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A propósito del Bar La Palma

Carmen Concepción

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Inició su andadura en el año 1978, por iniciativa de Don Diógenes Concepción, gran emprendedor y con una destacada trayectoria empresarial, pero ante todo excelente persona como aún lo recuerdan con orgullo quienes lo conocieron.

Fue él quien un buen día decide “arriesgarse”, pensando siempre en el futuro de sus cuatro hijos, y montar un pequeño negocio que abriría sus puertas en el año 1978 en el mismo centro de la capital y que bajo el nombre de “Cafetería La Palma” ofrecería a los palmeros y foráneos un lugar de encuentro en el que compartir momentos inolvidables entre cafés, cervezas y ricas tapas.

Y así fue hasta que él, fugaz e inmerecidamente nos abandona en el año 1984, quedando el negocio en manos de la que fue siempre su adorada esposa y quien de pronto se encuentra ante una situación desconocida. Atendiendo a los consejos de un buen amigo de la familia y sin pensarlo dos veces, decide arrendarlo. Afortunadamente, unos años después, en 1995, su hijo José Francisco Concepción, opta por tomar las riendas del conocido Bar La Palma y dar continuidad a un legado que no era quizá lo que su padre quería para él, ya que los escasos años que lo regentó fueron suficientes para darse cuenta de lo sacrificado y complicado que era un negocio de restauración en todas sus vertientes.

Casi 20 años de gran esfuerzo y trabajo son a los que José Concepción se ha enfrentado con mucha buena voluntad, honradez e ilusión. Casi 20 años de lucha y de confianza en el futuro y en quienes quizá podrían ayudar a mejorarlo.

Llegó el momento del desenlace por diversos motivos, que como tan acertadamente afirmó el gran filósofo español José Ortega y Gasset, “somos nosotros y nuestras circunstancias” y las circunstancias nos llevan muchas veces a tomar decisiones que afectan a la propia persona, pero también a quienes le rodean y que de alguna manera forman parte de la esencia de ese otro ser.

El lunes 1 de diciembre de 2014, primer día de adviento, el Bar La Palma cierra su puerta, una puerta más, una puerta por la que entraron enanos e indianos, actores, pintores, sin techo, británicos, rusos y japoneses…, en definitiva, todos personas bien recibidas y que ayudaron a que este pequeño negocio familiar se mantuviese casi tres décadas, a la vez que disfrutaron de un bocadillo de tortilla preparado con inmenso cariño desde una pequeña cocina que no se veía pero sí se sentía, “arriba estaba el verdadero alma”.

Es simplemente un momento adverso y el Bar La Palma tiene que despedirse, no sin antes agradecer especialmente a todos los palmeros y palmeras, que somos casi 80.000, el haberse sentado fuera o dentro de este establecimiento donde los dos “Concepciones”, que en diferentes etapas lo han regentado, lo han hecho con la mejor voluntad y sin más pretensión que la de ofrecer dentro de sus capacidades, un servicio de calidad, aportando a la ciudad un recurso más que permitiera cierta autosuficiencia y sostenibilidad.

¡¡¡Gracias a todos y hasta que nos orientemos de nuevo!!!

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