“Frente a la crisis, reivindico la risa, el disfrute y el gozo”
'Carnaval de Indianos', editada por la Nueva Asociación Canaria para la Edición (Nace), pretende ser “una parodia y una crónica alegre, reivindicativa, exultante”. Es una novela coral en la que aparecen numerosos personajes, como la Negra Tomasa. “Más que nunca en estos momentos escribir es una forma de sobrevivir”, asegura Luis León Barreto.
-¿Qué es 'Carnaval de Indianos'?
-Es una novela ambientada el día de los Indianos en Santa Cruz de La Palma, es también una crónica alegre, casi exultante de esta fiesta que, junto con la Danza de los Enanos, es la aportación palmera a la fiesta universal. La literatura debe ayudar a entender la vida, ayudar a mejorarnos, y además en medio de la depresión general también debe ser una fiesta que ayude a vivir. Se trata de una novela coral, seria y divertida a la vez, en la que aparecen numerosos personajes, así la Negra Tomasa, reina de la calle; la joven Moneyba Castro, a quien su madre en vano le prohíbe acudir a los Indianos; los miles que emigraron a Cuba y no trajeron riquezas pero sí trajeron versos, músicas y bailes; el derroche de polvitos y mojitos; un masón extremadamente celoso; un viejo cacique que para escándalo general convivía con cuatro mujeres en la Casa Amarilla; un ex bailarín que vive en Roma; la alegre juventud y sus bromitas; los extranjeros que encuentran en La Palma el paraíso perdido; la historia y el paisaje, y el bullicio callejero porque ¡los indianos son de aquí! En definitiva, he pretendido que sea una parodia y una crónica alegre, reivindicativa, exultante. Porque los Indianos son un carnaval familiar y picarón, una terapia colectiva, una representación teatral en la que no hay espectadores porque todos cuantos la viven son actores de sí mismos. Creo que para actualizar y remodelar la fiesta habría que escuchar a personas que la han potenciado, como Luis Morera, Antonio Abdo, Pilar Rey, tantos otros. Claro que también entiendo que el atractivo principal de los Indianos es su improvisación, su carácter digamos catártico, y por lo tanto como acontecimiento imprevisible, también espontáneo y caótico. Se ha criticado el uso de las batucadas, y yo también creo que la fiesta debe recuperar la tradición de la música cubana, de las parrandas, de la cuerda. Las batucadas, en otro momento. Pero en todo caso el pueblo es soberano, todo se mezcla. Así en los indianos es posible ver también algún Dragqueen. Lo que sí está claro es que los Indianos se hacen con poco presupuesto, no hay galas de la reina ni carrozas costosas. Son el pueblo que se convoca a sí mismo. Y, frente a las dificultades económicas, hay que reivindicar la risa, la participación en la calle, el disfrute y el gozo.
-Entonces ¿es un homenaje a su isla natal?
-Sí. Cuando en octubre del 2010 el Cabildo me distinguió con el título de Hijo Predilecto de La Palma en el Circo de Marte ya dije que trataría de devolver a la isla parte de lo que me ha dado. He intentado hacer una literatura arraigada en estas islas, los títulos de una parte de mis libros ya lo evidencian. Con referencia a La Palma, he publicado 'El Time y la prensa canaria del siglo XIX', 'El misterio de El Fausto, 'Los dioses palmeros', 'Memorias de La Palma Edén' y ahora esta novela dedicada a los Indianos. Existe una gran reivindicación sobre esta fiesta, que es el carnaval más original de Canarias porque no imita a Río de Janeiro ni a Venecia ni ningún otro carnaval americano ni europeo. De todos modos, he de añadir que he vivido los Indianos en Madrid, en la fiesta en el Florida Park que organizaba la Casa de Canarias con el Cabildo de La Palma, los he vivido en la calle Triana de Las Palmas y también he vivido los auténticos indianos, los palmeros. Que son un acontecimiento sociológico, una catarsis social, una fiesta familiar, musical, una fiesta que nos recuerda los orígenes de nuestro pueblo, como fruto de idas y venidas, de emigraciones constantes.
-Hay muy pocos textos literarios referidos al carnaval de Canarias, a pesar de que constituye la principal movilización popular.
-Sí. El escritor y editor Anghel Morales me decía que no hay prácticamente referentes sobre la lucha canaria ni el carnaval, que son las dos manifestaciones identitarias más importantes. Sí lo hay sobre las peleas de gallos, ahí sigue estando 'El giro real', de Elfidio Alonso. Mi propósito ha sido hacer un homenaje al espacio que me dio el paisaje, la memoria, las leyendas que desde chico me contaba mi padre, Anastasio León Capote, un hombre que me obligó a leer 'El Quijote' cuando apenas tenía 11 o 12 años, que me instigó el amor a la tierra. Tenía una pequeña biblioteca que fui devorando. La Palma me dio el verde de sus montes, el mar rabioso de sus acantilados, las playas de arena negra. Y la proximidad con Portugal, con América, todas esas voces portuguesas, cubanas, venezolanas, que siguen formando parte del lenguaje cotidiano. Es una isla mágica, muy valorada por los ocho o diez mil extranjeros que viven habitualmente o casi habitualmente en ella. Y en este homenaje que pretende ser mi novela también están presentes las letras palmeras, hay referencias a Leocricia Pestana, Domingo Acosta Guión, Bejeque, hasta llegar a los talentos nuevos, como Anelio Rodríguez Concepción.
