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Hortensio o cómo darle belleza y alegría a una ciudad

Elsa López

Ese es quizá el sueño que muchos perseguimos para cuando llegan los carnavales a la Isla. Que nos llenen de belleza y alegría las calles de nuestra ciudad; que aquellos que viven el carnaval de verdad pasen por nuestro lado dejándonos un perfume distinto a lo habitual; un perfume nuevo que nos envuelva durante unos segundos y nos haga sentir un poco más felices de lo habitual. Y cada año, cuando llegan estas fechas, uno encuentra ese latir de gestos y costumbres que nos hacen predecir que se acercan unas fiestas que todos esperan con entusiasmo: los colgantes en las calles, las madres comprando telas y baratijas, los mayores preparando sus canciones y sus disfraces, los pequeños buscando el traje que los distinga y represente. Uno sabe que los días grandes se acercan y con ellos caretas y desfiles. Y en los desfiles, figuras ya tradicionales como Hortensio y Luis que durante años bajaron de Los Sauces a Santa Cruz de La Palma a pasear sus trajes, sus galas y sus “prendas”, como decían las abuelas. Se arreglaban, se peinaban, y, cada año, nos traían un momento de alegría y elegancia carnavalera. Me gustaba verlos pasar bailando, sonriendo, repartiendo besos y risas con todo el mundo. Durante años ellos dos nos regalaron ese momento encantador de un carnaval tomado en serio. Luego ya solo vi a Hortensio y me imaginé que se había roto el consorcio de aquel festival de diversión y piedras preciosas. Porque Hortensio, fiel al compromiso entre la ciudad y la alegría que su presencia le aportaba, siguió dándolo todo por una ilusión que muchos hemos compartido con él año tras año.

Ahora me entero de que van a hacer una exposición con los trajes de Hortensio. Catorce trajes de diferentes épocas dedicadas al carnaval como un homenaje a quien se viste y embellece para un público que sólo necesita verlo pasar para sonreír y sentirse algo más feliz. Buena y generosa idea para agradecer la alegría y la belleza que él ha repartido a manos llenas. En Los Sauces se va a inaugurar la exposición el viernes 3 de marzo en La Casa del Quinto para recrear esos trajes y la figura de quien los lleva y adorna con ellos pasacalles y desfiles del carnaval de Santa Cruz de La Palma que aguarda con verdadera curiosidad su acostumbrada aparición y el asombro y la fascinación que despierta con sus ropas, peinados y aderezos. Es ya una costumbre esperar su llegada, verlo pasar a nuestro lado dando vueltas, marcando el rumbo de sus faldas, sobrefaldas y sombrillas, siguiendo la música, real o imaginaria, que suena a su alrededor. No hay en toda la Isla un relumbrón como ese. Ni la Negra Tomasa, a pesar de la publicidad y los fetiches que se comercializan a su costa, puede con el carnaval que Hortensio viene a presentarnos. Y uno no puede dejar de imaginarse las calles de Venecia con miles de Hortensios engalanados con sedas y drapeados, con comparsas de príncipes y duquesas, con tocados del siglo XVIII y pelucas a juego.

Pero las cosas no son como uno las desea y Los Indianos y el tumulto y la polvareda y el desmadre de una fiesta popular llena de encanto que tuvo unos orígenes felices, vino a derivar en estas algaradas donde ya nadie mira ni ve por culpa de los polvos y de lo que no son los polvos. Una manera simplificada de decir que la elegancia y el buen gusto quedaron perdidos en una masa de gente que no piensa en reírse del mundo y con el mundo, sino en seres desacompasados, la mayoría, que solo gusta de beber y de acometer empresas fuera de tono. Todo se muere, lo sé. La nostalgia no vale ya mucho en estos tiempos. Pero yo sigo sintiendo un gran respeto por aquellos carnavaleros que se ponen sus mejores galas para refrescarnos las calles, hacernos sonreír y vivir el carnaval como un sueño más. Un carnaval con Hortensio y sus trajes y sus pelucas y sus pestañas batiéndose en el aire como dos abanicos negros.

 

Elsa López, 18 de febrero de 2017

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