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El Día del Padre y el nacimiento de un pueblo

Julio M. Marante

El 19 de marzo, festividad de San José, Santo Patrón de Breña Baja, nos permite  celebrar bajo esa advocación el Día del Padre en la Villa de las Madres. Hasta 1634, Breña Baja formó una jurisdicción única con Breña Alta, aunque si atendemos a Frutuoso, ya desde entonces,  se distinguía la una de la otra: “…en La Breña de abajo está la parroquia de San José y en la de arriba la de San Pedro”. La división de los dos pueblos, se estableció judicialmente el 20 de noviembre del citado año con la creación de un nuevo pósito para Breña Baja con entera independencia del de Breña Alta, y se decidió repartir en dos mitades el caudal existente en el establecimiento, correspondiendo a cada uno 3.750 reales antiguos.  De cualquier forma, hasta 1637 la iglesia de San José fue una simple ermita anexa al curato de San Pedro. 

De la antigua iglesia de San José, hoy cerrada al culto, se dice que fue la primera parroquia que bajo la advocación de este santo hubo en el Archipiélago. Se sabe que inicialmente fue una ermita en la que un capellán decía misa domingos y festivos, mediante el pago por parte de los vecinos del estipendio concertado. La primitiva edificación debió datar de mediados del siglo XVI, pues el documento, aunque sin fechar, está firmado por el Visitador Padilla; quien, como señala en un libro sobre la Parroquia, el investigador Gustavo Adolfo Fernández, hizo su último viaje a La Palma en 1548. En el citado escrito se hace referencia a la construcción de la ermita  “… en lugar cómodo y decente, considerando las muchas  heredades y vezinos que ay en los términos de la breña baxa y mazo y la mucha distancia de la iglesia de San Pedro  de la Breña”. Una vez concedido el permiso se iniciaron los trabajos bajo la tutela del maestro de obras, Juan Pérez “… a quien se le pagaron 358 reales fuertes”. 

En el año 1637, estando de visita en esta Isla el Obispo de Canarias don Francisco Sánchez de Villanueva y Vega, los feligreses de Breña Baja le solicitaron que el pequeño templo se erigiera en iglesia parroquial con cura propio. Y así fue “…la ermita se erigió en Parroquia, reuniendo los vecinos la cantidad de 2.700 reales, que pusieron a censo para que, con sus réditos, se comprase aceite para la lámpara. Al cura  se le señalaron 650 reales de salario al año, que se obligaron a pagar los vecinos, siendo su primer cura párroco el licenciado don Francisco Arias Benavides”.  

La primitiva imagen del venerado San José había llegado al templo mediado el siglo XVI,  había sido una donación de don Luis Van de Walle Van Praet, conocido como Luis Van de Walle el Viejo. La talla, en madera policromada y estofada de origen flamenco, fue colocada en un tabernáculo, tal y como cuenta años más tarde el Licenciado Aceituno, visitador del Obispo Cristóbal Vela, quien señaló haberla encontrado junto a la imagen de Nuestra Señora de la Rosa.  En 1706 se dispuso retirar del culto la antigua imagen que fue sustituida por otra esculpida por Fray Marcos Guillén. De la primera  poco más se supo, aunque se cuenta que don Diego de Urbina, fundador de la ermita a San José en el Lomo de Los Gomeros en Mirca, la solicitó para este pequeño templo. Con el tiempo se fue deteriorando, en medio del abandono más absoluto. Ante el estado de la imagen una familia del lugar decidió custodiarla en su casa, hasta que el Párroco de Nuestra Señora de Las Nieves, Don Pedro Manuel Francisco de Las Casas, tras las oportunas diligencias la trasladó al santuario, en cuyo Museo Insular de Arte Sacro se halla. 

La iconografía de San José siempre ha ocupado un papel importante en el santoral. En algunos casos aparece representado como mentor o educador de su Hijo, quien a su vez, sujeta una sierra o algún objeto alusivo al oficio de carpintero. En otros, como el que nos ocupa, el Santo Patriarca lleva a Jesús en sus brazos y apoya su mano en una vara florida. Es el Santo Patrón de Breña Baja y un símbolo integrador, entrañablemente unido al nacimiento de nuestro pueblo. Porque en 1634, la imagen del Santo ya estaba allí. Por entonces no se celebraba el Día del Padre y faltaban siglos para que Breña Baja fuera reconocida como Villa de las Madres, gracias a otra fiesta gozosamente nuestra y gloriosamente universal.

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