-Suele decirse que la infancia es la que marca el camino a los escritores.
-Y supongo que a todas las personas, independientemente de cuáles sean sus aficiones. En mi caso, nací en Santa Cruz de La Palma porque a mi madre la evacuaron desde el puerto de Tazacorte cuando estalló el volcán de San Juan, en junio de 1949. Nací en la clínica del Doctor Camacho, me crié en Los Llanos y visité con frecuencia Tijarafe, donde nació mi madre. Me impregnó lo rural, del mismo modo que me impresionaron las historias sobre Cuba que me contaban los abuelos. Creo que yo era un niño sensible, y lo cierto fue que desde muy joven escribía en el Diario de Avisos cuando se publicaba en Santa Cruz de La Palma. Me fui de La Palma a los 17 para estudiar en La Laguna, y aunque estuve años sin volver ahora he emprendido un regreso a los orígenes. Porque, como decía Cesare Pavese, si describes tu aldea describirás el universo. Quiere esto decir que en lo local existen muchos elementos universales, y viceversa.
-En cuanto a la técnica narrativa que ahora ha utilizado ¿qué puede decir?
-Es una novela escrita en forma de secuencias: Amanecer, Mañana, Mediodía, Tarde, Noche, Madrugada y Día Siguiente. Son distintos momentos del famoso Lunes de Carnaval, son los distintos momentos de la celebración, vistos a través de una joven carnavalera, Moneyba Castro, quien cuenta sus vivencias en el transcurso de la jornada. A su alrededor pululan docenas de personas que aportan también sus sensaciones, sus experiencias, sus recuerdos, su presente, sus alegrías y sus conflictos. Podríamos decir que en cuanto a su estructura es una novela coral en la línea de 'Manhattan Transfer' de John Dos Passos o de 'La colmena', de Camilo José Cela, y sigue la línea de la novela popular del brasileño Jorge Amado. Soy un gran admirador de la llamada Generación Perdida norteamericana, Scott Fitzgerald, Hemingway, Dos Passos, aunque también soy devoto de los grandes autores latinoamericanos del boom, en particular García Márquez y Alejo Carpentier, de los europeos Samuel Beckett y Kafka, y, en este momento, del norteamericano Philip Roth, el surafricano Coetzee, el japonés Murakami y el israelí Amos Oz. Creo que son las cuatro figuras mundiales de la novela en estos momentos. Creo que ni en España ni en América Latina ni en toda Europa hay ahora mismo escritores de este nivel.
-Dice que es una novela-crónica ¿cómo lo puede explicar?
-Es un testimonio y es una ficción. Como testimonio me he permitido incluir los nombres de cien amigos y conocidos que tienen mucho que ver con los Indianos, con la cultura y el periodismo, con el mundo empresarial, profesional y hasta político de la isla. Son cien personas referenciales, y en su mayoría son amigos o al menos conocidos de Rosario Valcárcel, mi mujer, y de mí mismo. A la vez, los personajes hablan de las circunstancias de la isla, de su paisaje, de sus tradiciones, de sus leyendas, de sus posibilidades y de sus conflictos actuales. De la memoria y del espacio tan especial de la isla. De ese espíritu ilustrado, del peso de la historia, de las fiestas populares, de esa pequeña ciudad con dos teatros donde se publicaron más de 130 periódicos desde la aparición de la imprenta, con El Time, hasta la guerra civil. Es también una ficción porque, como es lógico, se incorporan personajes y situaciones que no se corresponden con la estricta realidad. Tiene la novela un tono burletero y festivo, pero también es una reflexión sobre asuntos de actualidad. El lema, en definitiva, es el mismo que defendían los antiguos en los versos de 'Carmina Burana': frente a esta angustia general, frente a la depresión colectiva por la crisis, enarbolemos el Carpe Diem, disfruta el momento. Y que nos quiten lo bailado.
-La novela presenta estos días en La Palma y en otros lugares ¿no es así?
-Sí, el jueves 9 de mayo, a las 8 de la tarde en la Casa Salazar de Santa Cruz de La Palma y el viernes 10 en el Casino Aridane de Los Llanos. Después será en Gran Canaria, el 16 de mayo, y en Santa Cruz de Tenerife, quizá más adelante en otros escenarios también. Esta novela está publicada en Nace, la Nueva Asociación Canaria para la Edición. Es una experiencia nueva, después de casi 30 libros publicados yo me convierto en editor de mí mismo. En Canarias es muy difícil cobrar derechos de autor, aunque yo me considero afortunado porque he ganado dinero con la literatura, sobre todo con 'Las espiritistas de Telde', mi novela más conocida. Hay que recordar a Galdós, que se consideraba maltratado por los editores y tuvo que pleitear con su editor gastando mucho dinero, cuentan que con ello casi se arruinó, de hecho tuvo que vender su casa de Santander e irse a vivir sus últimos años en la casa de su sobrino, en la calle Hilarión Eslava, por Moncloa. Recobró sus derechos pero perdió mucho en el camino. Más que nunca en estos momentos escribir es una forma de sobrevivir, frente a la crisis hay que enarbolar la fiesta, la alegría de los Indianos.