“Cuando escribí mi último libro los sentimientos eran tan intensos que se me aguaban los ojos”

Anelio Rodríguez Concepción el día de la presentación de su libro en el Club Náutico.

Esther R. Medina

Santa Cruz de La Palma —

Historia ilustrada del mundo, el último libro de Anelio Rodríguez Concepción, que acaba de ver la luz editado por la prestigiosa editorial Pre-Textos, convierte a personas reales de La Palma, cercanas al escritor, en personajes literarios. “Ha sido una experiencia complicada. Nunca pensé que costara tanto hablar de personas queridas sin caer en el empalagamiento. Desde el principio evité el exceso de sentimentalismo. Eso tiene su miga, te lo aseguro”, ha confesado en una entrevista con La Palma Ahora

-¿Cómo nació Historia ilustrada del mundo?, ¿cuál fue el germen de este libro?Historia ilustrada del mundo

-Hace muchos años, cuando editó mi primer libro, Poemas de la guagua (1984), Pilar Rey me dijo que algún día tendría que escribir sobre la gente que habitaba el barrio de San Telmo, calle Pintado, Vendaval (hoy, calle Pintor Francisco Concepción), Timibúcar, etc. Sus palabras sonaron entonces como una orden cariñosa, y también como un presagio. Pilar y yo nos criamos en esa misma zona de Santa Cruz de La Palma, y por tanto, aunque no somos de la misma generación, compartimos buena parte de una filosofía de vida, un sentido del humor, una cachaza y un gusto por la transmisión oral de historias familiares. Desde luego Pilar estaba en lo cierto al pensar que todo aquel ambiente de pueblo chico, que en cierto modo se iba disolviendo casi sin que nos diésemos cuenta, tenía suficiente enjundia para propiciar una aventura literaria. En aquel tiempo hice varios retratos fotográficos a algunos parientes que vivían por allí. Esas imágenes quedaron guardadas en un álbum, por supuesto, y cada vez que las miraba me recordaban la petición de Pilar. Al recuerdo de aquellos personajes se sumaba el de otros que vivían en los barrios de Calcinas y San Sebastián; otros, como mi abuela Lola y mi abuelo Anelio, pertenecían a un contexto diferente.

-¿Por qué le ha supuesto “un gran reto literario” escribir este libro?

-Por varias razones. La primera, había que mostrar que esas personas son magníficos personajes literarios (y para ello había que seleccionar con tiento ciertas referencias de interés en sus vidas o en sus caracteres); había que contar la verdad sin desvirtuarla, pero no con el rigor y la objetividad de un historiador, sino con técnicas sugestivas de narrador de ficción; había que convertir pequeñas historias cotidianas en algo legendario; había que encontrar la manera de que cada texto se leyera con rapidez, de un tirón (por eso aquí he prescindido a conciencia del punto y aparte).

-¿Cómo ha sido la experiencia de escribir sobre personas muy cercanas y ya fallecidas, sobre su álbum familiar? , ¿qué sentimientos le han embargado durante el proceso creativo?

-Ha sido una experiencia complicada. Nunca pensé que costara tanto hablar de personas queridas sin caer en el empalagamiento. Desde el principio evité el exceso de sentimentalismo. Eso tiene su miga, te lo aseguro. Requiere tiempo, perseverancia y relectura continua. Sin esas premisas, la emoción puede hacer que te tiemble la mano al escribir. No sé si me explico. La emoción te roba capacidad de discernimiento. En el proceso de escritura de este libro, a veces los sentimientos eran tan intensos que se me aguaban los ojos, hasta el punto de que no podía centrarme con claridad en lo que aparecía escrito sobre la pantalla del ordenador. Esto me sucedió, por ejemplo, con el texto sobre mi primo Denis, que me salió de golpe como lo que era, un lamento espontáneo pocos días después de su fallecimiento. Tuve que guardarlo en la gaveta por un tiempo prudencial antes de incluirlo en el libro. Tenía que comprobar en frío, al cabo de un período de duelo, que el torbellino de las emociones no había dañado la consistencia del texto. El mejor homenaje que podía hacerle a Denis era construir un buen texto a partir de su recuerdo.

-Proust decía que los recuerdos son nuestra victoria sobre el tiempo. Los personajes de Historia ilustrada del mundo tienen ahora una segunda vida. ¿Historia ilustrada del mundoQué siente al haber dado a personas reales fallecidas una existencia literaria eterna?

-No diría eterna. Prefiero el adjetivo perdurable, que resulta más modesto y realista. Ojalá esta Historia sirva para prolongar el recuerdo de sus personajes, al menos más allá de lo que suele ser habitual entre generaciones próximas. Me reconforta pensar que estos recuerdos pueden trascender, como ecos que vienen de otros ecos, en todo tipo de lectores. Lectores de ahora y del futuro, lectores de La Palma y de cualquier otro lugar que no sea La Palma. Al editor, Manuel Borrás, nacido en Valencia y residente casi todo el año en Madrid, le encantó el libro, y eso que no conoce la idiosincrasia en que se basa. ¿Por qué no albergar la esperanza de que siga llegando a mucha gente? Por lo pronto ya está ocurriendo entre los lectores de La Palma. Como tú señalas, estos personajes están volviendo a la vida. Y se lo merecen. Es mágico. De sólo pensarlo, me entra un cosquilleo agradable en el estómago.

