego, mi poesía no es para los que ven el Gran Hermano y a la Belén Esteban. Estaría mucho más cercana de los que se deleitan con Visconti o Pasolini, los que escuchan música clásica y suspiran ante un cuadro de Kandinsky... Para los que no creen en Dios, siempre les quedará la poesía para acercarse a ese absoluto que el hombre ha buscado desde el comienzo de la creación.

-¿El género poético es inaccesible para la gran mayoría de la población?

-Depende de qué poesía. El versador no tiene problema para llegar a la mayoría de las personas; el poeta, en cambio, ve más reducido el número de destinatarios. Conforme pulimos el poema, se van perdiendo lectores. A veces, el poema corre el riesgo de ser una incongruencia, pero sin ese riesgo no sería un poema. A la gente hay que asombrarla y hacerle ver las cosas de forma distinta a cómo las percibe cada día.

-¿Qué recomienda para acercarse a la lírica?

-Ante todo leer mucho, y empezar por poetas sencillos como Machado o Juan Ramón Jiménez, para luego evolucionar a otras tendencias donde está, a mi modo de ver, la verdad de la poesía, la poesía pura como la define Mallarmé, la que busca la verdad de las cosas.

-¿Cree que el poeta debe tener un compromiso social?

-El poeta debe ser notario de su tiempo, y yo en los dos últimos poemarios –‘Rapsodia’ y ‘Donde la luz termina’- he querido que así fuese, y a través de una irrealidad llevo al lector a la realidad cruel que estamos viviendo. Sugiero, y que el lector saque sus propias conclusiones.

-¿En momentos de crisis la poesía puede servir para evadirse, para huir de la realidad construyendo un universo de palabras?

-Sin ninguna duda. La poesía lleva al hombre a abrir nuevas ventanas; el carácter mágico de la palabra puede ser una forma de ver la realidad de otra manera. Yo recomiendo leer poesía, y mucho más releer: es mejor leer un poema 10 veces que leer 10 poemas distintos.

-¿Cuántas horas dedica a su actividad poética?

-No lo sé con exactitud, pero muchas. Todos los días, no menos de tres y, a veces, cinco o seis...Me lo tomo como un trabajo, como una profesión, yo no me siento funcionario, me siento poeta.

-¿Qué espacios prefiere para escribir?

-Tengo preferencia por las terrazas, por algún bar determinado, y, sobre todo, por mi estudio en el Valle de la Luna.

-¿Cuáles son sus referentes poéticos?

-Principalmente, Vicente Huidobro, Arthur Rimbaud, Stéphane Mallarmé, Lorca y Alejandra Pizarnik, sin olvidar a otros como Trakl, Shelley, Hölderlin, Baudelaire, Rilke, Panero...En Canarias, sin duda, Andrés Sánchez Robayna, y a nivel nacional, Blanca Andreu y Gamoneda.

-¿Trabaja en un nuevo libro?

-El poeta siempre trabaja en algo novedoso, por supuesto que sí, y también está relacionado con el aspecto social que vivimos.

-¿Se imagina su vida sin poemas?

-No. Sería la muerte antes de la muerte. Un morir cada día.

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