Pasión por la pintura a los 94 años

Esther R. Medina / Esther R. Medina

Nació en Ceuta el día de Reyes de 1920, y en su niñez padecía una delgadez extrema que llevó a sus progenitores a sobreprotegerla hasta el punto de recluirla casi en su casa. “Yo era muy flaquita en una época en que los niños estaban gordos, y no me sacaban todos los días de paseo, sólo cuando el tiempo estaba a punto, tenía que hacer solito”, ha recordado a LA PALMA AHORA Gloria Díaz Gómez, una artista de 94 años, enérgica y vital, y dotada de una gran personalidad y elegancia. “Mis padres tenían mucho cuidado conmigo porque era muy menudita, y, aunque nunca me enfermaba, tenía que pasar en casa mucho tiempo; la verdad es que me aburría, y entre que no salía y lo que me daban de comer, estaba un poco neurótica y agobiada”, relata entre carcajadas. Pero este 'encierro' en su hogar fue el que despertó su interés por la pintura desde muy corta edad. “Yo pinto desde que tengo uso de razón; cuando tenía tres años ya pintarrajaba todo lo que pillaba; el día de mi cumpleaños me regalaron una caja de lápices de colores y unos cuadernos en blanco para que me entretuviera y me desahogara, y ahí empecé a cogerle el gusto y ya no podía estar sin pintar, y con 94 años me sigue pasando igual”, reconoce.

“Yo quiero pintar, por lo menos, hasta cumplir los 100 años, si mi hija me deja, porque me acompaña a todas partes, tiene miedo que me caiga; comprendo que ya tengo unos años, pero yo no me siento mayor”

Gloria Díaz, que residió durante muchos años en Tánger y también pasó una temporada en Río de Janeiro, vive en La Palma con su hija desde hace unos cuarenta años, y asegura que “he tenido una vida muy bonita, porque la pintura para mí es todo”. Esta longeva artista expone hasta final de mes una serie de óleos en la sala de arte 'Hay un mundo por conocer?La Palma' de La Molina Artesanía, en Santa Cruz de La Palma. “Yo quiero pintar, por lo menos, hasta cumplir los 100 años, si mi hija me deja, porque me acompaña a todas partes, tiene miedo que me caiga; comprendo que ya tengo unos años, pero yo no me siento mayor”, asegura sin perder ni un momento la sonrisa. “Tengo un carácter alegre, siempre estoy activa, nunca me verán mano sobre mano, busco algo que hacer, y lo que me gusta a mí es pintar, disfruto”, afirma. “Si tengo algún contratiempo, pintar me alegra y me olvido de los problemas, todo se me pasa, para mí es la vida”, insiste. “Ahora tengo algunas dificultades porque me operaron de cataratas y no quedé bien, ya no es igual que antes, pero yo sigo, porque es algo que necesito”, subraya.

“Me atraen las ventanas y las puertas porque por ahí entra la luz, y yo la necesito”

Recibió formación artística de un maestro francés y de otro italiano. “Cada uno me enseñó un estilo, pero yo cogí el mío”, dice. “Me gusta pintar lo que veo, una silla, una puerta, un jarrón?; pero cosas raras, no; la abstracción me gusta verla en otros artistas, pero yo soy incapaz”, confiesa. “Me atraen las ventanas y las puertas porque por ahí entra la luz, y yo la necesito”, precisa.

Desde que comenzó a tener dificultades visuales, Gloria, que creó junto a unas amigas el grupo Arte 6, pinta al óleo. “Antes hacía acuarelas pero cuando me empezó a fallar la vista lo dejé, porque es una técnica que requiere mucha limpieza y claridad”, explica. A su edad, la perfección ya no le obsesiona. “Si el cuadro sale bien, pues perfecto, y si no sale tan bien como yo esperaba, tampoco me preocupo”. Hace algunos años salía a pintar en la calle, pero también ha tenido que renunciar a ese placer. “Ahora pinto en casa y con mucha paciencia, y no todos los días, porque tengo otras muchas cosas que hacer”.

“Si tengo algún problema, la pintura es lo mejor para evadirme, es otra vida; recomiendo a todo el mundo que pinte o que tenga otra actividad, porque eso entretiene mucho la mente”

La hija de la artista, Gloria Andreu, médico de profesión y jubilada desde hace algunos meses, se siente una privilegiada por tener una madre tan vital y enérgica. “Es una mujer positiva, incombustible, siempre ve el vaso medio lleno; se levanta cantando y todo le parece bien; es totalmente independiente, se hace su comida; tiene mucha personalidad, la verdad es que me hubiese gustado haber heredado ese carácter, pero no fue así”, se lamenta. “Yo de mayor quiero ser como ella, pero como no sé pintar tendré que aprender otra cosa”, comenta con humor.

Gloria comenzó a percibir en su cuerpo el paso del tiempo a los 80 años, pero tampoco le dio demasiada importancia a esos achaques que llegaban. “Empecé a sentirme un poco más agotada, pero yo nunca me he achicado, y si tengo 94 años pues pienso que tengo menos y así me siento más joven”.

El arte ha sido la tabla de salvación de Gloria. “Si tengo algún problema, la pintura es lo mejor para evadirme, es otra vida; recomiendo a todo el mundo que pinte o que tenga otra actividad, porque eso entretiene mucho la mente”. Advierte que el pincel, por lo menos hasta los 100 años, no piensa dejarlo. Y sigue pintando porque “mis nietos se llevan mis cuadros y a mí me encanta que les guste mi pintura”. Una mujer única.

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