-Reivindica la idiosincrasia de los pueblos frente a la globalización.

Claro. La globalización es un hecho innegable. Siempre ha habido procesos de globalización. Este que experimentamos ahora parece definitivo por el alcance de los medios de comunicación de masas, las redes sociales y la tecnología digital. Sin embargo, la idiosincrasia de cada pueblo, grande o pequeño, se mantiene por encima de ese impacto mediático. Mientras haya una relación directa entre personas que están cerca físicamente, el poder de la globalización, que se sustenta en la transmisión de una realidad virtual, se mantendrá en segundo plano. La idea de idiosincrasia tiene que ver con una filosofía de vida particular, los matices de la entonación en el habla, los movimientos de las cejas al mirarnos a los ojos, el olor, la consistencia de los besos… Nada puede con eso. Ya había globalización en la época de nuestros abuelos (el cine, la radio, la televisión, las transferencias bancarias, la influencia de los tejemanejes financieros, los éxitos discográficos, las modas en el vestir, etc., todo eso ya estaba ahí, alrededor de ellos), y aun así, al recordarlos, seguimos relacionándolos con una idiosincrasia muy particular, muy local. Incluso había elementos de la globalización de su época que encajaban de maravilla en su propia idiosincrasia. Por ejemplo, el espíritu burlón del personaje Cantinflas, un fenómeno de comunicación global, se infiltró sin problemas en la idiosincrasia insular y se acomodó entre sus referencias más genuinas. Lo mismo cabría decir de la música popular cubana, o de la mexicana, o de las romanzas y coros de zarzuela peninsular.

-¿Cómo es la intrahistoria de Historia ilustrada del mundo?Historia ilustrada del mundo

-Es un cúmulo de situaciones reales, a menudo pintorescas, que fluyen paralelas a los decretos, las fechas de relevancia institucionalizada o las decisiones de los gobernantes. Es el transcurrir no oficial que explica la supervivencia del día a día en un mundo autónomo, el mundo de la memoria que puede compartirse oralmente. Como decía Tolstoi, los ciudadanos anónimos, los del montón, aunque viven para sí mismos en sus pequeños desafíos cotidianos, participan inconscientemente en la persecución de las metas históricas de la humanidad entera. Los protagonistas de nuestra intrahistoria no se plantean si están implicados o no en un proceso histórico, pero tengo la impresión de que sí sienten que forman parte de un relato que se puede contar en voz alta. A veces actúan con personalidad arrolladora, como si estuviesen dándole sentido al argumento de una gran novela. Desconocen la finalidad de esa historia que protagonizan, pero no les preocupa. Lo importante es el entramado de acciones que constituye el argumento. Ellos están ahí, haciendo lo que pueden entre todas esas acciones, a veces con una determinación sorprendente. Es lógico que les guste contar anécdotas. Podría decirse que un hilo narrativo va uniendo sus vidas. Las cosas se explican mejor cuando forman parte de un relato que se comparte en el trato personal, directo.

-¿Ha sido complejo ir de lo general a lo particular y de lo local a lo universal?

-No. Lo uno y lo otro están íntimamente ligados. La esencia de los afectos familiares es muy similar en todos los rincones del planeta. Por no decir que es la misma. La conducta humana se rige por unas constantes que perseveran desde el comienzo de los tiempos: la alegría, el dolor, la esperanza, la llamada de la sangre, el sentido común, la imprudencia, los pecados capitales…

-¿Cuánta carga de ironía hay en la obra?

-Hay mucha ironía, eso está claro. La gravedad se la dejamos a los historiadores. La ironía es necesaria para saber encontrar las claves de nuestra identidad. El canario en general proyecta una mirada socarrona sobre todas las cosas. Sólo así podemos tomarlas con filosofía, o sea sin dramatismos. La socarronería nos salva de caer fulminados por el absurdo de la vida. Hay que saber reírse ante la imagen que devuelve el espejo. La ironía crea una distancia razonable entre la realidad tal cual es y la realidad tal cual la recordamos. Nos situamos en un punto equidistante entre una y otra y tomamos conciencia de lo que somos en verdad.

-¿Qué supone este libro en su trayectoria literaria?

-Hasta ahora había trabajado con el género de la ficción (novela y relato corto), que impone un acuerdo tácito con el lector: este sabe que lo fundamental no es la veracidad sino la verosimilitud de lo que se le cuenta. Ahora, en cambio, con Historia ilustrada del mundo, el lector se presta a otro juego: se encuentra ante el recuento de algo real. Aquí la veracidad tiene que ir a la par de la verosimilitud. Esta obra trata asuntos reales, pero se sostiene con recursos propios de la narrativa de ficción.

-¿Cuál es su próximo proyecto literario?

-Tengo entre manos una nueva novela, un nuevo libro de relatos y un nuevo bestiario. Estoy entretenido, vaya.

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